Colin respiró hondo y giró la cara hacia un costado, largando suavemente el aire por la boca, evitando hacer ruido. Parecía estar a punto de estallar en ira. Tenía ambos puños apretados, con los nudillos blancos y el ceño constantemente fruncido, marcando una arruga sobre su frente. Era impresionante ver cómo sus facciones se transformaban drásticamente al sentir enojo.
—Doctor, tenemos que volver a la estación central. Me encargué de enviar a un científico para realizar la primera etapa de experimentación con el joven Ares. En unos minutos llegará un equipo de limpieza para ordenar un poco todo este desastre —dijo María con un tono eficiente—. Recuérdeme algo, ¿hace cuánto tiempo que no se limpia este lugar?
—Desde hace casi dos años, cuando solo éramos mi laboratorio y yo sin ningún empleado. Recuerdo cuando experimentábamos con ratas aquí. No soportaron los químicos ni los sueros por lo cual algunas explotaron, pero a la mayoría las terminamos sacrificando debido a su salvaje actitud —pronunció con disgusto—. Supuestamente, esta sala estaba en desuso, ya que ahora experimentamos en el área de Manipulación Genética pero un poco de clase no le vendría mal. Es más, podríamos designarle alguna otra función al cuarto.
—Agradezco no haber entrado de pasante en el periodo de experimentación con animales. —Su voz se proyectaba con repugnancia—. Debe de haber sido asqueroso ver explotar una rata.
—No fue tan asqueroso como usted piensa, más bien fue algo divertido. Tan solo hubiera visto cómo se les tornaban amarillentos los ojos, luego estos se hinchaban y después...
—No quiero escuchar lo que ocurrió después. —Lo cortó antes de pudiera continuar hablando.
Las voces cesaron al finalizar la conversación. Se escuchó un portazo, asegurando que se habían ido. Intenté pechar la puerta, pero esta no se abrió. La golpeé con la punta del codo como pude, pero aun así no lo logré.
—Estúpida puerta —gruñí, impaciente.
Me sentía sofocada y la posición que había soltado Colin me estaba empezando a incomodar. Logré perfilar mi cuerpo a base de empujones, pero valió la pena cuando pude abrirla de una patada. Luego de ese golpe dejó de existir lo que antes fue una puerta, volviéndose una tabla de madera astillosa, tirada en el suelo.
Colin apartó su brazo para que pudiera salir de ahí dentro. Una vez afuera, desaté mi cabello, desenredando con los dedos, y lo volví a recoger en una cola de caballo alta.
—Ahora necesito saber dónde se encuentra la habitación de Manipulación Genética. —Colin parecía histérico—. Ares es lo único que me queda y no pienso perderlo bajo ningún punto de vista.
—Créeme, no lo perderás. —Por más que intentara, se me complicaba mucho emplear un tono tranquilizador—. Va a ser difícil llegar hasta ese cuarto. Es más que obvio que si salimos así de expuestos nos reconocerán. Dudo que alguien no sepa sobre nosotros.
—Tengo la mente en blanco —confesó, pasando sus manos sobre su rostro con frustración—. Es un perímetro demasiado extenso para ser recorrido solo por dos personas. No hay forma de no quedar expuestos.
—Sí que la hay. María llamó al departamento de limpieza hace unos minutos. Cuando vengan podemos retenerlos aquí dentro, les quitamos la vestimenta y salimos vestidos, como si fuéramos parte del personal. Estoy segura de que así no nos reconocerán. Están tan ocupados en su trabajo que no tendrán tiempo para fijarse en los empleados de mantenimiento.
—Parece la idea más lógica hasta el momento. —Se rascó la nuca, clavándose las uñas en el cuero cabelludo. Se agachó y arrancó un pedazo de madera de la puerta—. ¿Crees que las desnucaré si les pego con esto?
Me encogí de hombros y lo dejé a su imaginación. Cada uno hacía lo que le parecía conveniente para cada ocasión y enhorabuena si aquella tabla le brindaba seguridad.
—¿Quieres que te arranque un pedazo?
Unas risas se escucharon a través de la puerta. Colin pegó su espalda contra la pared, intentando esconderse cuando vio dos mujeres de mediana edad entrando en la sala a medida en la que empujaban un carrito de limpieza.
—Puedo sola. —Tomé a una de ellas por la ropa y le di un fuerte golpe en el rostro que la dejó inconsciente. Colin estrelló la tabla de madera contra la señora restante quien, de pura casualidad, no padeció de ninguna herida externa.
—No me mires así —le reclamé puesto a que pareció asustado ante mi reacción. ¿Acaso nunca había visto a una chica golpeando a otra?
—Acabas de desfigurar el rostro de aquella mujer con tus manos.
Pobre chico inocente. No tenía ni idea de lo que era capaz de hacer y si ello le pareció algo grave, no iba a poder soportar lo que se aproximaba en caso de que se iniciara un enfrentamiento.
No tenía tiempo para escuchar regaños, a pesar de sentir algo de lástima por lo que acababa de hacer. Mi vida estaba primero que la de los demás.
—¿Acaso crees que con un pedazo de madera no puedes matar a alguien? —Lo contraataqué para no sentirme peor. Hice una pausa, para respirar profundo y no arrepentirme luego. No tenía sentido ponernos a discutir—. Solo cállate y quítale la ropa a ella. —Señalé a la rubia, que permanecía derribada en el suelo con un leve hilo de sangre que se desprendía de su nariz.
Evité mirarlo, mientras caminaba hacia la otra mujer. Me agaché junto a su cuerpo y comencé a desatarle el delantal. Una vez que terminé me vestí colocándome el traje verde agua de cuerpo completo sobre mi ropa a pesar de que me sobraba tela. Metí las manos en uno de los bolsillos y de ahí saqué dos barbijos blancos.
—Vístete de una vez —le indiqué al ver que se demoraba. Tan solo se había colocado el enterito azul que le quedaba un poco corto en las piernas. En sus manos tenía un pañuelo blanco, que no lograba desatar—. Agáchate. Yo te lo ataré.
Le extendí uno de los barbijos y él se lo colocó sobre la boca, pasándoselo por detrás de las orejas.