POV. Lily Potter
Ya estaban enfrente de la puerta de la amiga de Albus, a nada de tocar cuando la puerta se abre.
—Lily, te estaba esperando.
—¿Vas a salir? —preguntó Lily, se imaginaba que lo haría por la forma tan extraña en la que abrió de repente la puerta.
—No, justamente los vi por la ventana. Adelante, pasen —se movió la pelinegra de la entrada para hacerlos pasar.
A la ojiverde le pareció curioso la ropa que lucía, una especie de pantalón-falda color negro que se partía a la mitad del muslo, era peculiar, acompañada de una camisola color caqui, haciendo la ilusión de verse corpulenta, a pesar de ser tan menuda, aunque ligeramente más alta que ella.
Esperó no mostrar su sorpresa para adentrarse a la casa, lucía tan rústica como la última vez, con paredes y piso de madera color pino, lo que le daba luminosidad y hacía hogareña. Pasaron hasta su comedor, con sillas y mesas del mismo material, por otro lado, las fundas de los asientos color rojo bermellón era lo único que hacía al comedor menos monótono.
—No sé si mi hermano te dijo… —empezó diciendo Lily, antes de proceder a sentarse—, lo que trato de explicar es delicado y no puede…
—No necesitas rebuscar —le dijo Tara con amabilidad.
—Aequus —dijo sin pensar, mordiéndose el labio inferior.
No necesitaba perder tiempo, era ahora o nunca. Ted y Scorpius la miraban fijamente sin saber lo que acababa de pronunciar, ella también desconocía el significado.
—Antes… no quisieran ¿un té, agua, café? —se levantó de su asiento dándoles la espalda con la varita en mano para hechizar una tetera con agua y hacerla hervir.
Tara fue la primera en decirle que fuera directo al punto y ahora ella era la que hacía tiempo.
—Está bien, primero que nada, tienes que saber que Aequus es un grupo que ha existido por años, mucho antes de que se llevara a cabo la Guerra de Magos Global, está conformado por generaciones de magos y hasta la fecha no han sido reconocidos por falta de pruebas —tragó saliva antes de seguir—. La leyenda cuenta que todo inició en Rusia, cuando dos amigos junto con la novia de uno de ellos descubrieron aquella llama de fuego capaz de almacenar cualquier energía —Lily frunció el ceño al escuchar lo último, ella en su vida había escuchado de algo similar—. No cualquiera puede controlarla, se dice que son pocos los que pueden controlar una energía inmensa como la que tiene la llama, no quemará si la sabes dominar.
» Por el momento, cada ministerio se ha encargado de mantenerlo en secreto para evitar la paranoia que causaría que un grupo como Aequus tenga en sus manos un arma tan letal. El lema de ellos es: “Igualdad e inexpresividad llevad a la Perdurabilidad”. No se tientan el corazón en cometer atrocidades.
—¿Igualdad en qué sentido? Porque me querrían, Al mencionó que me buscaban ¿Por qué? —nada tenía sentido, o al menos ella no entendía nada— ¿Qué pasará el día en que decidan imponer poder?
Volteó a ver a Scorpius y Ted, uno tenía el gesto totalmente preocupado, mientras el otro tenía la mirada perdida. Hubo un momento de silencio en el que cada uno cavilaba en sus pensamientos.
—Ahora entiendo todo —habló Ted, se estaba tomando con la mano la frente fruncida—. Los ataques, la rapidez en la que se extinguió el fuego hasta verse envuelto en cenizas. ¿Fue esa llama de la que hablaste no? —terminó conjeturando—. Las cartas… fueron ellos, lo que le ocurrió a Albus, ellos lo hicieron.
Antes de que pudieran continuar hablando se escuchó un estruendo en las calles, un sonido tan abrumador que terminó haciendo vibrar los tímpanos de cada uno. Tara que en ningún momento se sentó corrió hacía la puerta, para ver lo que sucedía.
—Ya llegaron —susurró.
Sin soltar su mochila Ted le tomó la mano y jaló a su cuerpo, aferrándola. La miró a los ojos por un instante, hasta desviarlos a la puerta para salir. Ella no se detuvo a voltear a ver a Scorpius, sabía que estaría detrás.
—Tómense de las manos —gritó Ted, ella tomó con la otra mano a Scorpius, Tara corrió hacía ellos para formar un círculo con las manos.
Y sin más, se encontraban en un sitio lleno de piedras gigantes y vegetación, no sabía donde se encontraban, trató de rascarse la nariz sin éxito, pues ambas de sus manos estaban sujetas, al saber por quienes o más bien por quien, se sonrojó levemente, la volteo a ver y a pesar de que él se negara a soltarla hizo un esfuerzo hasta conseguirlo. Se volteo a darle la espalda.
—¿Dónde estamos? —preguntó Scorpius a su primo.
—Seguimos en Reino Unido —exhaló tocándose la parte trasera de la cabeza—. Caminemos, cerca de aquí podremos descansar.
Lily estaba preocupada, ¿qué pasaría con su familia? Su padre, su madre, sus hermanos ¿estarían bien?
—Sé lo que te preguntas, ellos estarán bien, tu padre los resguardará —le contestó seguro de sí mismo Ted.
Y por más que le afirmara aun persistía la sensación de angustia en su pecho. Llevaban diez minutos caminando hasta ver a los lejos una pequeña choza de piedra caliza, amplia y linda. Parecía estar conectada a otra. Más cerca, pudo vislumbrar que no era tan pequeña como se veía a lo lejos.