No Soy Ella [primera parte]

Capítulo 27

Después del shock en descubrir que era Zack mi salvador, fui llevado a un hospital cercano.

Donde me valoraron, y que, sin contar los arañazos en mi rostro, parecía que estaba perfecta. Pero mi mama no había pensado lo mismo, así que había terminado en una cama de hospital. Ella no pensaba moverme del lugar hasta que no estuviera completamente segura de que no tenía nada. Lo cual era así. Me sentía bien. No me habían hecho nada grave. Sin embargo, no puse ninguna objeción cuando mi mamá insistió en que me quedará. Después de todo, ella estaba asustada, y esa era la preocupación de una madre actuando.

Sin embargo, eso no era lo que me tenía inquieta, sino Zack. Él estaba ahí, mirándome, y yo no sabía que pensar. Ni que sentir. Todo era muy confuso.

Cuando había estado con ese chico, el cual no sabía su nombre, y había dicho que le importaba a Zack. Jamás creí fuera cierto en sus palabras. Pero la evidencia estaba delante de mí, y no tenía idea de que decir al respecto. Por suerte, Mateo también había llegado. Y su presencia hacia que todo estuviera relativamente bien. Si no fuera por la mirada de Zack, todo parecía normal. Pero no lo era. En sí, era una suerte que Mateo estuviera ahí.

Él había dicho que gracias a que había ido a ver a Deysi, y que sospechosamente salía de su casa en el momento que él llegó a verla, su instinto le dijo que debía de seguirla. Así que lo hizo. De esa manera, él había terminado por llegar a ese lugar sin ser descubierto por ella. Al saber que su presentimiento era correcto, decidió decirle a Zack. Después este le dijo que se iba a encargar de traerme de vuelta. Viendo que Mateo dudaba de sus palabras, decidió llamar a mi mamá, y de ese modo, había terminado la policía moviéndose. Pero no antes de que lo hiciera Zack.

Lo cual me hizo verlo nuevamente, y toparme con su mirada.

Su forma de verme me inquietaba. No por lo sombría que era, porque no podía decir que estuviera de ese modo, pero si por la intensidad. Era como si no pudiera dejar de verme. Como si fuera imposible dejar de verme. Supe que estaba delirando cuando ese pensamiento se cruzó en mi mente. Pero, lo pensé con más fuerza cuando terminamos quedando solos, y él se acercó a la cama, y me saludó como si no hubiera estado todo el tiempo aquí.

—Hola.

Sin dejar de ver sus ojos, susurré:

—Hola.

—¿Cómo estás?

Era una pregunta tonta. Él sabía cómo estaba, pero entendí que no sabía que decir. La última vez que nos habíamos hablado, había dejado claro que no deseaba ser un amigo. Había dolido, pero ahora entendía porque lo había dicho. Esta conexión, si se podía decir así, no era amistosa. Era algo más. Algo más intenso. Algo más fuerte.

Y asustaba.

—Me encuentro bien. No me hicieron nada. bueno, sí, pero no algo que tan grave. 
Sin embargo, lo habían hecho. Y aunque no deseaba decirlo, todo era debido a él.

Supe que no era la única que pensaba igual cuando lo oí decir con suavidad:

—Lo siento.

Asentí mientras bajaba la vista, y en un movimiento que me sorprendió por completo, él tomo mi mano, y volvió a repetir:

—Lo siento, Eilana. Tu estado es mi culpa. Perdón.

No podía mentirle, él había sido la causa de lo que me había pasado. Así que solo levanté la vista, y lo miré. Lo que no había sucedido con mi madre, ahora estaba sucediéndome con él.

Mis ojos lentamente empezaron a llenarse de lágrimas, para después cada una se derramaba con fuerza en mis mejillas. Sabía que mi aspecto era lamentable, pero no dejé ninguna emoción sin guardar.

Cuando había estado atada y junto a esos dos chicos, me había sentido asustada. Muy asustada. Temía porque me hiciera más daño de lo que habían hecho. No era justo para mí.

No lo era.

Con mi labio tembloroso, pregunté en medio de mi llanto:

—¿Por qué ese chico te odiaba?

La pregunta no lo sorprendió, al contrario, parecía esperarlo. Pude observar como su cuerpo se puso rígido, y no sabía dónde mirar. Parecía avergonzado. Parecía impotente. Hasta que me miró, y en sus ojos observé cuando decidió hablar, y con voz gruesa, empezó a decir:

—Su nombre era Zedrick Gner. Al principio no tenía idea que tu desaparición tenía algo que ver con él. Hasta que Mateo vino a buscarme y me dijo todo lo que había visto. Intenté recordar algo que hubiera hecho en el pasado, pero nada vino en mi memoria. Pero, después de que mi…—se detuvo sin saber cómo continuar.

—Solo dilo, Zack.

Su expresión era dura.

—Después de que lo tuvieron en sus manos, no diré como para no perjudicarte, lograron interrogarlo. Estuvo eufórico de saber que había buscado dañarme. Pero, lograron sacarle su nombre, y de la razón de tu secuestro.

Sentía que daba muchas vueltas, y con dureza, espete:

—Dime de una buena vez.

Estaba enojada. Sentía que no me decía, y solo giraba en círculos. ¿A que le tenía tanto miedo?

—Su apellido me recordó a una chica de nuestro mundo. Ella parecía obsesionarse conmigo. Pero, sabía que, si me metía con ella, no había vuelta atrás. El viejo me advirtió que no entrará en ese camino que solo me destruiría. Así que le hice caso. No miré a la chica. Cada vez que la observaba acercarse, tomaba a cualquier chica de mi camino y le hacía muestra de que ella no me interesaba. En ocasiones, me descubrió haciendo algo más que besar a esas chicas. —tomo mi mano cuando lo miré con horror.

—Debes comprender que ninguna me interesaba, y tampoco ellas lo hacían conmigo. Solo deseaban tener la oportunidad de que las llevará a la cama. ¿Está mal? Por supuesto, pero a ninguna le dije algo que no era verdad. A ninguna le prometí algo más. A ninguna.

Sus ojos me pedían que le creyera, y por un momento se veía vulnerable.

—Entiendo.

—Así que, lo seguí haciendo por un tiempo. Pero esa chica no comprendió ni las palabras, ni las acciones. Fue cuando decidí hablar con su familia e intervinieron. La mandaron lejos. A un internado de puras mujeres. Al paso de unos días, se suicidó.



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Editado: 14.07.2021

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