Teddy Lupin
—Rápido par de bobos —exclamó Li.
Los terminó descubriendo al poco rato, había seguido al parecer a su tonto novio que ni siquiera fue cuidadoso para ver que alguien seguía sus pasos. Se negó a irse y no les quedó de otra que hacer partícipe a Lily del plan que tenían en mente esa noche.
—Hey! Yo no soy bobo amor.
—Claro que lo eres y me encanta —dijo Lily mientras le daba un beso rápido.
—Este no es momento para que se estén besando —fruncí el ceño enojado.
—Que ¿Celoso? —dijo en juego ella.
—Para nada, ni lo más mínimo —se negaba para que no lo descubriera—. Ya, no perdamos más tiempo y terminemos cuanto antes.
Corrieron hacia la cabina telefónica, entraron marcando los dígitos 62442, lograron burlarse de la voz femenina con un hechizo de confusión haciéndole parecer que de ser las dos y media de la mañana eran las dos de la tarde. Pues sabían que por la hora era negada la visita al Ministerio a menos que pertenecieras a un rango alto como trabajador.
Aún les pidió las razones por las que estaban y mintieron diciendo que tenían que asistir al juicio de Anne Trove, el cual había investigado previamente Ted y sabía que era a las tres de la tarde. Les concedió finalmente una identificación de plata.
Sabían que lo más difícil era lo que venía adelante, la seguridad y la examinación a sus varitas, pero ya estaban preparados, el padre de Scorpius tenía varias varitas extra en su despacho, por lo cual su hijo no dudó en tomar algunas. No tenía idea a quienes habían pertenecido, pero decidió arriesgarse.
Con lo que no contaban era que Lily estaría, el sólo había tomado dos. A pesar de eso Li se negó a dar un paso atrás, los descubrirían. Continuaron con el plan, harían como si ella no estuviera y esperaban que no ocurriera nada.
—Sr. Derek Bleston y Sra. Willa Bleston, adelante —dijo la voz de la mujer de la cabina. Todos suspiraron a la vez, pues había sido una suerte que no los descubrieran. Lily hizo el sonido de una pequeña risita tapada por sus manos, pues Scorpius y él se hacían pasar por un matrimonio.
Al instante empezó a bajar la cabina hasta llegar al atrio, ya estaban dentro, debían dirigirse al departamento de Seguridad Mágica. Donde a lo mejor encontrarían a los reclusos.
Se apresuraron a presionar el botón del ascensor para llegar al piso dos. Con lo que no contaron fue que los prisioneros ya no estaban ahí.
—¿Y qué haremos? Fue inútil lo que hicimos, ni siquiera están —dijo Scorpius decepcionado.
—Claro que no, hay más cosas que podemos encontrar, no desaprovechemos la oportunidad que tenemos. Abran los ojos, ¿Qué puede haber aquí que nos ayude?, ¿Algún objeto? No lo sé, lo que se les pueda ocurrir —concluyó con optimismo la pelirroja.
—Tiene razón —dije.
Y la tenía, podían indagar un poco de los documentos restringidos.
Lily Potter
Decidieron dividirse, Lily iría al noveno piso, su padre le había comentado alguna vez cuando fue con la ayuda de sus amigos al Ministerio en busca del rescate de Sirius, que al final concluyó en un mal resultado, al ser una trampa de Voldemort para descifrar la profecía.
A ella siempre le había dado mucha curiosidad con lo que encontraría, sabía que no cualquiera podía entrar y que se trabajaba para descubrir los secretos de la muerte, el tiempo, el espacio, el pensamiento, el amor y las profecías de los registros, esa era su oportunidad para curiosear y no la perdería.
Se abrió el ascensor y escuchó la voz de la mujer diciendo <<Departamento de Misterios>>, salió y se topó con la primera Sala, ahora entendía porque era llamada sala de cerebros, realmente era lo que había, no era una metáfora.
En esta había un tanque de cerebros que nadaban en una solución acuosa de color verde, de los cerebros sobresalían asquerosos tentáculos, era aterrador.
Pasó rápidamente la sala para continuar con la Cámara de la muerte que a su parecer era más aterradora que la de los cerebros. En esta había unas gradas de piedra que conducían a un pozo situado en el centro de estas. En el hoyo del pozo había un estrado alto en el que destacaba un arco de piedra con una manta negra hecha jirones. Ella recordaba que su papá le había dicho que una vez que se cruzara no había vuelta atrás con la muerte. Y le asustaba pensar lo que sintió su padre al ver la muerte de su padrino, no quería ni imaginarlo.
Casi corrió para salir, se preguntaba cómo los que trabajaban no sentían esa presión en el pecho que ella estaba sintiendo, algo no le estaba convenciendo del todo, tenía un mal presentimiento.
Lo que ella verdaderamente quería visitar era la Sala de Profecías y esperaba que la siguiente fuera esa. Y lo era, una cámara fría, lúgubre y amplia con techos que parecían ser infinitos, pues no podía apreciar hasta dónde llegaban por lo obscura que era la habitación. Esta estaba llena de repisas que reposaban miles de esferas. Era tan grande como para perderse.
Siguió caminando sin rumbo alguno, se le erizaban los vellos de los brazos, algo la estaba llamando, escuchaba la voz suave de una mujer, ante la curiosidad que emergía de ella, caminó hasta estar enfrente de una profecía. Sucumbió ante el deseo de tomarla en sus manos, tenía su nombre. Parecía decir algo, aunque no con la claridad para entender. También tenía el nombre de Majena Meretrus y databa el año 1968. Mucho antes de que naciera ella o su padre. Al tacto se sentía caliente, agradable para la humedad que había en el Departamento de Misterios.