No Soy Él[segunda Parte]

Capítulo 27

ZACK

¿Qué podemos decir de la tentación? ¿Es una prueba para saber qué tan bueno eres? 0 por el contrario, ¿Que tan débil eres a esa atracción? En mi caso, yo me creía fuerte, pero ahora sabía que era un debilucho. Con Eilana cada fuerza de voluntad se deshacía en un segundo.

Su inocencia me dejaba noqueado.

Había salido librado del mismísimo Tomber, un hombre sanguinario, sin embargo, no le tenía tanto miedo como a la chica de cabello rosa. La misma chica que no dejaba de mirarme con cruda intensidad. Lo que hacía todo peor a la situación actual.

No me creía un santo, más bien lo contrario. Me sentía como alguien oscuro con un disfraz erróneo.

Antes de Eilana, podía tener sexo con una mujer sin sentir miedo de ahuyentarla. Al contrario, ellas venían a mí y no sentía remordimiento. Les daba exactamente lo que habían venido a buscar y yo podía continuar mi vida normal. No había culpa en el hecho.

Pero ahora ya no estaba en ese tiempo. No era ese Zack.

Después de todo lo de que paso con Russo, creía que podía ser mejor para Eilana.

Me equivoque.

La cruda necesidad de poseerla se hacía más grande conforme pasaba el tiempo. Me sentía como un maldito depredador cuando le colocaban un trozo de carne jugoso enfrente de sus narices. Por esa misma razón, huía de ella. Por su propio bien. Para su propia protección. Fue algo cobarde, pero Eilana me reducía a un imbécil con pensamientos viles.

Sin embargo, tarde descubrí que el destino me odiaba, y hacía Eilana viniera a mí.

Atormentando más mi cordura.

¿Lo peor? Mi gatita lo hacía sin ser consciente de ello. Porque en esa mirada no había miedo, había deseo. Pude reconocerlo con mucha facilidad. Mi cuerpo se puso tenso. Más por miedo de asustarla que por otra cosa, es que no quite la distancia que nos separaba. Ese metro de lejanía era lo que necesitaba para mantenerme cuerdo, y no cometer una estupidez.

Al ver que ella no dejaba de mirarme con la boca abierta, tuve que hablar primero.

—¿G-gatita? —me aclaré la garganta al oír el tono grave de mi voz, y continué—: ¿Qué haces aquí?

Ella no respondió, continuó mirándome con la boca abierta. «Maldita sea, ¿acaso tenía una idea de que eso hacía en mí?»

—¿Gatita? —volví a llamar su atención, pero ella parecía conmocionada por lo que veía. Intenté que su mirada no me afectará, pero estaba siendo complicado cuando ella seguía observándome de esa manera—, ¿Gatita?

Un chico pasó detrás de ella y supe que era el momento de moverme. Dando un paso adelante, tomé su brazo—ni siquiera puso objeción—y continuó con sus ojos en mi abdomen. Su expresión podría haber sido cómica sino fuera por la situación actual.

—Eilana—llamé con más fuerza mientras tomaba su rostro para que me mirará a los ojos, y volví a preguntar preocupado por su estado—, ¿me escuchas?

Ella parpadeó rápidamente y asintió con lentitud.

—¿Estás bien? —pregunté, mirando esos ojos inocentes.

Asintió y después de pensarlo mejor, negó con la cabeza.

—Me estás confundiendo—dije—, y el que no hables, solo me preocupa más.

Abrió su boca, pero no salió nada. Solo me miró en shock. Deseaba ir a vestirme, pero me preocupaba más su estado. No sabía si estaba de ese modo antes de que llegará conmigo o yo era la razón de su estado.

—Cariño—dije con más fuerza e inclinándome sobre su rostro—, háblame.

Abrió su boca y…

—Estás desnudo…—susurró casi inaudible, mirándome con sus ojos completamente abiertos. «Rayos, era por mí», pensé mientras intentaba hacerla volver en sí.

—Es cierto—dije lentamente—, pero me iré a cambiar para que no entres en pánico.

Empecé alejarme y cuando quité mi mano de su rostro, ella la tomó enseguida. Reteniéndome.

Tragué saliva.

—¿P-por qué estabas desnudo? —cuestionó con un poco de fuerza. Le iba a responder, pero ella parecía estar recuperando las fuerzas y volvió a soltar con furia—, ¡¿Por qué estás desnudo?!

Alce las cejas sorprendido por la inesperada furia.

—Estaba bañándome—expliqué mientras retrocedía un paso, pero mi novia en vez de tomar distancia para su protección, empezó acortarla ella misma, y decidí preguntar con cuidado—, ¿estás enojada conmigo?

Eso pareció hacerla explotar.

—¡Sí! —gritó, acercándose más a mí, y cuestionó con rabia—, ¡¿Por qué abres la puerta cuando estás desnudo?!

Miré sus ojos.

—Creí que era el idiota que comparte la habitación conmigo—expliqué calmado, pero ella parecía más enfurecida con la explicación—, no es para tanto, gatita.

Se pegó casi a mi cuerpo.

—¡Claro que sí! —espeto con furia, intentando parecer intimidante—, ¡¿Y si no hubiera sido él?! ¡Y si hubiera sido una chica?! ¡¿Qué ibas hacer?! ¡Dejarla mirarte!

«¿Qué?» Ahora quien no podía hablar era yo. «¿Ella está celosa de alguien inexistente?»

—Ninguna chica viene aquí, solo tú—dije con suavidad, mirando sus ojos, intentando que no se acercará demasiado. No quería que viera el problema que estaba ocurriendo debajo de la toalla, y continué diciendo—: así que no te preocupes por eso. Te lo aseguro, ninguna chica.

Creí que iba estar tranquila e intenté retroceder para ir a cambiarme, pero su mano en mi brazo me detuvo de siquiera dar un paso lejos de ella. La miré sorprendido por esta nueva actitud.

«¿Dónde había quedado mi tímida chica?»

—¿A dónde vas? —cuestionó enojada, mirándome—, estoy hablando contigo. — No pude evitarlo, me eché a reír por sus reclamos—. ¡No te rías de mí!

Su voz herida me hizo corta la risa de inmediato. Al verla, entendí que ella no comprendía toda la situación. Decidí que era momento de darle un poco de mi perspectiva. Me acerque a su cuerpo, ella no retrocedió. «Tan valiente, aunque no tiene idea de lo que deseo hacer ahora»




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