No soy una falla

Capítulo 4

Abrí mis ojos a mitad de la noche, sintiéndome vigilada por alguien. Rodé entre el tumulto de sábanas y frazadas que tenía encima para encontrarme con el hermano de Colin, Ares, quien me observaba desde su litera.

—¿Qué haces despierto a esta hora? —le pregunté, intentando despabilarme para verlo con claridad.

—No estaría así de no ser por ti. —Revolvió su cabello negro. Parecía estar despierto desde hacía rato. — Haces ruidos muy extraños mientras duermes, lo sabías, ¿verdad? —Logré ver una sonrisa reflejada en él.

Ares tenía su piel pálida casi perfecta, a no ser por uno que otro lunar que la manchaba. Sus cejas espesas enmarcaban a la perfección sus ojos celestes y su nariz respingada le daba un aspecto adorable a pesar de lo rudo que lucía por fuera.

—No, siempre dormí sola así que nunca me lo dijeron.

—Yo tuve que aguantar a Colin hace ya dieciocho años y no hay noche en la que no me despierte. Él suele hablar dormido y de vez en cuando llora por las noches.

Un gran silencio invadió el cuarto. Ninguno de los dos parecía tener tema de conversación así que nos callamos y observamos en la penumbra.

Definitivamente algo en Ares llamaba mi atención, quizá la armonía de su rostro juguetón, quizá algo más.

—Cuando Colin dijo que tenía que rescatar a su hermano, imaginé que eras más pequeño. Tú, en cambio, pareces doblarle el tamaño —comenté siendo sincera. Ares tenía un físico estructurado, pero Colin solo le sacaba unos cortos centímetros más de altura.

—Colin es dos años mayor que yo, el tiene veinte, yo dieciocho. ¿De verdad fue su propuesta? —Sintió la necesidad de preguntar luego de oír mi comentario—. Esas son muy buenas noticias. Generalmente, Colin suele bloquearse, debido al estrés o a la ira y olvidarse de su objetivo, en este caso buscarme. Pero admito que esta vez fue un muy buen intento. —Frunció los labios.

Estaba segura de que Ares había recordado algo. Sus ojos lo delataron. Tenía la mirada centrada en un punto fijo y hablaba con un tono amargado, como si aún no terminara de digerir algún evento ocurrido.

A mi parecer Colin se mostró completamente normal conmigo. Es común que las personas se enojen y eso mismo ocurrió con él cuando estábamos en el armario, pero no fue más que un común cambio de humor.

—¿Es en serio lo que dices? —Entrecerré los ojos, hablando cautelosamente—. Digo, ¿no crees estar exagerando un poco?

—No, no me gusta exagerar. —Se acostó nuevamente en su cama dándome la espalda, pero antes agregó con su voz ronca y somnolienta—. Tan solo espero que puedas llevarte bien con él, y debes saber que a veces tiene ataques de ira. Pero no dejes que lo que digo te afecte. Colin es una muy buena persona y vale la pena conocerlo.

(...)

Desperté súbitamente al oír una bocina retumbando en mi oído. Más allá del laberinto, conformado por literas, logré divisar a dos mujeres vestidas con sus distintivos uniformes violetas. Con una gran agilidad iban movilizándose por el cuarto, despertando a todos los que aún dormían.

—¿Qué tal, Scarlett? —me saludó Mila con una sonrisa.

— Hola. ¿Qué está pasando ahora? —Refregué mi rostro.

—Ya es hora de que vayamos al Campo de Entrenamiento. Sigma prepara una destreza física diferente cada mañana y estoy segura de que llegará a gustarte. Pero ahora tienes solamente cinco minutos para alistarte.

Sin más que decir, me metí en el baño, con mi diminuto cofre de elementos personales en mano. Este lugar era un tumulto de chicas. Todas iban y venían de un lado a otro, mientras que unas se vestían sin preocuparse de que el resto las viera desnudas.

A medida que me cepillaba los dientes, trataba de calzarme los borcegos. Dormir con la ropa puesta me había facilitado el trabajo. Mila llegó a mi lado y se quitó la remera, dejando su espalda al aire. Se percató de mi mirada y volteó al instante.

—¿Tienes algún problema con ver gente desnuda? —preguntó repentinamente a medida que se colocaba la musculosa negra.

—No es mi actividad favorita —respondí incómoda.

—Acostúmbrate rápido, porque así seguirá siendo con el transcurrir de los días.

Asentí avergonzada, como una niña a la cual le daban una lección de vida.

Una vez que terminó de cepillarse los dientes, salió del baño y la perdí de vista.

Contemplé mi rostro en el espejo. Los cortes habían sanado por completo, dejando a la vista pequeñas cicatrices casi invisibles.

Me escurrí entre la multitud, logrando llegar hasta la puerta. Una vez que puse un pie fuera un dardo se clavó sobre mi clavícula, robándome un quejido. Algunas personas largaron un pequeño grito, pero ninguno se movió del lugar para ayudar. Lo desencajé, antes de que me sacaran a tirones de allí. Me arrastraron como a un cuerpo sin vida, mientras mis rodillas rozaban contra los cerámicos blancos, pero no era la única metida en un lío. Ares y Colin venían a mis espaldas, totalmente inconscientes. Al parecer, los tres resultábamos ser el centro de atención del momento.

Me sentí mareada, incapaz de identificar las ilusiones que parecía producir el suero con la realidad. Para mi suerte aún no había logrado perder la conciencia.

«¿Qué me habrán inyectado?». Solo tenía unos pocos sentidos activados por lo cual pude escuchar a una voz masculina diciendo:

—Apuesto a que la muchacha saldrá con ojos rojos.

Las piernas me flaqueaban y el cuerpo cada vez se me volvía más pesado, pero de todos modos lograron depositarme sobre una dura y fría camilla. Ajustaron mis extremidades con una correa negra y me colocaron a cuarenta y cinco grados, frente al extraño aparato.

Parecía el mismo escenario que vivió aquel chico de ojos amarillos, pero en mi caso había una excepción. Estaba en una sala mucho más amplia y un gran grupo de científicos parecían estudiarme con cautela, desde un extremo del cuarto. Sobre el balcón, Sigma me observaba con una línea horizontal, formada por sus labios. Tenía tantas ganas de arruinarle ese intento de sonrisa con un simple manotazo.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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