No Soy Él[segunda Parte]

Capítulo 13

ZACK

 


No me gustaban los cumpleaños.

Mi madre había decidido irse ese día. Su regalo fueron lágrimas en mi rostro.

Desde esa ocasión nunca he vuelto a llorar. El abuelo me dijo que debía de ser fuerte. Aun cuando sintiera que me cayera a pedazos. Que debía de continuar.

Sus palabras en el cuerpo de un niño, no fueron bien recibida. Lo golpeé y le grité. Le dije que realmente no conocía a mi madre. Que ella me amaba. ¿Por qué iba abandonarme?

Aun podía recordar la mirada del viejo, y conforme pasaban los años, comprendí que había tenido razón. Me había abandonado, y con cada cumpleaños, lo recordaba. Sin embargo, al ver a la chica tierna enfrente de mí, esa neblina oscura empezaba a desaparecer.

—No es mucho, pero espero que te gusté—susurró cuando estuvimos en mi dormitorio.

Después de la escandalosa fiesta que había organizado Franco, habíamos decidido alejarnos de todo. El tipo que compartía dormitorio conmigo, tuvo la sabiduría de no dormir ese día. Aunque no era tan estúpido para saber porque lo había hecho.

Estaba dándome privacidad, y casi hizo que le agradeciera por eso.

Ahora en la cama mientras la abrazaba, observé el paquete que mi gatita colocó en mi abdomen.

—¿Qué es? —pregunté mientras me sentaba para abrirlo.

—Tendrás que abrirlo para averiguarlo.

Su sonrisa me hizo verla.

Se veía preciosa. Sobre todo, por ese rubor que adornaba su rostro. Era evidente que se encontraba nerviosa y un poco ansiosa. Pero, ¿por qué? ¿Qué me había regalado para tenerla así?

De pronto, la emoción por averiguar que era, me lleno por completo.

Teniendo cuidado, empecé abrir el regalo. Lo que sea que haya pasado por mi cabeza, ninguna adivinó. Eso era seguro.

—¿Un bolígrafo? —pero no era lo único. Dentro de ellas, había un sobre rosa y una hoja en blanco—. No entiendo.

Mirándome nerviosa, empezó a explicar.

—Es que necesitas unirlas conmigo.

La miré sin comprender.

Con una risita nerviosa, tomó el bolígrafo y la hoja en blanco. Después, con incredulidad, se alejó de mí, y buscó un lugar de apoyo.

A continuación, empezó a escribir ante mis ojos.

Su rostro ruborizado fue algo hermoso de ver. Me recargué en la pared, y esperé.

Lo que sea que estuviera escribiendo, parecía que su concentración estaba en eso. Incluso ese tic de sacar a punto de su lengua, me hizo casi sonreír. No lo hice, por supuesto. Ella voltear a verme, y pensar que se burlaba de ello.

Y podía detenerse, lo cual no quería. Quería seguir contemplándola.

Muy pronto para mi gusto, dejó de escribir.

Con una mirada nerviosa, tomó el sobre que estaba en mi caja de regalo y colocó la carta doblada en el sobre, y volvió a guardarla en la caja. Para después, mirarme y decirme nerviosa:

—Ahora sí, puedes abrirlo.

No entendía que estaba haciendo, pero hice lo que me pidió.

Abriendo la caja nuevamente, encontré el sobre rosado anteriormente colocado, y lo tomé.

Al abrir la carta, y empezar a leer, entendí cuál era el regalo.

Anticristo:

Recuerdo que dijiste que las cartas no habían hecho que te gustará, pero también recordé que dijiste que guardaste algunas de ellas. O al menos lo hiciste hasta que descubriste que no era yo quien las había escrito.

Ahora estás completamente seguro de quien ha escrito está. Incluso podrás guardarla porque es mía. Esta vez, si SOY ELLA.

Soy esa chica que ahora se acerca para que la sigas abrazando. Soy la chica que sonríe cada vez que tú lo haces. Soy la chica que quiere estar a tu lado.

Soy Eilana.

Tu gatita.

Al levantar la vista, observé su rostro completamente rojo.

No dude ni unos segundos, dejando la carta dentro de la caja, tomé su brazo para que se colocará en mi regazo. Sus brazos rápidamente rodearon mis hombros.

Llevando mi mano a su rostro, la miré:

—Me gusto.

—¿En serio? —su voz estaba llena de dudas.

No podía permitir eso.

—No soy de palabras cursis. Ambos sabemos que no soy de ese modo, pero debes de saber algo —apoyé mi frente con la suya, y continué con una emoción abrumadora que gobernaba mi cuerpo por leer esas líneas—, me encargaré de que al menos todos los días seas feliz, Eilana.

Y que, de esa manera, nunca te arrepientas de esto, pensé para mí mismo.

Cuando sentía que me asfixia esa emoción fuerte en el pecho, la abracé. Intentando decirle lo mucho que me importaba. Lo mucho que la quería. Pero no sabía cómo, solo confesándole algo que no le había contado a nadie:

—Mi madre decidió abandonarme el día de mi cumpleaños. Por eso los odio—intentó zafarse para verme, pero no dejé que se alejará—. De alguna manera, siempre la recuerdo en este día. Recuerdo mi yo triste por ella.

—Zack…—continúe.

—La amaba, ¿sabes? Todo mundo decía que era muy apegado a ella.

—¿Qué le pasó?

Deseaba mentir, pero no quería guardarle nada.

—Murió.

—Lo siento.

Cerrando los ojos, la seguí abrazando mientras le decía algo que no le había dicho a nadie.

—Me obligue a odiarla. Ella no me quería, ¿Por qué debía de quererla yo? pero cada vez que es esta fecha, mi mente va a ese día. No puedo evitarlo. Siempre pasa—colocando un beso en su cabello, continué—: Pero hoy fue distinto. Este día, aun con la idiotez de Franco, en lo único que podía pensar es en ti. En lo mucho que me gusta tu sonrisa. En lo mucho que me encanta cuando te ruborizas. Y ahora en lo mucho que significas para mí.

No dijo nada, pero no era necesario. En su carta estaba escrito lo que no había dicho en voz alta. Ella me quería, al igual que yo la quería a ella.

Y lo demás no importaba.

Estuvimos así por un periodo muy largo. Y sin darnos cuenta, el tiempo pasó volando, y ella terminó quedándose dormida en mis brazos.




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