No soy una falla

Capítulo 2

—Vamos, mueve las piernas más rápido —le rogué apenas escuché el ruido de las puertas metálicas abrirse, seguido de voces masculinas.

Sin pronunciar palabra alguna, me dirigió una mirada rápida, se recuperó luego de unos pasos y más tarde fue él quien me guiaba, tomada por la muñeca mientras corríamos por el pasillo.

Se escucharon pasos a nuestras espaldas. Giré rápidamente la cabeza y divisé a tres hombres con trajes militares. Fueron parte de las personas que me persiguieron y me trasladaron desde mi casa hasta aquí. Nos perseguían corriendo a paso rápido con fuertes pisadas que retumbaban por todo el lugar.

Mis pies se movían a toda velocidad, a través del frío e iluminado pasillo. No había ninguna otra salida, a excepción de aquella ubicada al final del pasillo.

Se escuchó un disparo seguido de otro. Aquellos hombres tenían sus armas en mano y no dudaban en disparar. Un balín pasó silbando por mi oído, siguiendo su trayectoria, estrellándose luego contra la pared.

Intenté concentrarme, principalmente, en encontrar un desvío. Unos diez metros más adelante, el pasillo llegaba a su final. Podíamos seguir derecho, doblar a la izquierda o a la derecha. Cada brazo se veía idéntico el uno del otro, lo único que los diferenciaba era la iluminación, ya que el izquierdo presentaba una luz tenue. Sentí que algo había pegado en mi brazo, abriendo una herida. Alguno de los tres sujetos me había disparado.

Con todo el tiempo libre que tenía en mi casa, al estar encerrada, los libros que mi madre tenía guardados en su biblioteca me habían descrito al impacto de una bala como a un pedacito de plomo que literalmente te traspasaba la piel, produciendo un dolor inaguantable, con pocas probabilidades de sobrevivir dependiendo del lugar en que haya impactado. Pero esto se sintió más bien como si me hubiesen tirado una canica con una resortera, provocando ardor.

El muchacho, con el cual escapaba, soltó mi brazo. Como si nuestras mentes se hubieran conectado, ambos tomamos dos camillas que descansaban en el borde, bajo una baranda metálica y se las arrojamos para poder distraerlos un poco. No me molesté en ver si se habían chocado contra las camillas o no, simplemente seguí corriendo lo más rápido que podía.

Si continuaba por el pasillo de enfrente seríamos un blanco fácil de disparar al tener una trayectoria recta, sí o sí las balas nos alcanzarían tarde o temprano al igual que ellos. El pasillo derecho estaba tan desolado como el izquierdo, pero estaba vacío a excepción de unas puertas a quince metros.

Doblé por el pasillo menos iluminado y corrí hasta que localicé la primera entrada. Esta puerta estaba rotulada con las letras y números E288, no me inspiraba mucha confianza, sin embargo, era la única opción para escondernos. Tomé la manija de metal y me metí dentro, el muchacho desconocido tardó unos segundos en llegar. Apenas lo vi, lo tomé por el antebrazo y lo metí en el cuarto, golpeándole la cabeza con el marco en la parte superior. Una vez dentro, cerré con fuerza y me quedé con la espalda apoyada sobre la madera, presionando para que nadie pudiera entrar.

Luego de un tiempo sin sentir movimiento del otro lado, nos sentamos en el suelo. Estaba helado. Nuestras respiraciones agitadas provocaban un ruido molesto. Nunca me había escuchado a mí misma respirar de ese modo. Una cosa era estar agitado y respirar fuerte, pero cuando inhalaba y exhalaba, parecía ser la primera vez que tomaba aire en años.

Mi cuerpo se sentía totalmente agotado. Las piernas me ardían a más no poder, las sentía pesadas, con los músculos tensos. No estaba acostumbrada a correr y con tan solo recorrer no más de veinte metros ya estaba empezando a odiarlo. Respirar de la forma inadecuada cuando se corre, me empezó a jugar en contra cuando sentí varias punzadas en el bazo. Mi pecho no paraba de subir y bajar aceleradamente, tratando de que mis pulmones tomaran aire lo más rápido posible.

Un cosquilleo me recorrió la nuca. Unos pasos se aproximaban.

Sus voces se iban intensificando a medida que se acercaban. Miré a mi compañero algo aterrada y desesperada a la vez. Con semejante ventana vidriada, iban a poder vernos con facilidad. Vi que intentó mover su brazo, pero lo frené en el aire como acto reflejo que, al parecer, lo sorprendió. El contacto de sus vellos sobre el pedazo de piel desnuda que escapaba por el escote de la musculosa negra me había erizado la piel.

Sin mencionar una palabra, estiró su otro brazo acercándose más, pero le clavé la punta del codo en su estómago. Sin rendirse tomó mis muñecas atrayéndome hacia él. Con la punta de su pie pateó una cajita de cristal rompiéndola. Muchos pedacitos volaron en el aire aterrizando desordenadamente en el suelo. Dentro había un pequeño botón.

Capté su intención y así mismo lo solté y le permití apretar el botón. Luego de eso, largó un fuerte suspiro y se relajó.

Los soldados pasaron a través del pasillo, manteniendo sus armas en alto y una atención constante al buscarnos. Uno de ellos volteó a ver la gran ventana rectangular. Con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, observó el gran ventanal hasta que su mirada se topó con la mía. Mi cuerpo quedó rígido cuando sus fríos ojos oscuros me miraron fijamente, sin embargo, el sujeto ni se inmutaba.

Instintivamente, llevé mi mano hacia uno de mis borcegos. La metí dentro y tomé el mango de mi daga sin dejarla al descubierto. Estaba comenzando a respirar aceleradamente de nuevo. Por más que quisiera no podía apartar mis ojos de los suyos.

Lo que más me preocupaba era la actitud de aquel hombre. Me tenía en frente y no se movía, no me disparaba, no pedía refuerzos. Solo me miraba, o eso pensé.

Toqué mi mejilla izquierda con el dorso de mi mano, estaba tibia. Mi frente se encontraba húmeda, producto de la transpiración. El dolor que sentía detrás de mis ojos me obligó a cerrarlos, impidiéndome ver el tétrico rostro de aquel hombre.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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