(Scarlett)
Faltaban unos pocos minutos para llegar a lo que sería la mitad del bosque, ya una vez pasada esta zona, tendríamos media hora más hacia el laboratorio.
Viajar con los dos hermanitos en un mismo vehículo no había sido tarea fácil puesto a que Colin solo se dedicaba a fastidiar a su hermano y el menor ya se había quedado sin insultos para soltarle.
Afortunadamente, a mí no me molestaron, pero tener que pedirles cada dos por tres que la cortaran fue un poco cansador.
Mi mirada se distrajo del frente y me topé con los intensos ojos amarillos de Colin que me miraban por el espejo del auto.
—¿Se te ofrece algo? —le pregunté con un tono neutro, porque no sabía que sentir hacia él.
¿Enojo? ¿Pena? ¿Miedo? Hasta cierto punto llegué a pensar que de verdad me aterró la forma en la que actuó cuando estábamos en la cafetería, pero verlo sentado allí atrás con aquella cara de niño bueno...
Estaba prácticamente igual a la primera vez que nos conocimos, con inocencia salpicándolo por todos lados y esa sonrisa de buena persona que me había hecho confiar en él cuando llegué al laboratorio.
¡Ay, Colin!
—Solo te miraba, es todo —confesó sin apartar su mirada—. Aún no puedo creer todo lo que has cambiado hasta ahora. Y pensar que cuando te conocí te creí una chica antipática, gruñona y violenta, dispuesta a destruir a todo lo que se te cruzara con tal de descargar tu enojo en alguna parte... —Suspiró y sonrió como si de verdad sintiera un orgullo enorme de mi—. Has crecido como persona, Scarl.
¿Por qué se me aguaban tan rápido los ojos cuando alguien me hablaba así?
Me había empezado a costar un montón ocultar mis emociones desde que empecé a tener la influencia de mis amigos, en especial la de los hermanos Hard.
Me habían enseñado a canalizar toda esa bronca y angustia que antes sentía en gotas saladas que se escapaban de mis lagrimales.
Me habían cambiado.
—¿Por qué me dices todo esto si hace unas horas me traste de manera espantosa? —hablé con un hilo de voz mientras las lágrimas se me secaban con la brisa de la madrugada—. Me dolió en el alma, Colin.
—Yo no recuerdo haberte hecho nada hoy, Scarl. —Frunció el ceño confundido—. De hecho, solo me topé contigo en el cuarto de armas, pero ni siquiera te dirigí la palabra.
—¿Cómo estaban las pupilas de Colin cuando todo lo que dices ocurrió, Scarlett? —preguntó Ares con una seriedad que puso mis pelos de punta.
—Tan dilatadas como si hubiese consumido un exceso de cafeína. — Intenté comparar para que pudiera comprenderme mejor—. Pero tú estabas igual que él durante la partida...
Me detuve cuando mi cerebro creó una hipótesis de repente, basada en la conversación que había oído entre Jade y Drew unos minutos atrás.
—¿Por casualidad ustedes han peleado con alguien de ojos rosados durante la simulación?
—Con Jade —acordaron ambos al unísono.
¡Maldita sea! Cabía una inmensa posibilidad que ambos hubieran sido controlados por mi hermana. El poder de persuasión, las pupilas dilatadas, ¡todo tenía sentido!
Pero, ¿por qué ellos? ¿Acaso estaba celosa y quería ponerlos en mi contra para quedar ella como mejor persona? Jade no estaba del todo bien.
—Hija de... —pronuncié con un hilo de voz, sorprendida por la estúpida conclusión—. Jade los hipnotizó a ambos para ponerlos en mi contra.
—Podría ser en mi caso, pero a Colin lo único que lo controla es su enfermedad —aportó Ares con la mirada fija en el camino.
Lo miré confundida al escuchar lo de la enfermedad y luego volteé al asiento de atrás en donde Colin yacía pasmado ante el aporte de su hermano.
—¿La enfermedad de la que me comentaste en la cafetería aquella vez? —pregunté con total seriedad al mayor—. ¿Acaso tienes un trastorno de personalidad múltiple? Porque por la forma en la que me miraste en la cafetería... incluso confesaste llamarte...
—Él —completó—, ese es el nombre que estás buscando.
Desgraciadamente no pudimos continuar con nuestra charla debido a la brusca frenada de Ares cuando el vehículo de enfrente se detuvo sin aviso previo. Nos miramos confundidos y a la vez alarmados y no demoramos en bajar para ver qué ocurría.
—Aún falta para llegar al destino —se escuchó la voz de Aarón quien discutía con Caleb.
Llegamos a reunirnos con ellos y decidimos informarnos también.
—Nos volvemos —decretó Caleb—. Díganles a todos que regresen a sus vehículos, ¡pero ya!
—¡Claro que no! —intervine y lo detuve interponiéndose en su camino. Si así lo hubiera querido él podría haberme atropellado con su paso y esquivarme, pero no lo hizo—. Hemos llegado hasta aquí, todavía no hemos llegado al laboratorio, no podemos regresar.
—¡Sigma ha creado una emboscada unos metros más adelante! —me explicó como una maraña de nervios—. Alguien le ha soplado información desde dentro y ha sabido el día y la ubicación exacta del ataque, Scarlett.
—¿Y qué hay del grupo que ya debía de haber llegado al laboratorio? —Lo agarré del brazo cuando intentó esquivarme.
—Ellos no han sido interceptados, recuerda que se movían alrededor de todo el bosque. Volverán, pero ahora debemos irnos.
Una luz blanca nos encandiló desde lo alto y el logo del laboratorio Delta Sigma se hizo visible entre el amanecer que buscaba hacer presencia.
—¡Nos han encontrado! —gritó Aarón para hacerse oír—. No podemos regresar.
—Todos a sus vehículos y avancen hasta el cruce con el enemigo, ¡andando ya, ya, ya!
Nos montamos nuevamente y anduvimos hasta que a lo lejos pudimos divisar un montón de personas y vehículos formando un semicírculo perfecto. Nosotros completamos el círculo y nos resguardamos detrás de los autos para no quedar tan expuestos.
Bajé de un salto y cuando mis pies impactaron contra el suelo me sumí en una desorientación absoluta. Me había bloqueado tanto la apariencia del lugar como el hecho de que estaba a punto de toparme con aquellos ojos celestes que te paralizaban con una sola mirada.