No soy una Damisela en Apuros

Capítulo 2. "Nunca se llega tarde a un amor que está destinado a ser tuyo"

Un chico corre por la acera como si su vida dependiera de ello, cuadras atrás bajó del auto donde venía porque el tránsito era demasiado, y no podía perder tiempo. Su mochila azul golpea su espalda con cada paso que da. La gente que pasa a su lado lo mira desconcertada. Ya está oscureciendo. El clima cambiante en la ciudad no le ayuda en su travesía, ahora está a punto de llover. Las gafas oscuras y el cubrebocas que lleva puesto ocultan su rostro preocupado. Angustiado por perder una de sus mayores oportunidades, responde monosílabos apenas audibles a la persona que le grita del otro lado de la línea.

—¡Te he dicho tantas veces que llegues a tiempo, es un socio tan importante, ¿cómo puedes olvidar tus responsabilidades?!

A través de los auriculares escucha atentamente las instrucciones que le da su mánager, mientras esquiva a las personas que cruzan por su camino. Una vez fuera del restaurante, con la respiración agitada y el corazón galopando frenéticame, entra por la puerta trasera para cambiarse la ropa mojada.

Un hombre de unos 40 años lo espera en la entrada de los sanitarios con una muda de ropa en las manos, y apresuradamente lo empuja hasta uno de los cubículos luego de entregársela. Se retira.

El chico escucha atentamente todo lo que el hombre de traje oscuro y gafas negras le dice, mientras otro par de hombres, vestidos exactamente de la misma manera, hacen guardia al otro lado de la puerta. La tensión del ambiente aumenta a cada segundo, y la presión de su corazón contra su pecho no cesa, a pesar de que su respiración agitada ya se ha normalizado. Las manos le tiemblan. Solo recuerda haberse sentido una vez así en su vida, cuando comenzó su carrera musical; pero una ocasión como esta, definitivamente merece ponerlo tan nervioso.

El chico que sale del baño no se parece en nada al que minutos atrás entraba sin que nadie lo notara. Lejos ha dejado el cabello alborotado. Vestido totalmente de negro, con una chaqueta de cuero, botas, y las infaltables gafas oscuras, comienza a robar miradas que lo recorren por completo. 

La fría expresión de su rostro disfraza muy bien la inquietud que le invade y, como si fuera el centro del mundo, atraviesa por las mesas de aquel restaurante lleno de gente, con los guardaespaldas pisándole los talones, sin despegarse de él ni un segundo. Sabe muy bien el revuelo que provoca. Los susurros comienzan a hacerse audibles, las personas pronuncian su nombre como si fueran sus más cercanos conocidos, y las chicas despiden suspiros mientras "disimuladamente" capturan el momento con las cámaras de sus teléfonos celulares.

Él avanza haciendo caso omiso a todo lo que a su alrededor sucede, hasta llegar a un muro estilo de madera, donde un mesero que lo esperaba abre una puerta oculta dándole acceso. Del otro lado, una mesa en el centro de la gran sala se alza imponente por las personas que se encuentran sentadas alrededor de ella. La música clásica llega a sus oídos apenas da un paso hacia dentro, pero no amortigua el incesante sonido de los latidos de su corazón. Frenéticos. 

Las tres personas detienen su charla, y fijan directamente las miradas en su persona. Con una sonrisa de lado intenta calmar la ansiedad que siente en ese momento. Una chica con el uniforme del lugar le indica que la siga y le señala el sitio donde puede tomar asiento. Después de los saludos y apretones de mano, un tercer empleado entra a la habitación con una botella de vino y luego de decantarla, la sirve con delicadeza en las copas que posteriormente son alzadas para brindar.

—¡Por una feliz colaboración! —el hombre de cabello cano secunda el brindis que ha hecho su más reciente socio, con una sonrisa, piensa que ha hecho una gran inversión.

—Por una feliz colaboración —responde tranquilamente, bebiendo de su copa. 

…... 

—Lo siento, lo siento, lo siento, Raen —Eider no deja de disculparse, juntando sus manos en señal de disculpa, como si la otra chica pudiera verla—. Me regañaron en mi primer día, probablemente te regañen a ti, llegué tarde, todos estaban tan impacientes, no sabía qué hacer, ni siquiera me dieron tiempo de disculparme… —ella continúa diciendo cosas tan rápido que para la pelirroja es complicado entenderla.

—Eid… —intenta tranquilizarla—. ¡Eid! —sigue parloteando—. ¡Eider! —grita, y por fin la joven del otro lado de la línea se calma—. Tranquila, no creo que haya mucho problema; por lo que dices, al final te fue bien y fuiste muy eficiente.

—Puede ser; por cierto, ¿se arregló tu problema?

—¿Qué problema? —cuestiona Raen, no sabiendo muy bien a lo que se refiere su amiga, mientras sigue acomodando unas cosas en su casillero de trabajo.

—¿Cómo qué problema? —cuestiona confundida—. ¿No dijiste que no podías ir a la cafetería hoy porque…

—Sí, sí, sí —responde inmediatamente Raen cuando recuerda lo que mencionó esta tarde—. No fue nada grave, no te preocupes.

—¿Estás segura?

La pregunta de Eider no obtiene respuesta debido a que Raen mira, entre aterrorizada y sorprendida, dentro de su casillero. Miles de cosas comienzan a pasar por su mente. Eider vuelve a pronunciar su nombre, debido al silencio prolongado, y justo cuando más palabras van a salir de su boca, es interrumpida con otra pregunta.

—¿Viste algo extraño en mi casillero cuando te cambiaste? —la pregunta de Raen sorprende a la interrogada, quien frunce el ceño y piensa.



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En el texto hay: humor, romance, drama

Editado: 30.04.2022

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