No Soy Él[segunda Parte]

Capítulo 8

EILANA

—¿Y el grandote?

La pregunta de Sam, le hizo sonreír mientras no dejaba de teclear sobre la laptop.

—Vendrá a buscarme en un rato. Dice que piensa ayudarme con mis deberes. Cree que, por ellos, casi no podemos estar juntos. Zack es chistoso.

—No, la chistosa eres tú. No estoy hablando de tu novio, tonta, estoy hablando de Mateo. Tu sexy y corpulento mejor amigo.

Sin mirar a Sam, contesté:

—Ah…él, me mandó un mensaje ayer de que no podíamos vernos porque andaba enfermo.

—¿Enfermo? ¿Qué tiene?

Sintiendo como se tambaleaba, miró hacia arriba para darse cuenta de que ahora Sam se encontraba a su lado. Qué chica rápida.

—¿Tienes poderes?

—¿Qué? —iba abrir la boca para decirle sobre su rapidez, pero ella no me dejó hablar y continuó—: Ey, no te distraigas. ¿Qué tiene el grandulón?

Volviendo a teclear, contesté:

—Me dijo que tiene un resfriado, y que por eso no ha venido a verme. Quise ir a verlo, pero me dijo que no vaya. Que es demasiado contagioso.

—¿En serio…?

Algo en su tono, le hizo mirarla.

—Sí, incluso me dijo que pensaba decirle a Zack para que no me acercará a él.

Con una sonrisa extraña, dijo con suavidad:

—Entonces si está grave.

—Mucho. —Un toque en la puerta, le hizo cerrar la laptop porque sabía quién era—. Bueno, ya me voy, tengo que ir con Zack. Hasta luego.

Despidiéndome de ella, abrí la puerta para observar el rostro de mi novio. 
Con una sonrisa, me acerqué a él. 

 

SAMANTA

Eran tan opuestos, y, sin embargo, se atraían demasiado. Había algo transcendental entre ellos. se podía ver claramente la unión entre ambos al verlo juntos. Parecía que ese dicho de que “los opuestos se atraen” era cierto. Estaba viendo la evidencia con mis propios ojos.

Era extraño ver como él cambiaba su mirada fría cuando la veía a ella.

No podía mentir. Él era frío como el hielo. No había nadie que lo hiciera bajar esa dureza, y lo había estado observando varias veces cuando estaba solo. Y ni una sola vez, había dejado que la calidez que compartía con ella, se manifestará con otra persona.

Era como si solo Eilana tuviera ese privilegio.

Aunque ella era otra historia. Se veía tan tierna, y era terriblemente despistada. Se había dado cuenta como algunas chicas la veían con rencor cuando los veían juntos, pero ella parecía ajeno a la maldad. Incluso algunos dudaban sobre la seriedad de su relación, pero terminaron por ver que ese chico oscuro la quería de verdad.

Ni las tácticas de Mildred lo hicieron caer.

Y vaya que eso sorprendió a todo. Sin embargo, al verlo salir juntos, lo único que pudo pensar en el grandote. No se creía nada de que estaba enfermo. Sobre todo, porque lo había visto el día anterior, y no parecía congestionado.

Tomando una decisión, tomó su cartera y salió de la habitación.

Tenía la intención de hacer de enfermera, y quien sabe, tal vez conseguir un paciente agradecido. 
 

(…) 
 

Mordiendo su labio, intentando no mostrar su sonrisa, tocó la puerta:

Unos segundos eternos pasaron, y el rostro del grandote apareció ante ella. Sin embargo, no fue nada comparado con la vista de esos abdominales totalmente al descubierto. Y bajando con lentitud su mirada, observó esa parte de su anatomía totalmente fascinante.

De repente, tuvo calor. Mucho calor.

—Mi rostro está arriba.

El comentario de él, lo hizo verlo de golpe a la cara. Por primera vez, su rostro se puso rojo mientras sentía como su cuerpo sudaba. Estaba empezando a sofocarse, y las palabras simplemente desaparecieron. 
Aunque no era entrañable, su cuerpo medio desnudo la hacían transpirar.

—Eh…—Y al ver que no continuaba hablando, el grandote preguntó:

—¿Qué haces aquí? ¿Le sucedió algo a Eilana?

El nombre de mi amiga, la hizo despejar un poco la cabeza.

—Por un muy tentador que parezcas, ¿puedes colocarte una camiseta?

No hizo lo que le pedí, al contrario, volvió a preguntar:

—¿Ha pasado algo con Eilana?

Sintiéndome irritada por la pregunta, espete:

—No, no le pasa nada a ella, está con su novio…—se detuvo al ver que su mirada se llenó de dolor, solo por un segundo—. Y vine a hacer de tu enfermera.

Frunció el ceño.

—¿Por qué necesitaría una enfermera?

Mirando sin saber dónde, contesté regresando mis ojos a los suyos:

—Porque estas enfermo. Eilana me lo dijo.

—Le mentí. No estoy enfermo. Solo deseaba no verla por un tiempo—ese comentario le hizo sonreír, hasta que se dio cuenta de la emoción que escondía esa declaración—. Así que, si eso era todo, adiós…—antes de que cerrará coloque un pie en la puerta, y sin preguntar, entré a la habitación.

Ropa por doquier había en la habitación, pero alejé la vista de ellas cuando escuché el comentario tosco del grandote:

—¿Qué carajos? —armándome de valor, me volteé con la bolsa de medicamentos, y le dije con seguridad:

—No me iré, así que es mejor que te sientes y te tome la temperatura.

—Te dije que no estoy enfermo.

Estaba enojado, y por la mirada que me dio, tampoco me quería en su dormitorio.

—No lo sabré hasta que no te tome la temperatura.

El silencio se quedó en la habitación, y después, espeto:

—No sé quién crees que eres para entrar a mi dormitorio de esta manera, pero puedes largarte.

—Pero…—me cortó mientras se acercaba hasta tenerlo a centímetros de mi rostro. Su olor casi le hizo cerrar los ojos, pero obligándose a sí misma, los mantuvo abierto.

Sin embargo, su cercanía y esté tirón que sentía hacia él, lo hacía muy difícil.

—No, te quiero fuera de mi habitación. Podrás ser amiga de Eilana, pero no te quiero cerca de mí, y créeme si quieres que te presten atención, puedes buscarte a otro. Porque créeme, no pienso tocarte solo porque me causes lastima.

Jadeé mientras daba un paso atrás. Él estaba siendo cruel. Él no era cruel. Él era tierno. Amable.




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