EILANA
Al día siguiente de haber consolado a Sam, me levanté esperando ver el rostro triste de mi amiga, pero en vez de eso, observé el rostro de mi novio.
No era como si no quisiera a Sam, pero al ver a Zack acostado a mi lado, simplemente grité emocionada y lo abracé mucho, muchísimo. El miedo a perderlo había quedado en el olvido al sentirlo conmigo. Su olor maravilloso impregnó mis fosas nasales.
«¡Está aquí!», pensé emocionada al recostarme en su pecho. Fue en ese momento que recordé de la vez que le había dicho que olía horrible, pero había sido una total mentira, solo había sido una forma de alejarlo por completo de mí. No deseaba sentir nada bueno de Zack, pero conforme nos conocíamos, me di cuenta que él había terminado invadiendo todos mis pensamientos.
Ahora, después de varios meses y haber vivido una minúscula separación, me sentía tan anclada a él que era una agonía pensar en un futuro sin mi chico oscuro.
Sus brazos me rodearon.
—Hola, amor—pronunció en mi oído, para después colocar un beso en mi cuello.
Un temblor recorrió mi cuerpo al sentir ese leve contacto.
—Te extrañé tanto…—susurré con los ojos cerrados.
—Yo también—declaró—, muchísimo.
No tenía que decirlo, lo sabía bien.
Su abrazo decía mucho. El que viniera aquí, también me lo demostraba. De alguna manera, su presencia después de todo lo que habíamos pasado, se sentía como un bálsamo.
Todo estaba bien ahora.
Levanté mi rostro y lo observé. Cada emoción era clara en sus ojos. Podía verlas.
—De ahora en adelante—empezó a decir, mirándome—, nadie vendrá a buscarme, ahora soy todo tuyo.
El significado de esas palabras, me hizo sonreír. Aunque podía sentir alguna lagrima deslizándose en mi rostro.
—¿Estás seguro?
Asintió. Su mano sujeto mi rostro.
—Lo estoy—aseguró, con sus ojos mirando los míos—, soy libre para estar contigo.
Lo volví abrazar. Él hizo lo mismo conmigo. Nuestro abrazo mostraba el amor que sentíamos y el miedo que habíamos sentido sobre la posibilidad de no vernos más.
—Tenía tanto miedo de no verte—confesé con dolor, escuchando los latidos de su corazón—, de que algo te pasará y yo no podría estar para ti. Me sentía tan mal de dejarte ir.
Sentí sus labios en mi cabello.
—Yo también—susurró—, tenía demasiado miedo. Debo de confesar que estuve a punto de hacer algo suicida.
«¿Suicida?»
—¿Qué? —pregunté, alarmada. Intenté alejarme.
Él me sostuvo con más firmeza.
—No te asustes—indicó, calmado—, no lo hice, mi promesa me recordó que debía de volver.
La profundidad de sus palabras, me hizo comprender que algunas cosas malas habían pasado.
—No quiero vuelvas a intentar eso—ordené, enojada y asustada—, nunca.
—Nunca más—prometió. Con ayuda de su mano, alzo mi rostro y me observó—, te amo, mi chica escurridiza.
Un recuerdo de nosotros en el pasado, pasó por mi memoria.
«Zack me apoyó en la puerta y me dio vuelta enseguida. Al tener su rostro cerca del mío, mi corazón empezó a latir con fuerza. Todo por culpa del miedo que sentía en ese momento.
La frialdad en los ojos de Zack me hicieron temblar.
—Eres muy escurridiza, pero no importa cuánto corras, siempre te atraparé.
Esa simple oración me sonó a una amenaza.
Mateo había tenido razón. Nunca me iba a poder deshacer de él.
Quise escapar de ese encierro en que me tenía sometida, pero su rostro se inclinó hasta estar a pocos centímetros del míos…»
Parpadeé, y volví a mi presente.
—También te amo, mi anticristo—pronuncié, ahora yo cerniéndome sobre él.
Mis labios tocaron lo suyos con suavidad, sin embargo, pronto Zack tomó el control de mi beso y continuó saboreando cada rincón de mi boca como tanto ansiaba. Los toques de su lengua eran ansiosos y parecían decir algo más. Algo más intenso.
Zack nos dio la vuelta en la cama y quedó encima mí.
El beso incrementó cuando llevó mis manos a su cabello y busqué acercarlo más a mí. Deseando que no se alejará. Zack también lo quiso de esa manera, su mano volví a tomar mi rostro.
Intentando llegar más profundo.
No sabía que estaba pasando conmigo, pero no deseaba que se detuviera de besarme. Mis manos tocaron su cuello y bajaron por su piel descubierta. «Dios…», pensé nublada de muchas sensaciones extrañas. Zack mordió mi labio, y gemí, fuerte.
Y se detuvo.
Intenté besarlo, pero arrancó sus labios de los míos.
—Espera un momento—pidió cuando me acerqué.
Abrí lo mismo y observé que tenía una expresión de sufrimiento. Lo miré.
—¿Qué sucede?
No respondió a mi pregunta. En vez de eso, respiró profundamente.
—¿Zack? ¿Estás bien?
—Solo dame unos minutos, amor—pidió con voz gruesa, con los ojos aun cerrados—, solo unos minutos más.
—¿Te duele algo? —pregunté al ver su rostro contenido. Esa pregunta, parecía causarle un poco de gracia. Su leve sonrisa, me indicaba de ello.
—No, gatita—respondió, abriendo sus ojos—, no me duele nada.
No podía estar segura, pero sentía que Zack estaba mintiendo. Estuve por preguntarle de nuevo, pero se levantó de encima y se enderezó. Su rostro volvió a mostrar la calma.
Me tendió la mano.
—Vamos, es hora de irnos.
Asentí. Y tomé su mano.
(…)
Desde ese día en la cabaña, había pasado una semana.
Todos habían cambiado, incluida yo misma. Me sentía diferente, lo sabía con seguridad. También sabía otra con la certeza como que me llamaba Eilana, y esa era que Zack estaba evitándome.
Editado: 29.05.2024