EILANA
Listo, lo había dicho. Ahora esperaba que su reacción no fuera asesinarme por el engaño. Después de todo, históricamente siempre asesinaban al mensajero, y ciertamente ahora estaba cumpliendo ese papel. Pero al ver esa mirada de… ¿dolor? Me hizo no querer haber dicho nada.
Sin embargo, había tenido que hacerlo. Zack me estaba invitando a salir porque creía fervientemente que era la dueña de esas cartas que había profesado su amor a él.
Y que estaba dispuesta a consolarlo y visitar a su abuelo en su lecho de muerte. Aunque esto último si lo había hecho, yo seguía sin ser la chica de las cartas. No era de mí quién estaba interesado, era de Daisy. Era a ella a quién debía de cortejar o besar.
Un dolor agudo vino en mi pecho cuando imaginé a la loca psicópata besando al chico enfrente de mí y aunque me costará admitirlo, ellos eran iguales, se movían en los mismos círculos sociales e iban a las mismas fiestas. Era posible que ya se hubiera besado en el pasado. Quizás por eso Daisy estaba tan obsesionada. No lo sabía.
Lo que sí sabía con seguridad es que Zack y yo éramos opuestos, tan opuestos que no había manera de que encajáramos a la fuerza. Y la única razón de que nuestros mundos hubieran chocado entre sí era por culpa de Daisy. Si ella no hubiera mentido sobre sus cartas, él y yo jamás nos hubiéramos acercado. Jamás lo hubiera visto llorar, ni tampoco me hubiera besado.
Y ahora él sabría que había estado persiguiendo a la chica equivocada.
Esperé a su reacción, la cuál no tardó a llegar. Zack estaba a varios centímetros separado de mí, y al otro instante, estaba tomando mi rostro en sus manos y atrapándome con esos ojos verdes.
—Eres buena mintiendo, lo admito, pero también he mentido mucho, y un mentiroso siempre reconoce a otro.
—No estaba mintiendo…—empecé a decir, pero sus labios tocaron los míos y mi mundo volvió a paralizarse.
Esperé a la suavidad a la que estaba acostumbrada de las dos veces anteriores, pero esta nunca llegó, Zack besó de forma invasiva y brusca, como si hubiera estado molestado. Supe en ese momento que lo estaba por la forma en que ya no se controlaba, estaba siendo el mismo. Estaba enojado conmigo. Era posible de fuera a causa de mi confesión, quizás él pensaba que estaba mintiendo para ahuyentarlo de una vez por todas. Pero era todo lo contrario. Lo había por él.
En toda la noche no pude dormir por la culpa que había sentido por no decirle la verdad. Aunque claro, no es como si hubiera tenido tiempo de hacerlo para empezar. Y, aun así, aun cuando sabía que estaba mal corresponder a su beso, todavía lo seguía haciendo. Solté un gemido cuando Zack mordió mi labio.
Zack rozó su lengua con la mía. Al instante mis piernas perdieron la fuerza completamente. No obstante, mi Anticristo se dio cuenta de mi debilidad y sujetó mi cintura con su brazo, y acercó mi cuerpo el suyo. Como si fuera mi ancla.
Debía detener el beso, estaba mal disfrutarlo. Pero como si el primer beso y el segundo no hubiera sido suficiente para hacerme perder la cabeza por días enteros, el tercero fue destructivo y algo a lo que Zack era capaz de dar sin dudar. Comportándose de manera contraria a lo que debería de querer de él, o quizás sí, mis brazos fueron a sus hombros, quedando más cerca de su cuerpo, sin embargo, era demasiado alto, demasiada distancia.
Zack me levantó entre sus brazos e hizo que esa frustración quedará olvidada por completo. Nuestro beso se volvió más agresivo. Jadeé sorprendida por el movimiento inesperado como la intensidad de su lengua. De pronto algo cambió, y la agresividad bajó varios niveles, hasta solo sentir la suavidad que Zack rara vez mostraba.
Nuestras respiraciones se volvieron agitadas, haciendo que fuera cada vez más difícil de respirar. Incliné más mi rostro para poder tener espacio y no asfixiarme por no separarme de los labios de Zack, ya que eso era lo último que quería en ese instante, quería continuar así sea obligar a mis pulmones a acostumbrarse al poco oxígeno. Podría incluso morir y ni siquiera me importaría.
Me di cuenta de Zack también sentía lo mismo. Porqué siguió mi ejemplo.
¿Por qué tenía que besar tan bien? No debería de querer continuar para siempre, ni siquiera sentir mariposas en mi estómago o ese cosquilleo en mi piel, pero lo hacía. Los dioses del olimpo sabían que estaba diciendo la verdad, ese beso no estaba hecho para ser rechazado. Solo para ser venerado.
De pronto, una imagen tenue se hizo en mi cabeza. Un sueño completamente loco. Un sueño que involucraba una chica como yo, y un chico como él. Juntos. Un sueño totalmente impulsivo y extraño. Como ambos lo éramos. Pero qué parecía funcionar de todas maneras. Quizás sí...
El timbre sonó. Y la burbuja en que habíamos estado explotó en nuestras caras. La realidad se hizo de nuevo, pero no abrí mis ojos, tenía miedo de lo que pudiera ver. Al sentir que Zack se alejaba, no pude evitar apretar mis brazos en sus hombros, asustada de perder el contacto de su mundo.
—Debemos irnos.
—Si—contesté distraía cuando sentí de nuevo el roce de sus labios.
—¿A qué hora paso a buscarte?
—A las ocho.
Un momento después, Zack volvió a bajarme y me sostuvo hasta que se dio cuenta de que podía sostenerme por mí misma.