(Scarlett)
Nos dieron el alta en la noche, exceptuando a Mila, quien aún recibía atención especial. Mi enfermera me explicó que necesitaban dejarla en observación hasta la mañana siguiente, ya que había perdido mucha sangre.
Me di una ducha rápida, me vestí y caminé hacia la cafetería, donde me esperaban mis amigos. Caí en la mesa tan solo con un vaso de agua a temperatura ambiente, ni siquiera quise agregarle un saquito de té.
—¿No tienes apetito? —preguntó Luke, extrañado.
Lo miré incrédula e intenté mantenerme calmada y no sonar cortante.
—Me perforaron el estómago, Luke. Siento que todo lo que como, tarde o temprano se escapará por alguna parte entre las costuras.
Fue una cena silenciosa a diferencia de otras. Nadie parecía tener nada que decir, ni mucho menos se gastaban en charlar sobre el tema y la tragedia de aquella prueba. Para ellos era algo habitual, tener que ver muertes cada día de entrenamiento y siempre salir con sangre seca en la ropa. Pero al parecer les debía estar afectando saber que Mila dependía de una máquina para respirar.
—Sé que estás enojada, pero intenta comer algo. —Me distrajo Ares—. Aquí tienes un sándwich, es mi especialidad—. Su sonrisa era demasiado contagiosa, logró borrar mi ceño fruncido.
—¿Qué fue lo que hiciste con este sándwich? —Era una bola de pan y condimentos. Parecía normal con la lechuga, tomate, jamón y el queso, pero ¿eso era una anchoa?
—Me gusta mezclar la comida y nada sabe mejor que todo aquello metido entre dos panes. —Me lo quitó de las manos y le dio un mordisco—. Solo pruébalo.
Me lo llevé a la boca, no muy convencida. Si Ares decidió dar el primer mordisco, yo tendría que darle el segundo. No estaba tan mal, incluso sabía mejor que el que preparaba Marco.
—¿Y tu hermano? —pregunté. Fui la primera en mencionar a Colin desde que nos sentamos. No he vuelto a verlo desde su visita en el hospital. Ni siquiera María estaba al tanto.
Ares se encogió de hombros.
—No lo sé, pero debe de estar bien.
Asentí, pensando en lo dura que fui con él dentro de la sala clínica. No debí haberme enojado con Colin. Debí haber comprendido su situación, pero era tan difícil verlo a los ojos... aquellos mismos ojos amarillos que me miraron al clavar la flecha.
Sentí una punzada justo en donde terminaba la costura. Me agaché hacia delante y apoyé la cabeza sobre la mesa. No quería preocupar a nadie, por un pequeño dolor, así que me levanté y troté hasta el baño.
Estaba sola, con las manos apoyadas sobre la mesada de mármol y el gran espejo en frente. Otra vez sentí un pinchazo, aún más fuerte. Levanté mi remera y quité la venda, para ver mi herida roja como un tomate, hinchada y con algo espeso y amarillento que desbordaba por el hilo.
Era algo asqueroso y ya me estaba empezando a doler y a palpitar. Agarré el extremo del hilo y comencé a tirar de él. Se quitaba fácilmente y resbalaba por mi piel como si estuviese mal anudado. Aquella cosa amarillenta empezó a caer por todo mi abdomen y la herida parecía querer estallar.
Agarré un pedazo de papel y lo humedecí bajo la llave del grifo. Me senté contra la pared y limpié lo más que pude. Parecía estar queriendo cicatrizarse.
Abrieron la puerta y Ares se me acercó con un kit de primeros auxilios en mano. Sacó un pedazo de algodón, humedecido con alcohol y lo pasó sobre la zona afectada y, al instante, todo pareció cicatrizarse por competo.
—Tengo que estudiar medicina —habló, perplejo, sin poder creerlo.
—Tú no has curado eso, pero tu esfuerzo valió la pena —dijo Sofi con obviedad, mientras me tendía una mano para ayudarme a ponerme de pie—. Scarlett puede curarse sola, como yo, solo que no demora tanto como alguien de ojos celestes.
—He tardado dos días en sanar.
No parecía poco, pero tampoco lo que esperé al tener poderes.
—Mila habría demorado una semana, yo dos horas y tú ni la mitad. ¿Te has dado cuenta de que tú no puedes controlar el proceso de curación, aún? Tienes una especie de sistema que se enciende cada vez que se estimula con algo en particular.
No estaba terminando de comprender toda la situación. En este laboratorio no podría haber nada estimulante, además de mis amigos.
—¿Cuál es mi fuente de estímulo? —pregunté, queriendo obtener una respuesta. Llevaba pocos días de conocerlos a todos ellos, debía ser algo más.
—Puede que haya sido tu cambio de humor, o una persona en particular —respondió dubitativa—. Eso lo irás descubriendo con el pasar de los días.
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