Mi mirada recorre el lugar lúgubre, me abrazo a mi misma, tratando de darme calor. Ana no ha llegado aún, estoy preocupada, ya que ella no suele ausentarse mucho tiempo. Los hombres y mujeres están alrededor del fuego, tratando de calentarse, hoy el día ha sido muy frío.
Me pongo de pie y mi cuerpo protesta por el frío, debo buscar a Ana, me alejó del grupo y comienzo a caminar con pasos apresurados, debía encontrarla. Era mi única amiga.
Las calles están atestadas de gente, todos llevan abrigos calientes, siento sus miradas sobre mi, pero ya me estaba acostumbrando, a juzgar por sus rostros sienten asco al verme, pero esta vida yo no la busque, tuve un hogar, una cama calientita y una familia pero todo eso desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Me quedé sola en está vida o eso creía, mi mente era un caos aún, recuerdo el incendio, los gritos desesperados de mi madre pidiendo auxilio, papá tratándo de sacarla y yo... petrificada como una maldita estatua sin poder moverme, cuando al fin reaccionó y corro a ayudarlos, todo se volvió oscuro, fui alcanzanda por una viga del techo, está me golpeo y perdí la conciencia.
Desperté una fría mañana en una cama de hospital sin saber quién era y por qué estaba ahí, una enfermera me dijo lo del accidente, su mirada era de compasión. Según sus palabras mis padres no habían logrado salvarse, los bomberos llegaron a tiempo, antes que el fuego acabara conmigo, hasta ahora los recuerdos están viniendo poco a poco pero no es mucha la información.
Se que me llamó Yanin, por la pulsera con mi nombre en una plaquita, pero me ha costado reaccionar a ese nombre cuando me llaman. Ana, mi querida Ana, una amiga maravillosa, nos conocimos en el hospital psiquiátrico, ella visitaba a su padre y al verme tan sola y sin saber quién era, empezó a visitarme a mi también. Escuchaba de sus historias increíbles, esas, que le contaba a su padre y lo hacía reír.
Cuando su padre murió, la madrastra malvada, la echó a la calle, sin conseguir trabajo no le quedó más remedio que deambular por las calles frías, así un día que salí del hospital me encontré en la calle pero no me importó por que Ana estaba conmigo.
Me detuve frente a la vitrina de una tienda, miré mi reflejo en el vidrio y mi corazón se encogió, era una mujer desnutrida, con la ropa rota en muchas partes, mi mirada se centró en la gente que estaba en la tienda, mujeres elegantes siendo atendidas como reinas, ellas sonreían, hice una mueca de tristeza. No sabían lo que era pasar hambre. Hice mi cabello hacia un lado de mi cuello, y escuché el clic de una cámara, gire mi rostro y no veía nada, pero el sonido se escuchaba más frecuentes, sacudo la cabeza y pienso que estoy un poco paranoica, suspiró y sigo mi camino, debía encontrar a Ana.
Los nervios se apoderaron de mi, por que sentía que me estaban siguiendo, miraba hacia todos lados pero no lograba ver a alguien sospechoso, sonreí por que me dije a mi misma, que se notaba claramente que yo no podía cargar ni un centavo encima, menos un celular por si me querían robar.
Suspire y me sentí a salvo al llegar al parque, estaba atestado de gente y ahí nadie podría hacerme daño.
En algún lugar del castillo
—Majestad —mi mirada sigue en el periódico, mi padre no era muy popular últimamente. La juventud lo acusaba de no tener visión y dejar que el país viviera en el pasado, en algo que estaba de acuerdo. Pero él escuchaba a su consejero, hasta que yo subiera al trono podría hacer los cambios necesarios para que nuestro país entrara en una nueva era —Maravillosas noticias
Levanto el rostro del periódico y tomo el sobre que me está entregando el jefe de la guardia real, la única persona en quien confió.
Esperaba que fueran noticias de mi hermana, al abrir el sobre y sacar las fotos, frunzo el ceño al ver a la mujer vestida con harapos... acerco más la foto y mi sorpresa es mayor, no podía creer el gran parecido con Annabella.
—¿Quién es?
Alfred me mira con una sonrisa un poco nerviosa
—Se está investigando su majestad — lo miró furioso, él da un paso hacia atrás al ponerme de pie.
—¿Te presentas ante mi, sin saber quién es la mujer?
Alfred palidece y empieza a balbucear
—Lo lamento su majestad, no volverá a pasar, me adelanté con la noticia por que sabia le iba a gustar saber que hay alguien casi idéntica a su hermana, lo único es el color de cabello, la princesa Annabella su cabello es negro como la noche y el de ella es castaño
—Ordena que la vayan a buscar, no me importa si hasta debajo de las piedras busquen.
Alfred se inclinó en una pequeña reverencia y salió del estudio, mi mirada se centró en la mujer, parecía mi hermana vestida de harapos.
Sonreí ya que se podía decir que los problemas del reino estaban resueltos, hasta que apareciera Annabella.
La unión con el príncipe Adrián sería beneficiosa para mi país, para el progreso de este.
Levante el teléfono interno y solicite al chef que prepara sus exquisitos platillos, ya que esta noche cenaria con mi hermana en la sala de la reina. Escuche el gemido de sorpresa que salió de su boca, me molestó al darme cuenta que el palacio estaba lleno de chismosos, así que debía de tener cuidado para que no se enteraran de que era una impostora la que estaría en el palacio
Editado: 11.08.2022