—No se muevan o disparamos —insistió al ver que varios de los chicos nuevos sostenían con fuerza sus armas.
Sus facciones se acentuaron mostrando rigidez y su rostro se tornó alargado. Sus grandes ojos azules buscaban intimidarnos, pero sus largas pestañas negras no lo ayudaban a parecer tan amenazante como él esperaba.
Acomodó su cabello negro medianamente largo en la parte delantera y rapado en la parte trasera tras su oreja para una mejor visión.
—Bajen las armas —les pedí a mis amigos y ellos lo hicieron, no convencidos con mi decisión—. Solo queremos hablar, es todo.
—Si hubieran querido hablar habrían entrado por la puerta delantera y no estarían armados. Ahora que nosotros somos los que tienen pistolas en las manos si podremos hablar. —Sonrió falsamente y retomó su postura, apuntando hacia mi pecho—. ¿Quiénes son y qué quieren?
—Venimos de... —comenzó a hablar Sofía, pero el chico la calló.
—No. Que hable la castaña de ojos rojos.
Nos miramos confundidos entre los del grupo, hasta que Ares habló.
—Te habla a ti, Scarl.
Me miré en el espejo a mi derecha y sonreí al ver que mis ojos se habían camuflado por sí solos. Al parecer ya nos estábamos entendiendo de a poco.
—Somos personas con ojos de colores igual que ustedes —comencé—, escapamos del laboratorio hace unos días y estamos buscando a Caleb Voiteé.
—Pues deja de buscar porque ya lo encontraste, bonita. ¿Quién los mandó?
—María nos ha mandado. Dijo que te dijéramos que venimos de su parte y tú sabrás cómo ayudarnos.
Caleb entrecerró los ojos y me observó detenidamente.
—No te creo. La seguridad del laboratorio es insuperable. Con María descartamos el Plan Escape hace varios meses atrás. —Se mostró pensativo durante unos segundos y luego retomó su postura con mayor agresividad—. ¡Son enviados de Sigma!
Nos apuntaron nuevamente y a juzgar por la postura del dedo de Caleb, se podía deducir que estaba decidido a matar sin escuchar nuestra historia completa.
Así mismo como lo predije, los tres muchachos apretaron el gatillo. Cerré los ojos y coloqué mis manos para cubrir mi rostro esperando lo peor.
El impacto nunca llegó y al levantar mis párpados visualicé a los tres balines flotando en el aire.
Me vi en el espejo y sí, tal y como lo pensé, mis ojos se habían tornado amarillos.
Dejé caer los balines al suelo y Colin, desde el fondo, ayudado por la telequinesis, arrebató las pistolas de las manos de sus dueños y las dejó levitando fuera de su alcance.
—La Falla —comentó el pelirrojo ubicado a la derecha de Caleb—. Es la chica que puede cambiar el color de sus ojos.
—La misma en persona —acotó Luke con un aire de superioridad, como si fuese una victoria tenerme de su lado.
No tenía remedio seguir ocultando mis ojos si ya sabían de mis habilidades, mejor hacer provecho de ellas y de mi reputación.
Al verme con mis verdaderos ojos, el rostro de Caleb palideció.
—Los demás estarán encantados de conocerte, pero te advierto que mantengas la reputación que te has ganado porque a la mínima demostración de vulnerabilidad, alguien buscará la oportunidad para arrancarte tus ojos.
Se apartaron de la puerta y Caleb se adelantó con su fornida figura, indicándonos que lo siguiéramos. Este tipo no terminaba de convencerme.
Nos guió a través del famoso Deltágono. Primero atravesamos un pasillo que según él era el principal. La estructura no tenía nada que ver con la del laboratorio. Aquí, las paredes no eran blancas ni tenían un sistema de luces que te cegaban, en vez de ello, el lugar parecía más acogedor con muros color gris, beige e incluso celestes.
Pasamos frente a la cafetería y en lugar de tener a alguien tras la barra para servirte, ellos implementaron el sistema de autoservicio con una larga mesa en medio de la sala. Según Caleb se turnaban para cocinar.
—¿Y cuál se supone que es la reputación que me he ganado? —pregunté a medida que caminábamos.
—Todos te creen una fiera. Nos hemos enterado de tus técnicas en combate y hemos visto la increíble grabación que Sigma nos mandó durante los grandes juegos. Es más, los recuerdo a ellos dos que estaban allí también. —Señaló a los hermanos Hard. Se detuvo en Ares para comentar—. A ti te habían cortado y te sacaron del lugar. —Luego se dirigió hacia Colin y sonrió, como si el castaño de ojos amarillos fuese una celebridad—. Tú estabas loco. Mi escena favorita fue cuando La Falla te tiró de la letra griega.
—La Falla tiene un nombre —lo cortó Ares—. Se llama Scarlett, podrías empezar a llamarla así.
—Lo haré a partir de ahora —acordó Caleb doblando por un pasillo a la derecha—. Ahora los llevaré con la jefa para que los analice.
—¿Acaso es la jefa de seguridad? —chilló Sofía alarmada. Se aproximó hacia mí y se aferró de mi brazo con fuerza, por culpa de los nervios.
Caleb rio y explicó brevemente que en este lugar la seguridad era muy mala. Generalmente los guardias se mostraban simpáticos con los experimentos y nunca ejercían violencia, siempre y cuando los otros se comportaran adecuadamente.
—Con la jefa me refiero a quien organiza nuestro vértice A —explicó él.
Al principio me costó entender lo del vértice, pero luego comprendí que toda la estructura del lugar comprendía la forma de un gran triángulo. Incluso luego nos topamos con un ascensor y Caleb acotó que el gran triángulo tenía dos pisos más y a medida en la que subías, estos triángulos se iban haciendo más pequeños hasta formar una especie de pirámide.
En el primer piso (el gran triángulo) estaba la cafetería, dos baños principales y los dormitorios, que al parecer eran habitaciones para cinco personas, a diferencia de los del laboratorio que almacenaban unas ochenta personas.
En el segundo piso se encontraba el gimnasio también llamado sala de entrenamiento y dos cuartos con duchas. Por último, en el tercer piso estaba pura y exclusivamente destinado para el cuarto de armas.