No soy una falla

Capítulo 9

Entramos en la cafetería del laboratorio y elegimos una mesa, apartada del resto. Me fui al final de la fila y esperé a que avanzara.

Un montón de aromas inundaban mi nariz y en lo único que pensaba era en comer cada comida que sirvieran. El olor le hacía honor a los platillos que la cocinera preparaba.

De toda la variedad, elegí un puré de papas, guisado de lentejas, pollo a la naranja, cubos de carne rebozados en pan y para el postre, una gran barra de chocolate blanco.

Me senté junto a Sofi y más tarde se me unió Mila al lado. Luke llegó, ya con su bandeja repleta en comida, acompañado por Katherine y Jayden, quienes solo optaron por comer cinco rebanadas de pastel de chocolate, cada uno.

—La salud ante todo, ¿verdad, Katherine? —dijo Sofi, a medida que comía un tomate, al igual que una manzana.

—Esto no es nada —contestó Katherine, señalando sus rebanadas—. Usualmente desayuno, almuerzo y ceno pastel de chocolate. Hoy comimos un miserable sándwich en todo el día, por lo cual, continuaré disfrutando de mi alimento y tú disfruta de tu tomate.

Su charla sobre la comida saludable y la chatarra se fue extendiendo cada vez más y más. Mi participación en ella fue nula, tan nula que solo logré llamar la atención luego de romper un vaso, por culpa de Mila quien chocó mi brazo mientras bebía.

Me arrodillé en el suelo y empecé a juntar los pedazos de vidrio, los dejé sobre una servilleta y me percaté de un corte en la palma de la mano.

—¿Te hiciste algo? —Se interesó Ares. Me agarró por la muñeca y desenterró el pedacito de cristal. Al instante, la herida se había sanado.

Sofía pareció querer decir algo, luego de ver tan rápida curación, pero no largó más que un suspiro de cansancio. Me miró a mí y luego a Ares, como si estuviera intentando descifrar algún hecho que me involucraba.

Me la pasé muy bien durante la cena. Cada uno de mis nuevos amigos tenía una chispa que lo hacía diferente el uno del otro, excepto Jayden. Este sólo parecía interesado en hacerme preguntas sobre mi vida personal y no dejaba de mirarme como si fuese una presa por cazar.

Disfruté comer rodeada de chistes y risas, algunas exageradas y otras desbocadas. Estos chicos lograban hacerme sentir parte de algo, perteneciente a un grupo y definitivamente prefería esto a tener que soportar una vida solitaria. Ellos parecían igual de contentos.

Sabía que varios tenían una muy bonita familia que verdaderamente extrañaban, pero se les notaba el esfuerzo por olvidarlas, sabiendo que nunca más regresarían con ellos. Simplemente lo superaban y ya...

Regresé al cuarto A, muy cansada y con el estómago lleno. Me duché rápidamente y ya salí vestida y aseada, lista para dormir y descansar.

(...)

Escuché una bocina resonar por todo el cuarto, la mujer que avisaba tanto la hora de dormir como la de levantarse entró por la puerta y continuó insistiendo en que ya debíamos despertar.

Me levanté sin presentar objeción e incluso estaba con un mayor ánimo, por alguna razón inexplicable. Nunca me había despertado con tantas ganas de hablar con alguien o de salir a respirar aire fresco, incluso sentía ganas de darle cinco vueltas corriendo por todo el Campo de Entrenamiento. Correr se me daba fatal, pero aun así necesitaba gastar mi energía en algo productivo, sabiendo que en la noche no serviría ni para caminar.

Fui una de las primeras en alistarme y ello me dio una ventaja enorme, puesto a que fui la primera en la fila para desayunar. Comí ligero, unas tostadas con mermelada, huevos revueltos y jugo de naranja. Más tarde se me unió Colin, quien ya parecía haberse recuperado, después de lo de ayer.

—Sé que piensas que estoy loco, pero no es así —se excusó, como si de verdad necesitara decírmelo.

Se generó un enorme silencio en la cafetería, ya que éramos las únicas dos personas allí.

—No te preocupes, no pienso que este loco. Quizá estresado como todos aquí —respondí con algo de duda.

Él no estaba loco. Quizá un poco confundido y alterado por la situación. Colin me caía muy bien y no quería juzgarlo de antemano. Él sonrió tímidamente y se quedó mirándome con sus impactantes ojos amarillos, anteriormente celestes. Parecía realmente agotado y sus ojeras moradas lo delataban.

—¿Tú crees que soy un cobarde? —preguntó de repente.

—Para nada —respondí siendo sincera—. No tienes pinta de acobardarte con facilidad, Colin.

Él estaba totalmente lejos de ello.

Un gran silencio se formó nuevamente entre ambos.

Quería preguntarle con quién estaba discutiendo anoche y por qué había llegado hasta el punto de matar a aquella pelirroja. "Un accidente", recordé las palabras de Luke.

Quizá varios pensaban aquello, pero el corte vertical en la muñeca de la chica no podía comprobarse como un acto de imprudencia.

Comimos en silencio hasta que su hermano se nos unió. Él también parecía estar despejado al cien por ciento para las actividades del día.

Entré en los vestidores junto con once chicos más. Seis eran hombres y el resto éramos mujeres. Cada uno fuimos a nuestros respectivos cambiadores y allí encontramos

una malla elástica, pero en este caso, solo cubría el pecho y se engrosaba sobre el corazón. Ya lista, caminé hacia el centro del campo. El resto de los vencedores anteriores me seguían por detrás y se ubicaron en una fila a mi lado.

—Buenos días, chicos —saludó María, parándose sobre un banquito blanco. Hizo silencio durante unos minutos hasta que los espectadores de los cuartos A, B y C se ubicaran en las gradas. Debían de ser aproximadamente ochenta por cada habitación, todos entre los dieciséis y los veintidós años.

Nos explicó en qué consistía la actividad: tendríamos que adentrarnos en un campo de fuerza invisible y luchar entre los doce que éramos, hasta que solo uno ganara. Los poderes estaban estrictamente prohibidos y, esta vez, tendríamos la libertad de equiparnos a gusto con cualquier arma que quisiéramos. Una chica, aparentaba unos veinte años, se atrevió a preguntar qué sucedía si de algún modo nos perforaban el estómago.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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