—¡Qué increíble!
La emoción de su gatita lo hizo sonreír, o al menos lo hizo al darse cuenta de la mirada de Samanta. Aunque en realidad ya no se encogía o tartamudeaba en su presencia, aun podía sentir sus miradas de sorpresas. Sin embargo, su atención volvía rápidamente a Eilana cuando la observó querer abrir la puerta de la fiesta, que, al parecer por la música, estaba en su máximo apogeo.
Sabía que debía de ser cuidadoso con ella. No quería que nada le pasará, pero tampoco podía aislarla, así que sabía que debía tener su atención en ella. Realmente no sabía que tantas cosas eran reales sobre lo que se decía en los pasillos de la universidad, pero no era idiota como para no tomar precauciones al respecto.
Así que cuando observó que su gatita abría, él mismo volvió a cerrarla y la miró con seriedad. Él observó que estaba a punto de protestar por su movimiento, pero lo que iba a decirle era más importante. Sin dejar su ceño fruncido, dije con seriedad:
—Una vez que entres, no consumas nada de nadie a menos que yo te lo dé.
—Pero…—la miré a los ojos dándole a entender que esto era importante.
No sabía si lucía intimidad, por el paso que retrocedió Samanta, era evidente que sí, pero no di marcha atrás. Eilana debía de saber que tenía que ser cuidadosa.
—No hay peros. Quiero que me asegures que no tomaras nada de nadie, a menos que yo te lo sirva.
Ella abrió la boca para discutir, pero vio la forma seria en que la miraba, y asintió.
—Está bien. No tomaré nada de nadie a menos que tú me lo des. ¿Contento?
Sonriendo levemente y con un alivio en mi cuerpo, contesté:
—Sí.
Ella me miró exasperada, y me apuntó a la puerta:
—¿Ahora podemos entrar? Estoy perdiéndome de la diversión universitaria.
Negando con la cabeza, me hice a un lado para que entrará, pero justo en el momento en que entramos en el lugar; mi mano fue a la suya, y sin esperar un segundo, entrelace nuestros dedos.
—¡Vaya, esto es fantástico!
No diría realmente eso, pero entendía lo que decía. Ella casi no había ido a fiestas, o al menos eso había comentado en el camino. Su madre había intentado protegerla para que nadie le hiciera daño, y eso había generado que no fuera a ninguna fiesta. No quería estar de acuerdo de su madre, pero Eilana tendía a ser muy confiada.
Eso era una razón para que gente realmente ruin quisiera hacerle daño.
Por suerte, yo no deseaba su mal. Al contrario, deseaba su bienestar.
Era interesante lo mucho que ella me había cambiado en ese aspecto, y ahora, era un camino nuevo por explorar. Con ella a mi lado.
—Esto realmente se ha salido de control—el comentario de mi gatita no lo entendía, hasta que observé la dirección por donde miraba.
La pareja que estaba follando en seco le hizo comprender que no era la fiesta adecuada para haber traído a su novia. Sin embargo, Eilana no hizo nada más, solo desvió la vista y siguió caminando por el gentío que no dejaba que pasáramos.
Mi cuerpo protegiendo el suyo fue la única barrera que tenía para evitar ser tragada por la multitud. Sin embargo, esto en vez de molestarle, parecía radiante.
Eilana estaba feliz, y yo, intentaba estarlo por ella.
Al ser más alto que la mayoría, me dio la oportunidad de buscar un lugar vacío, y estaba por darme por vencido cuando observé a la pareja anterior levantarse de su sitio. No deseaba ir ahí, pero no había otra opción.
Bajando a la altura de su oído, le dije a Eilana:
—Sígueme. Busque un lugar.
Con una sonrisa emocionada, asintió.
Sabiendo que donde Eilana fuera, también su amiga iba a ir, empecé a caminar hacía el lugar vació. Tardamos más de lo esperado. Pero una vez que estuvimos ahí, me senté para después, colocar a Eilana sobre mis piernas.
Ella parecía querer saltar de la emoción, y yo simplemente la observé.
—Sé que ya lo dije, pero esto es increíble. Realmente increíble.
Sin dejar de verla, contesté:
—Lo es.
Por el rabillo de mi ojo, observé como Samanta negaba con la cabeza, pero no dijo nada al respecto. De pronto, escuché el gritó eufórico de Eilana:
—¡Me encanta esa canción! —y volteándose a verme—. ¡Vamos a bailar!
Haría cualquier cosa por ella, pero esto no creía poder hacerlo. Ni siquiera recordaba haber bailado alguna vez.
Ella se dio cuenta de mi conflicto porque se acercó y me habló en el oído:
—¿No te molesta si bailo con Sam?
Sonreí.
Ella realmente era adorable.
Tomando su rostro, la besé. Su sorpresa fue la oportunidad de introducir mi lengua en su boca, y saborearla como tanto me gustaba. Esa forma de confiar en mí, me hacía querer ser más brusco.
Pero no lo haría. Ella era Eilana, mi gatita.
Sintiendo su respiración agitada, me alejé y en un beso en su cuello, le dije con ternura:
—No soy tu papá, soy tu novio. Ve a divertirte.
Con su rostro ruborizado, se alejó con una sonrisa.
—Me gustas mucho, ¿sabes?
Sonriendo, le contesté:
—También me gustas mucho. Ahora ve a bailar.
Ella parecía no querer alejarse, pero miró a Samanta, y terminó por convencerse en ir. Al oír su grito de entusiasmo, no pudo evitar sonreír. Era una chica realmente rara.
Pero, era su chica rara.
****
Después de dos horas, realmente deseaba irse. Pero, por la sonrisa de Eilana, ella no deseaba parar de bailar. Su amiga Sam, parecía ebria, y contra toda advertencia, a mi gatita parece no haberle gustado la cerveza.
Tan pronto se la había dado, había terminado escupiéndola, y había terminado por buscar algo que pudiera ingerir. Lo cual hizo que no estuviera ni un poco alcoholizada. Lo cual de alguna manera me alivio. Aunque realmente no estaba bajo la protesta de que tomará, había visto como algunos parecían mirar de más a algunas chicas. Esa acción era nefasta.
Sin embargo, aunque estuviera deseos de golpear algunos de ellos, no podía proteger a nadie, más que a su chica. O eso pensé, hasta que observó como uno intentaba llevarse a una chica que parecía estar en un punto de no retorno de la inconsciencia. Sus negativas eran claras. Ella no deseaba irse con él, pero su compañero parecía tener otro deseo, y otras intenciones.
Editado: 29.05.2024