ZACK
En mi coche, junto con los demás, pasamos lentamente por el lugar indicado por Michael.
La vista de una casa abandonada con las luces apagadas, me hizo sonar todas las alarmas en mi cabeza. La vista no me intimidaba, había estado en situaciones peores, pero el solo pensamiento de que Eilana pudo haber venido a esté lugar me tenía con la mandíbula apretada. Todo el barrio parecía un poco iluminado, lo común, pero curiosamente el lugar donde había sido citada mi novia, estaba en la oscuridad total.
«Es una trampa...», pensé rápidamente. Ahora lo sabía con certeza.
—¿Es aquí? —preguntó Mateo con escepticismo.
No lo miré, mi atención estaba en el pórtico mal pintado.
Decidí que lo mejor era sacar mi arma. Esa que mi tío había insistido en que trajera, pero que en ese momento me había parecido una ridiculez. Ahora agradecía la prevención de mi tío. Miré el retrovisor y observé las expresiones de los demás. No sabía si en el interior de esa casa había un peligro real, pero no pensaba encontrarme con ese imbécil desarmado. Solo esperaba que ninguno de estos, les diera por correr cuando me vieran con una pistola.
Estacioné el auto en la siguiente esquina. Nada cambió. Todo siguió igual.
A excepción de mí. En segundos, sentí como mi mente y mi cuerpo se sentían febriles por la situación real. Era como si mi vieja piel se me colocará encima. Sin embargo, esta vez no estaba aquí por algún tipo de trabajo o encargo, estaba vez, tenía otro propósito: proteger a mi gatita.
«Mierda…»
Miré rápidamente a Mateo.
—Necesito regreses con Eilana—ordené.
Mateo me miró sorprendido.
—¿Qué? ¿Por qué? —me miró ofendido—, también puedo participar. No soy del todo un cobarde, ¿sabes?
Lo miré exasperado mientras vigilaba toda el área.
—No es por eso, idiota—espeté—, Eilana está sola.
—Esta con Sam—me contradijo Mateo.
—Sí, pero si esto es una trampa, lo cual parecer claramente—asentí a la casa, y volví mi vista a Mateo para continuar diciendo—, entonces puede que hayamos caído en ella.
Mateo sonrió.
—Las imaginaciones de Eilana te están afectando, Zack, Michael cree que Eilana vendrá sola, no que nosotros lo haremos—apuntó a la casa—, la situación no es tan grave como piensas. Deja de ser tan paranoico, por Dios.
Lo observé fijamente y me di cuenta que pensaba que estaba actuando como loco. Pero algo se sentía mal, erróneo. Tal vez era temor, una emoción que jamás había sentido hasta que conocí a Eilana, pero estaba ahí. No me gustó sentirme así nuevamente.
Estaba pensando que quizás Mateo tenía razón, pero volví a mirar a esa maldita casa.
«No, no puedo actuar como un estúpido inexperto»
Giré mi rostro a los que estaban atrás.
—Uno tiene que regresar—ordené. Pero al ver sus expresiones, observé que todos pensaban lo mismo que Mateo. Sin embargo, ninguno entendía lo jodido que era todo cuando se salía los planes de control. Siempre había sangre de más, y no deseaba que ninguna fuera de mi gatita—, por favor, necesito que uno regresé—pedí.
Mi suplica hizo que todos se sorprendieran.
—Está bien—respondió Franco después de unos segundos en tensión—, regresaré.
Parpadeé.
—Gracias—susurré con un nudo en la garganta—, solo protégela.
—Es mi amiga, Zack—sonrió Franco—, la cuidaré.
Maldita sea, no sabía lo difícil que era confiar en alguien, hasta que observé que Franco iba a proteger a mi novia.
—Te llevarás el coche—indiqué—, serás más rápido.
Asintió.
Con la mirada, les ordené a todos que salieran.
Antes de hacerlo, Franco me detuvo.
—Sé que no te has preocupado en saber sus nombres, pero son leales—comentó Franco al asentir a sus dos amigos—, Adam y Marco son buenos amigos, Zack. Confía en ellos.
Asentí, pero no afirme nada.
—Eilana es una buena chica, sabemos lo mucho que la quieres—dijo Adam—, sé que empezamos mal, pero creíamos los rumores. Eso fue todo.
—Lo entiendo—contesté mintiendo.
—No, parece que no, pero confía en nosotros, no te falláramos—prometió Marco—, no sabemos lo que has vivido, pero podemos darnos cuenta de algunas cosas. No somos idiotas. Somos conscientes de que temes por Eilana y eres capaz de hacer cualquier cosa por ella. Así que sea lo que sea que pase en esa casa, estaremos de tu parte. Si es posible guardar silencio, lo haremos. Esa es una promesa que te haré.
Franco me observó serio.
—Estaremos contigo, Zack—prometió.
Al mirarlos, lo comprendí. Todos ellos me eran leales. De alguna manera, estos tipos habían terminado por seguirme. «Por ser mis amigos…», pensé con incredulidad. «Mierda, todo esto era surrealista»
—Lo comprendo—comenté sincero—, y lo agradezco.
Todos nos miramos.
—Antes de que empiecen a besarse…—comentó Mateo—, podemos ir a esa casa. Con cada segunda me estoy poniendo más nervioso.
Miré al mejor amigo de mi novia.
—Deja de ser un cobarde, idiota—espete—, no quiero que tus berridos arruinen todo.
Mateo iba a decir algo más, pero se quedó callado cuando hice mi asiento hacía atrás y reveló el escondite que tenía para mi arma.
Editado: 29.05.2024