No soy tu nerd, pendejo

3

¿Cómo es posible que no se den cuenta?

—Jenny, ¿qué mierda con eso? 

—¿De qué hablas? 

—¿Ves a ese Chandoso de ahí?

Miró en la dirección que le indiqué, con una mirada llena de confusión y curiosidad.

—Sí, sí, ese que sonríe como idiota. Es un hijue-

Puso su mano en mi boca un momento antes de yo terminara de decir mi pensamiento para nada erróneo. 

—¡Ami! ¡De por Dios! ¡¿A dónde fue tu sensatez!? —exclamó, bajando el tono de su voz. 

Estábamos en el centro, habían muchas personas a nuestro alrededor. Por supuesto, a Jenny le preocupaba llamar la atención. Señalé la alcantarilla. Daba la casualidad de que nos cruzamos con una justo en este momento. 

—Mírala, está bajando por ahí. Oh no, está apunto de perderse en medio de esas asquerosas lluvias. Rayos, ya se fue —volteé a verla y continúe—: La Marica no sabía nadar, ¿qué procede? —Sonreí con cinismo.

—¿Qué fue lo que pasó mientras me fui? —Frunció el entrecejo.

—Fue culpa de la chanda, lo juro —me defendí detenidamente, en un tono confidencial. Aunque no podía decir lo mismo de mi mirada de lunática, que era todo lo contrario a la palabra sutil.

Hace dos semanas.

Está en todas partes.

Lo veo en las mañanas, cuando llego al colegio de mi casa. 

Lo veo mientras voy a comprar a la cafetería.

Lo veo cuando rotamos a otra clase. 

Lo veo cuando terminan las clases. 

—Ya no lo soporto... —Mi mirada estaba fija en ningún lugar en especial. 
—¿Qué cosa? —preguntó Jenny, escribiendo algo en su libreta.
—Creí que Dios era el único que podía estar en todas partes, Jenny. Esos bastardos me mintieron.
Jenny apartó la mirada de su libreta al oír mi comentario tan fuera del contexto habitual llamado: “No quiero hacer la tarea”. Su desconcertado '¿estás bien?' solo hizo que sonriera con la mi usal expresión de 'mátenme'. Al ver mi cara se tranquilizó.
—¿Crisis exitencial?

—Sí, sí, claro.

¡¿Siempre tengo cara de que me quiero morir?! ¡¿Acaso soy la única que nota a ese man todos los días?! ¡Parece mosca en hora de almuerzo!

Cada vez que lo miraba volteaba a ver a otro lado, diciendo repetidas veces en mi cabeza 'si no lo veo, no existe'. No podía hacer lo mismo cuando escuchaba su nombre o su voz al responder los llamados que le hacían.

¡Todo a los hijueputas gritos! Claro, tengo que oír ese horrible nombre por culpa de estos animales.

—Ami, debo contarte algo. —Dejó su lapicero encima de su libreta—. Me voy a ir por una semana a cuidar de un familiar.

Miré hacia el corredor a través de la ventana del salón, procesando la nueva información.

—¡¿Dónde está Ian?!

—¡Fue al baño!

Qué hijuepu...

—No tienes que preocuparte, Ami, no es nada grave.

—Espero que te vaya bien, Jenny, si puedes me escribes. —El estrés recorrió todo mi cuerpo, aún así, le deseé la mejor suerte a Jenny, sé que estará bien.

Intenté enfocarme únicamente en Jenny, una semana sin ella sería aburrida y solitaria. Somos muy tranquilas y no mantenemos riéndo como locas por los chismes que rondan en el colegio, a diferencia de nuestras compañeras, quienes gritan y ríen como si no hubiera un mañana, convirtiendo el salón en una galería.

Sonreí al mirar a Jenny, la única que tiene clase entre los salvajes. La abracé por encima de su hombro y le dije que quería ir a la cafetería. Había sonado el timbre para salir al segundo recreo de díez minutos.

 


Por obra del espíritu santo, en lo que quedaba de la semana pude pasar de las horribles coincidencias que tenía con el idiota de Ian.

Era un sábado lleno de pereza y tranquilidad. Estaba con Jenny, nos dirigíamos a comer helado, más tarde iría a casa de su familiar, me sorprendió que fuera tan pronto.

—Está bueno para dormir un rato. —Miré el cielo. Estaba nublado, más tarde lloverá.

—Creo que me voy a dormir en el viaje —manifestó Jenny, limpiando su comisura con una servilleta.

—Cualquiera, Jenny. —Me reí y terminé de un solo bocado el último pedacito de cono que tenía en mis dedos.

Caminamos un rato después de comer. Hablamos trivialidades mientras el tiempo pasaba con rapidez. La acompañé a su casa y me despedí con un fuerte y duradero abrazo.

—Compórtate, ¿sí? Qué bueno que no estamos en temporada de exámenes. Nos vemos en una semana. —Sonrió por última vez, subiendo a el carro de su padre.

—Adiós, Ami, cuídate —se despidió el padre de Jenny.

—Usted también, Don Ricardo. —Agité mi brazo en el aire y esperé a que desaparecieran en la carretera.



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En el texto hay: humor, badboy, romance

Editado: 18.07.2021

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