No Soy Él[segunda Parte]

Capítulo 18

ZACK

—¿Alguna vez me recriminaste por irme? —pregunté mientras me daba la vuelta y observaba al hombre que se encontraba sentado en el sofá de su oficina.

—No—respondió mi tío mientras tomaba un trago de su ron, y continuó diciendo—, hiciste tus elecciones, como nosotros tomamos las nuestras en su momento.

Apoyé mi cuerpo en el barandal.

—Supongo que sí—baje la vista al líquido ámbar que tenía en mi mano—, pero tampoco fue tan difícil decidir.

—Lo sé.

Tragué saliva.

—Supiste que iba a pasar mucho antes de que yo lo supiera, ¿no es cierto?

—Lo sospechaba—confesó—, la forma en que la mirabas. Te veías muy intrigado. Parecía que era un enigma que no podía resolver y eso te acercaba más a Eilana.

Sonreí.

—Sí, recuerdo que sus acciones eran contradictorias a algo que sabía de ella.

Asintió y no preguntó más sobre el tema.

El silencio perduró por mucho tiempo mientras yo pensaba en lo mucho que había extrañado este lugar. Era algo conocido, pero no había esa necesidad de pertenencia. No estaba ahí cuando pasé las rejas de seguridad y di pasos en el interior de la enorme casa. De alguna manera, había avanzado. O era porque sentía que este sitio ya no era mi lugar.

Había cambiado. Realmente lo había hecho.

Ahora sentía que pertenecía a otro lugar, a uno que encontraba lejos. Con una chica de pelo rosa.

—¿Por qué has venido, Zack? —preguntó de repente—, es bueno verte, pero no parece que hayas venido de visita sino por otra razón.

—Se me olvidaba lo mucho que me conoces.

—Me encargué de ti desde que eras pequeño, es obvio que te conozco.

Asentí.

—Si.

—¿Entonces...?

Bajé la mirada y me di la vuelta para apoyarme en el barandal.

—Estoy asustado, tío—confesé en voz baja.

Escuché que se levantaba del sofá y venía a situarse a mi lado.

—¿A quién? ¿Estás en problemas? ¿Necesitas...? —continuó preguntando, hasta que lo detuve.

—No, no es a nadie, hablo de mí—miré sus ojos y parecía confundidos, continué explicando—, hay una oscuridad dentro de mí, tío, quiero detenerla. Y lo hago la mayoría del tiempo, pero, en ocasiones termina saliendo.

—Detalles, hijo—pidió.

Observé el whisky en mi mano.

—Golpeé al mejor amigo de Eilana.

—¿Ahora están peleados? —dedujo—, ¿Por eso viniste para pedirme algún remedio que la contente?

Negué con la cabeza.

—No, ella no se enojó—confesé—, ella me temió.

—Entiendo.

Claro que lo hacía. No había cosa peor que la persona que más te importa, te tenga miedo. Una vez le había pasado a él, pero había podido sobrellevarlo. Por eso me encontraba aquí.

—Se veía tan asustada—continué sin emoción en mi voz—, parecía creer que le iba hacer daño. Estuve a punto de ir hacia ella cuando me pidió que me alejará, pero su amigo reaccionó y quitó el ambiente tenso. Sin embargo, no dejo de ver esa mirada en mi mente.

—Temes que te aparta.

Asentí.

—Si—confesé.

Quería decirme que no había razón de preocuparme, pero recordaba la escena de unos meses atrás. Justo cuando estuve en el interior de esa cabaña que retenían a Eilana. El miedo y la desesperación se podían oler en el aire, pero mi único objetivo era el imbécil que se encontraba en el piso. Los hombres de mi padre lo habían dejado despojado de toda arma, y la vista de él, simplemente la sentí satisfactoria.

Aun recordaba la sonrisa que le lancé cuando me había visto con terror. Incluso el peso del arma en mi mano se había sentido ligera. Dispuesta a realizar su trabajo.

Como yo.

En un recuerdo inducido por la adrenalina, había levantado el arma y se la había colocado en la frente. La mirada del imbécil de Zedrick no bajó, y mi cuerpo ansiaba su sangre en mis manos.

«—No debiste de tocarla—espete con frialdad—, ahora serás el mensaje de los idiotas que creen que pueden joderme.

—Dispara, pero mi trabajo ya está hecho—sonrió—, Te herí.

Su afirmación, hizo que mi dedo fuera al gatillo.

—No me heriste nada, imbécil—contradije, pero él miró a un lado y sonrió.

—Yo creo que sí.

Estaba por disparar entre sus ojos, cuando mi tío llegó a mi lado.

—No, Zack—ordenó—, yo me encargó de él.

Miré al imbécil de Zedrick.

—Merece morir en mis manos

—No—volvió a repetir con dureza—, encárgate de tu chica. Se ve muy mal, y creo que necesita ir al hospital»

El recordatorio del estado de Eilana fue lo que hizo que me alejará de ese imbécil, y fuera a ella. Hice lo que se me ordenó e intenté olvidar ese incidente. Pero ahora, no podía dejar de repetirse en mi mente. Era como si intentará recordarme lo que era: un posible asesino a sangre fría.

Era para lo que había sido educado y por razones del destino, había cambiado mi rumbo.

—¿Sabes que es lo más jodido, tío? —continué con nuestra conversación anterior—, es que disfruté golpearlo. El hijo de puta se lo merecía hace mucho tiempo. Mateo siempre andaba rodeándola cuando la hice mi novia, y si no fuera porque Eilana es despistada, se hubiera dado cuenta de lo directo que era su amigo con sus demostraciones de afecto. El muy maldito buscaba quitármela en varias oportunidades, pero nunca lo consiguió con sus indirectas. Así que si, gocé esos golpes que le di cuando mencionó sobre que ellos debían de haber estado juntos. Él prácticamente se ganó esa golpiza.

Se rio entre dientes.

—Zack—me golpeó el hombro—, estás celoso, no es más que eso.

Lo miré enojado, pero desvíe la vista.

—Tal vez—concedí—, pero se ha acabado mi paciencia con los demás. Esto que paso con Mateo, simplemente explotó en el momento justo, pero en el lugar incorrecto.




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