EILANA
Estaba siendo llevada a donde se encontraba Sam, pero por más que me sentía preocupada por mi amiga, no era nada comparada a la angustia que sentía por no ver a Zack. Fue duro no seguir llorando, e intentar ser fuerte. Al principio había sido difícil conseguirlo, pero pude hacer. Aunque con mucho trabajo.
La promesa de Zack hizo que fuera “más fácil” sobrellevarlo todo. Incluso me hizo recordar el calor de su abrazo cuando la pronunció: “Volveré, gatita”, había dicho en mi oído. En ese momento, había estado a poco de pedirle que no se fuera, principalmente porque tenía miedo de no verlo más.
En el interior de ese coche, acompañada de cuatro tipos sombríos, bajé mi rostro a mi collar. Mi mano acarició el dije y de forma delicada, pasé las yemas de mis dedos por el material mientras recordaba el momento en que ambos dijimos lo que sentíamos.
«Mis sollozos eran tan fuertes que me hacían temblar todo mi cuerpo.
—Siempre te he creído—continué mientras lo observaba—, siempre.
Su otra mano deshizo mi agarré y empezó a irse.
—¡Te amo! —confesé cuando pasó por mi lado para irse, continué—, ¡Tú no eres como Zedrick! ¡Tampoco eres como Michael! ¡Sé que no eres así! ¡Lo sé! ¡Fue un error dudar por un momento de ti, pero nunca lo haré de nuevo! —me tape el rostro con mis manos.
El silencio perduró y mis sollozos incrementaron. “Se ha ido. ¡Lo he perdido!”
—Soy tan tonta—sollocé, destapé mi rostro y bajé la mirada para ver el dije. Con culpa, susurré—, porque tuve que dudar de ti y escuchar al idiota de Michael. ¿Por qué tuviste que decir todas esas mentiras para que yo te odié? Yo no te odio, Zack, yo te amo.
De pronto, unos brazos me levantaron del suelo y me abrazaron con fuerza.
—Yo también te amo, gatita—susurró la voz de Zack y me sentí incrédula de que aun siguiera aquí. Conmigo. “No lo he perdido”, pensé aliviada. Me abracé con fuerza mientras lloraba de alivio. ¡Él estaba aquí! Mientras agradecía, escuché que me decía al oído—, Confianza, es una de las cosas que siempre he querido de ti, amor. Qué siempre confíes en mí…»
—Confío en ti…—susurré.
—¿Dijiste algo? —preguntó el hombre a mi derecha.
Guardé con rapidez el dije y negué con la cabeza.
—No, señor.
Pude sentir la mirada del hombre y eso me hizo bajar la mirada.
—Estamos por llegar—comunicó de repente el hombre que estaba conduciendo. Alcé la vista y observé al frente para mirar al exterior, pero lo único que pude distinguir fue oscuridad y una luz encendida a lo lejos.
Desvié mi rostro y me di cuenta que ya no estábamos en la ciudad.
Tragué saliva.
«¿Y si era una trampa?», pensé con temor y desconfianza, pero luego recordé que fue Zack, quien me había dirigido con ellos y eso hizo que me tranquilizará de inmediato. Intenté duramente poner un semblante tranquilo y sereno, pero ver el lugar desconocido y en penumbras, me ponía un poco nerviosa. Con miradas constantes en el exterior, apreté mis manos en mi regazo.
Diez minutos eternos, el auto se estaba deteniendo en lo que parecía una casa abandonada. Un escalofrío recorrió en mi espalda por la vista. Pero antes de que pudiera procesar todo, sentí al hombre de mi derecha moverse para abrir la puerta del auto.
—Puedes salir—indicó el hombre que me tendía su mano para ayudarme a salir del auto.
Dudé.
—Puedes confiar en nosotros, no te sucederá nada—comentó el hombre que aún se encontraba conmigo en el interior del coche. Me di cuenta de que buscaba no asustarme, y eso me animo a tomar la mano de su amigo. El otro hombre, por su parte, me sujetó con firmeza, y me ayudó a bajar del coche.
Lo hice con lentitud. Cuidando de no caerme.
Cuando estuve enderezada, eché un vistazo superficial y no vi nada más que esa casa, y mucha oscuridad rodeándome. Mordí mi labio con incertidumbre y di una vuelta intentando ver algo más, pero no había mucho que ver. Las únicas luces que se veían era las de la casa cercana y nada más. Parecía que nos habíamos alejado de la ciudad y nos habíamos ido directamente a la nada.
Intenté que mis manos no temblaran tanto, pero el lugar parecía demasiado tenebroso.
—Por aquí—indicó el hombre que me ayudó a salir.
Lo volteé a ver de nuevo y observé que me dirigía a la casa. Donde muy seguro estaría Sam. Asentí con lentitud y lo seguí en silencio.
La sensación de estar dirigiéndome a una trampa, se sintió más real.
Crucé mis brazos para dar un poco de calor a mi cuerpo.
El trayecto se sintió todavía más inquietante y temeroso solo por escuchar nuestras pisadas en el suelo apedreado, sin embargo, me di fuerza a mí misma para continuar con el recorrido que me llevaría a ver a amiga.
—¡Eilana! —me llamarón y levanté la vista sorprendida por reconocer esa voz.
El hombre enfrente de mí no parecía sorprendido de ver a Franco.
—Se encuentra desconfiando de nosotros—expresó—, ¿puedes tranquilizarla?
Franco me miró con el ceño fruncido.
—Claro—pronunció con lentitud y quitando su sonrisa.
No me gustó ver su mirada de simpatía. Como si buscará no asustarme.
—Hola—pronuncié en voz baja al llegar a la puerta.
—¿Todo está bien?
Asentí con lentitud. Desvié la vista a la puerta. Pero no me dieron el paso para entrar a la casa.
—Sí, estoy bien—respondí en voz baja.
Sentí que Franco me miraba mucho, y cuando lo volteé a ver de nuevo, me di cuenta de que era así. «¿Por qué me mira tanto?», pregunté con un poco inquietud.
—Él estará bien, Eilana.
Sorprendida, lo miré con mis ojos completamente abiertos.
—¿Qué?
Editado: 29.05.2024