Tardé más o menos unos cinco minutos en darme una ducha rápida.
¡Qué placer sentir el agua caliente caer sobre mi cabeza!
Salí de la bañera y me envolví en una toalla blanca, todavía sintiendo los gritos de los hermanos Hard que discutían al otro lado de la puerta.
Sequé mi cuerpo y me puse a usar el secador de pelo para secar la ropa interior que había lavado recién bajo la ducha.
Mi top deportivo negro aún estaba un poco húmedo, pero solo lo iba a usar para tener algo de ropa apta para caminar hacia el armario que estaba en la otra punta de la habitación y buscar mi pijama, luego me lo sacaría para dormir.
Con el cabello aún húmedo y despeinado, la ropa interior puesta y la toalla envuelta en la parte baja de mi cintura, me dispuse a salir.
Agarré la perilla entre mis manos, a punto de abrir la puerta, pero me detuve al oír mi nombre involucrado en la conversación.
Quería averiguar qué era lo que estaban diciendo.
Usé mis rayos x y me dediqué a ver a través de la puerta. Por fin tenía la oportunidad de darle un buen uso a mis ojos violetas.
—¡Ya te dije que no te involucres en nuestra relación! —dijo Ares entre dientes, quien ya tenía la vena del cuello hinchada.
—¡No me estoy involucrando! ¡Solo te estoy diciendo que nada de acostarse con Scarlett mientras yo esté en este cuarto! —contestó su hermano.
Observé que ellos eran los únicos en la habitación. Matt debía de seguir afuera.
Ares se paseó por el cuarto, agarrándose la cabeza, intentando tranquilizarse para no gritar.
—¡¿Y quién ha dicho algo de acostarse juntos?! ¿Eso es en lo único que piensas cuando nos ves juntos? ¿No puedes dejarnos en paz?
—¡No, no puedo, Ares! Scarlett me importa y mucho, incluso creo que más de lo que debería. Y si hasta ahora no te has dado cuenta... debo de decir que eres un poco tonto —confesó Colin con amargura en su tono de voz.
No estaba muy sorprendida con lo que acababa de escuchar. Pero si sentía algo de culpa al saberlo y restarle importancia, teniendo que ver a Colin sufrir y sonreírme como si todo estuviera bien. Yo era un poco distraída pero no estaba ciega.
El rostro del mayor mostraba un verdadero dolor y quizá arrepentimiento de haberlo dicho en voz alta. Definitivamente ese último detalle se había escapado de la boca de Colin.
—¡Eres la persona más desgraciada que conozco, Colin, no puedo creer que aun insistas con ello! ¡Se supone que los hermanos mayores te apoyan, tú solo sabes traicionarme! ¿De veras crees que no me he dado cuenta de cómo la miras? Pareciera que quisieras devorarla.
—Tú entiendes que no es mi culpa, ¿verdad? No puedo evitar sentir algo por ella. Tú lo sabes mejor que nadie. Scarlett es dulce, fuerte, de una sonrisa hermosa y un espíritu inquebrantable. Leal a la gente que ama, súper habilidosa y una excelente persona, ¿de veras puedes culparme?
Cada palabra, seguida de cada gesto que Colin hacía al describirme, caía en mi interior como bombas. Confesiones que de seguro él nunca sería capaz de decirme a la cara, pero que estaban allí.
—Pero ahora tú estás con Matt. No puedes ir pasando de persona en persona como si fuesen objetos que te van aburriendo —alegó Ares con ferviente enojo.
—Matthew no es nada para mí. No me gustan los hombres, Ares. Solo buscaba distraerme y él parecía tan sumiso... me pareció la mejor para llamar la atención de ella.
—Te digo que sus emociones contigo son las mismas, es más, he percibido enojo por parte de ella en más de una ocasión cuando estás cerca. No sé por qué ni que le habrás hecho, pero ya supérala y quiérela de otra forma distinta. —Este se aproximó hacia su hermano mayor y lo agarró por el hombro. Con una expresión de lástima agregó—. No te lastimes con personas que no sienten lo mismo porque el que sufres eres tú, Colin. No quiero que sufras.
Ambos hermanos se abrazaron y yo vi la oportunidad justa para irrumpir en el cuarto. Ambos se separaron apenas me vieron y Colin limpió pequeñas lágrimas que buscaban brotar de sus ojos.
—Iré a buscar a Matthew —informó con el rostro rojo, quizá por la vergüenza de haberse confesado o por la charla que le esperaba con el rubio.
Me dio una última mirada como si buscara mi aprobación, a lo cual le sonreí con compasión y luego de que sus labios temblorosos me sonrieron de vuelta se fue.
Caminé hacia Ares y lo abracé sin ninguna explicación. El me rodeó formando un abrazo cálido y no se quejó cuando mi cabello aún mojado se estampó contra su torso desnudo.
—Has oído todo, ¿verdad? —Aventuró sabiendo la respuesta.
Asentí contra su pecho y su suspiro pesado llenó el silencio.
—No puedo culparlo por las cosas que ha dicho sobre ti, porque tiene toda la razón y me recordó la suerte que tengo de tenerte —confesó apretándome más fuerte contra su pecho. Depositó un beso en mi cabeza y nos quedamos allí unidos durante varios largos segundos.
Apoyé mi mentón sobre su esternón y deposité un beso sonoro sobre su piel. Me estremecí al sentir sus manos moverse hacia mi toalla.
Continué subiendo hasta alcanzar su cuello y ataqué aquella zona mientras él decidía entre sí quitarme el toallón era lo correcto o no. Ares cerró los ojos y se entregó a mis labios que lo besaban y mordían haciéndolo suspirar de placer. Sumiso, allí parado, agarré sus manos y las llevé hacia el nudo debajo de mi ombligo.
La toalla blanca se desparramó en el suelo y sus manos ásperas y callosas se posaron en mis caderas. Me paré en puntitas de pie y jugué un rato con nuestras narices antes de atrapar su labio inferior con mis dientes y hacerlo gruñir. Ares clavó sus uñas en mi piel y sin poder seguir resistiéndose, cayó en el juego y puso la partida a su favor.
Atrapó mis labios y me empezó a empujar hacia atrás hasta que mi espalda hizo contacto con el papel tapiz de la pared.