No soy tu nerd, pendejo

4

El fin de semana transcurrió tan rápido que mi mente seguía pensando que hoy era domingo y no lunes. Mi mano sostenía mi rostro de no caer y golpearse contra la mesa de la silla. A mis espaldas solo oía las conversaciones de mis compañeros, que en vez de molestarme me arrullaban; ya me había acostumbrado a esta rutina.

—Oiga, ¿escuchó?

—¿Qué cosa?

—Dicen que esta semana va a ser cívica.

—¿Y qué con eso?

—Venga le cuento. Oí por ahí que los colegios que tienen convenio con otras instituciones planean cambiar las dinámicas educativas porque el nuevo rector del San Antonio se puso de sapo a decirle a un viejo de la secretaria de educación que el desempeño estudiantil ya no es tan bueno como antes por culpa de los profesores que no saben enseñar.

—¿Qué? ¿En serio?

—Sí, Parce, no soy el único que lo ha escuchado. También escuché que van sacar a los profesores que ya se jubilaron y siguen dando clases.

Giré un poco la cabeza para seguir escuchando. Por fin decían algo interesante. 

—Ojalá saquen al cucho de sociales, ya tiene como tres pensiones ese marica.

—Una pensión para la moza, la otra para la mujer y la última para el trago, ja, ja, ja.

—Ese viejo es un hijueputa, todos saben que los viernes viene una muchacha para irse con él.

Los compañeros no se equivocaban, yo misma presencié el hecho hace unas semanas. El profesor había acabado de salir del colegio y yo tuve que sacar fotocopias de un libro para una tarea. Me tocó ir más lejos porque las fotocopiadoras que quedaban cerca estaban cerradas o no tenían servicio, daba la casualidad que la única que servía estaba al lado del parqueadero que el profesor suele usar. No sé si está muy ciego o muy tragado de la chica, pero ni notó que yo estaba ahí, como a dos metros de distancia de donde él ayudaba a su acompañante a subir al auto.

—Muchachos, vamos a formar, la profesora ya está en la cancha —avisó una compañera en la entrada del salón.

Miré el puesto de Jenny con tristeza antes de irme; tenerla cerca es muy agradable, aprendo más de sus comentarios sobre la tarea que de la explicación del mismo profesor.

Cuando llegué a formar, me encontré con otra organización para nada favorable de los diferentes grados. El grupo del Innombrable estaba enfrente del mío. Para colmo de males, los primeros estudiantes que estaban frente a él no eran lo suficientemente altos como para siquiera taparle la boca. De no ser por sus amigos, que hablan hasta por los codos, ya se habría dado cuenta de mí y mi lamentable situación. Empuñé mis manos a cada costado de mi jardinera. Podría jurar que el diablo se levantó hoy a más tardar a las siete de la mañana, fue a su cocina y preparó un café, no muy fuerte, no muy dulce. Se sentó en su silla de preferencia y revisó mi expediente. Planeó mi día como si tuviera el derecho y, cuando estaba por terminar la idea sobre cambiar la formación de los grupos, puso al imbécil bien enfrente de mí, mientras decía: "Para más placer".  

Hice un desastroso intento por enfocar mi mente en el principal objetivo de la formación, el anuncio de actividades previstas para la actual semana, cuando sentí una mirada en mí. Solo podía pensar en lo desafortunado que es mi destino y en las veces que iba a rociar mi cuarto con agua bendita para espantar al desgraciado responsable de mis desgracias. Mis labios se movían nerviosos, a medida que mis pies comenzaban a cansarse de mantener la presión tanto física como mental de mi cuerpo. Sería un milagro si mi frente se muestra intacta de cualquier rastro de sudor ante esta presión tan abrumadora. Ni si quiera la tensión por ir a solicitar una cita médica se podría comparar. De seguro pensará que ya me di cuenta de él y está esperando que me encuentre con su mirada para después burlarse de mí.

Maldito fastidioso.

—¿Sí viste, Lorena? Ian te estaba mirando —cotilleó Daniela mientras se giraba hacia atrás para ver a Lorena.

Qué coincidencia que a Lorena le toque delatante de mí, y aún más, que a Daniela le toque delante de ella. Cuando se volvieron amigas, ¿se pusieron de acuerdo en que debían tener tamaños similares para chismosear incluso en las formaciones? Lo más sorprendente es que sus apellidos son Lozada y López, respectivamente. Estaban destinadas a ser. 

—Nah, ¿en serio? 

Pude notar por el rabillo de mi ojo el movimiento de su cabeza, de seguro en la dirección en que el idiota está. No podía mantener más mi posición actual, por lo que bajé la cabeza para fingir que miraba algo en mis manos. Ciertamente tenía las uñas descuidadas, pero entre quejarme sobre la vida y el habitual ánimo de no-quiero-hacer-nada, no hay lugar para preocuparme por cosas menores, incluso sería más desastroso si me dignara a hacer algo al respecto, podría terminar sin uñas.

—Eso es todo por ahora, quedan en recreo.

Levanté la mirada con asombro. ¿En qué momento habíamos llegado a la hora del recreo? Bueno, ¿a quién le importa? Si me demoro más podría pasar dos cosas desagradables: que me demore comprando en la cafetería por la interminable fila o que el Innombrable se me acerque.

—Está fingiendo que no te vio, Lore. Tan bobo, como si no me hubiera dado cuenta, mejor vamos a comprar algo.

Fue lo último que escuché cuando me alejé de ellas. Fui directo al baño para huir cuando recordé que en mi bolso estaba la merienda de hoy. Ya no tenía que ir a la cafetería y hacer la interminable fila. Lavé mis manos y  las sacudí para quitar la mayor cantidad de agua. Al lado de mí se encontraba una conocida de Jenny, con quien nunca crucé palabras. Sabía que era lo suficiente aplicada como para recibir elogios de Jenny estando su presencia ausente. Le agarré un leve cariño cuando escuché de mi Ángel Guardián que ella pensaba que yo era bonita.

Tú también estás muy bonita, amiguis.

Pensé en hablarle debido a la interesante oportunidad, pero cuando lo iba a hacer, ví su figura salir con rapidez del baño. Recogí mi mano, la misma que extendí para tocar su hombro y llamar su atención.



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En el texto hay: humor, badboy, romance

Editado: 18.07.2021

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