No soy Soobin

Capítulo 54

Soobin quitó la mirada de su libro, fijándola en el reloj sobre su escritorio. Eran casi las cuatro de la tarde y, por tanto, su pequeño hermano ya debía haber bajado del autobús escolar, así que se asomó por la ventana de su cuarto con la intención de dar con él. Lo encontró caminando no muy lejos de casa, a un paso lento mientras su mirada estaba baja, concentrada en las líneas de la acera, las que solía evitar pisar. Soobin sonrió, acostumbrado a sus manías, y alzó su mano con intención de gritar a todo pulmón su nombre para llamar su atención y apresurar su paso. No obstante, la sonrisa en sus labios se desvaneció al percatarse de que otros 4 niños, que vivían en los alrededores y tenían edades similares a la del menor, se acercaron a él por detrás con rostros no muy amigables.

- ¡Beomgyu!

El menor no tuvo tiempo de reaccionar. 

Uno de los desconocidos tomó a Beomgyu del brazo, obligándolo a girar. Otro no demoró en empujarlo con fuerza para derribarlo en el piso, provocando que cayera de rodillas a los pies del primero. Los golpes y las burlas llegaron al instante y Soobin abandonó la ventana para correr al primer piso, desesperado, empujando la puerta de entrada con la intención de salir a la calle. Sus manos, temblorosas, notaron que su esfuerzo era nulo pues la puerta se encontraba con llave. Giró hacia todas partes, en busca de ayuda, notando por primera vez la presencia de su madre, quien miraba atentamente por la ventana mientras se escondía detrás de la cortina. 

- ¡Mamá, Beomgyu! - Gritó, corriendo hasta ella para tirar de su ropa. - Unos niños... unos niños están golpeando a Beomgyu. - Su voz estaba presa del pánico. - ¡Hay que ayudarlo! ¡Mamá! - Continuó gritando con insistencia cuando esta no hizo caso.

Regresó a la puerta, tirando de ella, golpeándola con fuerza hasta el punto de dañar sus nudillos, llorando con frustración porque los segundos continuaban pasando y él no obtenía resultado; él no sabía qué tan lejos estaban dispuestos a llegar para hacerle la vida imposible a su hermano. 

- Abre la puerta. - Sollozó, desconsolado, golpeando con sus pequeñas manos la madera. - ¡Por favor, abre la puerta!

La mujer giró a verle por primera vez, impasible, encontrándolo de rodillas en el piso mientras seguía golpeando insistentemente la puerta. Caminó hasta él, incándose a su lado, y el niño observó con sus ojos llenos de lágrimas a la mujer de mirada vacía. 

- Soobin. - Su voz era monótona mientras extendía su mano hacia él, acariciando sus cabellos. - No llores, Soobin.

- Beomgyu... - Sollozó. - Ayuda a Beomgyu, mamá.

- Lo estoy ayudando, hijo. - Ella continuó acariciándolo, imperturbable al llanto desgarrador que invadía a su hijo mayor. - Tu hermano está enfermo y esos niños lo están ayudando. Ellos lo están enderezando para que vuelva a ser un niño normal.

- Beomgyu... Beomgyu no está enfermo. - Balbuceó, la mirada de ella sólo oscureció aún más.

- Él lo está, Soobin. - Aseguró. - A tu hermano le gusta un niño de su clase. ¿Eso suena bien para ti? - Él no respondió. - A los niños les gustan las niñas, ¿cierto? - Ella asintió, como si se respondiera a sí misma. - Así que Beomgyu... ya que no me escucha... debe aprenderlo de esta forma.

- Mamá...

Joohyun se puso de pie, caminando de regreso hacia la ventana para observar el panorama no muy lejos de ahí. Soobin lloraba, sobrecogido, mientras decía que ya había sido suficiente, que él ya había aprendido, que no era necesario continuar. Pero ella no lo escuchaba, jamás lo hacía. 

Minutos más tarde terminó por alejarse, volviendo a la cocina como si nada hubiera pasado, como si su hijo menor no estuviese aún afuera enfrentando las peores partes del mundo con tan sólo 7 años. Y Soobin, aún angustiado, se encaramó por la ventana para salir por esta. Visualizó el pequeño cuerpo de su hermano en el piso y corrió sin precedentes, tan rápido como sus pies se lo permitieron, sintiendo la distancia que los dividía un infierno interminable incluso si realmente no era así. Las lágrimas aún bloqueaban su vista, su cuerpo aún temblaba debido al miedo, el shock. Tropezó y cayó en sus rodillas sin poder evitarlo, sintiendo el ardor en estas y su pequeño mundo colapsar. Lloró, aterrado, porque no tenía fuerza, porque no tenía voz, porque sólo tenía 9 años y no era lo suficientemente grande para cuidar de su hermanito. 

Escuchó unos pies siendo arrastrados y limpió sus lágrimas cuando reconoció esas zapatillas. Beomgyu estaba frente a él, mirándole con una pena indescriptible, metiendo sus pequeñas manitas en sus bolsillos mientras parecía buscar algo. 

- Muéstrame tus rodillas, hyung. - Pidió y el mayor obedeció, viendo cómo el pequeño sacaba un sobre de tiritas con adorables dibujitos, abriendo una para pegarla en su rodilla derecha con todo el esmero del mundo, sonriendo cuando cubrió la herida pues se sentía orgulloso de su trabajo. - Ya está, ¡ya no llores, hyung! Con eso va a sanar pronto. - Prometió, enseñando una adorable sonrisa dental.

Los ojos del mayor se volvieron a llenar de lágrimas por su imagen, por su acción. Beomgyu estaba lleno de rasguños y moretones. Beomgyu tenía su ropa y su mochila completamente estropeadas y un pequeño corte en su labio que debía arder mucho, pero aún así estaba ahí mirándole con ojitos tristes al notar que su tirita no había sido suficiente para que dejara de llorar. 

- No llores, hyung, de verdad dejará de doler. - Su voz sonó desesperada. El llanto de Soobin sólo se volvió más desesperado y el niño acercó sus labios a la rodilla de su hermano mayor, depositando un fugaz beso como consuelo. - ¿Está bien ahora? - Preguntó inocentemente, recordando las muchas veces que su madre había besado sus heridas y golpes porque no había mejor medicina que una muestra de amor.




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