EILANA
Alguien me seguía.
No estaba segura de quien, con exactitud, pero si sabía de que alguien estaba siguiéndome. Intente no caer en el pánico. Intenté no correr.
Palabra clave: intenté.
Porque es obvio que si caí en pánico y si corrí. No creía que el Speedy González fuera más veloz que yo en ese momento. Sobre todo, por la diferencia de tamaño. Mientras que Speedy era un ratón, yo era humana.
Por lógica, debía de ser más rápida.
Sin embargo, tarde me di cuenta de que la otra persona también.
Supe que estaba muerta cuando una mano tomo mi brazo e hizo que me detuviera de golpe. Al segundo después, un grito de guerra salió de mi boca.
¿Estúpido? Tal vez. Pero, ¿cuándo había sido racional? No iba a empezar ahora que mi vida corría peligro.
—¡Muere, maldito! —Con los cerrados golpeé el cuerpo de mi acosador.
Era posible que una bolsa de mujer no lo detuviera, pero con convicción todo era posible, ¿no? O al menos eso me habían enseñado los discursos motivacionales.
Así que no me detuve. Golpeé y golpeé. Estaba segura que muchos me iban a extrañar cuando fuera a prisión, pero no podía dejar que nadie me hiciera daño. Y si de algo había aprendido de Deisy es que no podía dejarme nunca.
Con fuerza, golpeé duro a la cabeza de mi perseguidor.
—¡Ey! ¡No me pegues! —esa voz familiar, me hizo abrir los ojos y al ver mi víctima de posible asesinato, detuve mi ataque marcial—. Soy Franco, ¿no me reconoces?
Enseguida recordé.
—¡Oh! ¡Eres el amigo de Zack!
Asintió mientras se tallaba la cabeza con una mueca.
—Golpeas duro, chica, Qué llevas en ese bolso, ¿eh?
Con una sonrisa, coloqué una mano en mi cadera mientras le decía con altanería:
—No lo sabrás. ¿Acaso nunca te han dicho que no ataques a una chica armada?
Negó con la cabeza.
—Lo pensaré, pero creo que debo decirte que cuando te sientas seguida no debes atacar por atacar. Podrían dañarte.
Me sentí regañada, y mi sonrisa disminuyo.
—Me asustaste.
Sonrió nuevamente, y lo igualé.
—Lo sé, pero sabes, fue una suerte que fuera yo. No quiero ni pensar qué sucedería si hubiera sido alguien más.
Un escalofrió al recordar un evento similar.
—Lo sé, se siente horrible—susurré en voz baja mientras miraba dentro del bolso. Esperando que mi tesoro no se hubiera roto.
Un silencio apareció después de lo que dije, y Franco exclamó sorpresivo:
—Espera, ¿te ha pasado alguna vez?
Asentí mientras desviaba la vista alrededor.
—Sí, una vez. Estaba yendo hacia mi casa, y me secuestraron.
El chico abrió los ojos de golpe.
—Mierda, ¿y qué pasó?
Una sonrisa se instaló en mi rostro.
—Zack con la ayuda de Mateo me salvaron.
Asintió lentamente.
—Vaya, ¿y sabes cómo pasó exactamente? —Franco parecía impresionado por mi historia, pero Zack me había dicho que podía ser peligroso que las demás se enteraran como exactamente había pasado. Así que mentí.
—Fueron a la policía. Por suerte averiguaron rápido que se trataba de una chica que intentaba hacerme daño.
Al verlo caminar hasta colocarse a mi lado, empecé a mi caminar también.
—Qué jodido es eso. —se detuvo mientras me miraba con conmoción y de pronto asintió comprendiente todo—¿Por eso te protege tanto?
Esa pregunta me hizo verlo.
—¿A qué te refieres?
Se carcajeó y fruncí el ceño al no entender.
—¿No lo sabes? Prácticamente tiene amenazados a todos para que no te hagan daño o incluso decir algo que te lastimé. Claramente funciona. Nadie quiere verlo enojado, sobre todo porque su pequeña novia salga lastimada.
—No soy pequeña.
—Comparada con él, te ves muy diminuta.
Lo miré molesta.
—Te estás pasando, chico.
Alzo sus manos en rendición.
—Bien, bien, me detengo. Pero en serio, por eso te seguí—miró alrededor, y continuó diciendo—. ¿No te has dado cuenta de que este lugar no es muy seguro? ¿Qué haces aquí sola?
Al decir esas preguntas, observé alrededor con otros ojos.
No lo veía distinto a otros lugares que hubiera ido. Pero si noté algunas miradas de ciertos hombres, y por la forma en que me miraban, supe que no tenían buenas intenciones. De pronto, me sentí nerviosa y asustada.
Sin embargo, para alivio de nosotros, no hicieron nada.
—No me había dado cuenta de que era un lugar peligroso—susurré mientras tomaba mi bolso con más fuerza entre mis manos.
Por fortuna, faltaba poco para llegar al campus.
Franco sonrió suavemente.
—Ahora ya lo sabes, y por favor, no vuelvas a venir por este lado de la ciudad.
—Entendido, comandante—hice un saludo militar mientras empezaba a caminar.
Franco se colocó a mi lado.
—¿Y bien? ¿Por qué has estado por aquí? No te veo siendo una chica imprudente, y menos con lo que me contaste.
Una sonrisa se iluminó en mi rostro.
—Vine por el regalo de Zack.
—¿Regalo? ¿Cómo de aniversario y esas cosas de parejas?
Me carcajeé.
—¡No, tonto! ¡Es por el cumpleaños de Zack!
Abrió los ojos de golpe.
—¿Es cumpleaños de Zack? ¿Y por qué no nos dijo nada? Podíamos hacerle una fiesta. Somos sus amigos, ¿sabes?
La sonrisa se quitó de mi rostro.
—No pensé en eso.
—¡Por qué?
—No lo sé. A Zack no le gustan los cumpleaños.
—Y, aun así, piensas darle un regalo—apuntó con una sonrisa de victoria a mi bolsa.
Lo miré molesta. Él estaba insinuado que era egoísta con Zack.
—Pensaba organizarle una fiesta, pero creo que un regalo sería mejor. ¿Qué tal si se enoja conmigo por hacer una celebración que no le gusta?
Me miró sonriente.
—Dudo mucho que Zack se enojé contigo.
—¿Por qué lo dices?
Se carcajeo.
—¿Hablas en serio? —lo mire sin comprender, y él parecía más divertido al respecto—. ¡Eres su debilidad, chica!
—¿Qué?
Editado: 29.05.2024