La noche era fría, me acerque a la fogata con timidez, muchas veces los ánimos no eran los buenos y nos trataban mal, pero esta vez moría de frío, mi abrigo ya no me calentaba. Me senté en silencio pidiendo que nadie se molestara por estar ahí. Ana y yo siempre hacíamos una pequeña fogata, los invitabamos pero recibíamos malas respuestas.
Esta noche, estaba sola, Ana no habia vuelto y me sentía preocupada. Tenía miedo de que algo le hubiera pasado, mañana iría a los hospitales a buscarla, era mi única familia.
Cerré los ojos y me entregue al sueño, no se cuanto dormi pero mi sueño fue interrumpido al sentir que me han tomado del brazo, abro los ojos llena de pánico por que era común que se quisieran aprovechar de nosotras, estábamos expuestas.
Miré aquel hombre vestido totalmente de negro, mi corazón dio un salto lleno de miedo, creo había llegado mi hora y la muerte estaba aquí, es que hasta la muerte se veía vestida bien elegante. Mire hacia atrás para ver mi cuerpo maltrecho quisas estaba hecho una maqueta de hielo pero mi sorpresa fue encontrarme con la pared. ¿Estaría viva? O ¿era así morir?
El hombre llevó su dedo a sus labios para que callara, lo mire sin entender ¿Si iba a morir? ¿Debía morir en silencio?
Me ayudó a ponerme de pie, dirigí mi mirada hacia el grupo pero ninguno presto atención, supongo ya era un fantasma y no podía ver mi cuerpo rígido en el suelo.
Avance siguiendo sus pasos, aún no veía la luz del túnel, pase mi mano por mi cabello y tuve miedo, trate de recordar que clase de persona he sido a lo largo de mi vida, este era el momento de saber si iba hacia arriba o hacia abajo. Mordí mi labio inferior y solté un suspiró, pensé que al estar muerta ya no sentiria frío pero me había equivocado, mis dientes castañeaban por el frío, me abrace para darme calor.
—Tomé —la muerte extendió su abrigo negro, no dude en aceptarlo, me lo puse y sonreí por qué me quedaba larguísimo, pero no me importó me estaba calentando.
La muerte se dirigió hacia un auto negro, frunci el ceño, la verdad me sorprendía que en el más allá estuvieran a la moda con la tecnología.
Abrió la puerta del pasajero, me miró a los ojos y sonrió. La verdad que para ser un espectro no estaba nada mal, su mandíbula cuadrada bien afeitada, podía jurar que sus ojos eran verdes, su nariz era elegante y su porte era elegante. Un hombre alto y bien proporcionado, la verdad debía estar mal por sentirme atraida por ese espectro... Había llegado por mi fragil alma en una noche fría, subí al auto sin dudar, aceptaba mi final.
Subió al lado del piloto y no evite mirar sus grandes manos tomando el volante y aquel anillo elegante en el dedo meñique, era increíble lo que pasaba por mí mente, me había quedado cautivada por la muerte misma, recosté mi cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos, la verdad no sabía si iba a volar el auto o el famoso túnel apareceria.
El auto empezó a rodar con rapidez por la calles pocas transitadas a estas altas horas de la noche.
—¿El túnel va a aparecer? —sentí su mirada posarse en mi pero guardo silencio.
Mire por la ventanilla, nos estabamos alejando del peor lugar de la ciudad, me encogi al ver los grupos en las esquinas peleando entre ellos, unos jugando y otros lo hacian en serio.
Cerré los ojos por un momento, me sentía cansada, el mullido asiento me hicieron relajarme por un momento.
Abrí los ojos de golpe al ser sacudida, la muerte estaba inclinada sobre mi, creo habiamos llegado a nuestro destino, los nervios me invadieron, mi verdad había llegado. Sabría si iba arriba o abajo.
—¿Será doloroso? — él me miró sin entender pero me di cuenta que apretaba su mandíbula, estaba molesto.
Desabrocho mi cinturón
—Baja —su voz sonó autoritaria, suspiré y abrí la puerta para descender, al hacerlo me quedé como una piedra, mi mirada se dirigió a las altas torres, al imponente castillo que estaba frente a mí, debía ser una broma de mal gusto de la muerte. Me gire pero mi brazo había sido apresado por una garra, que me jalaba hacia un costado, abrió una pequeña puerta en donde la muerte tenía que inclinarse para pasar.
Caminamos por el estrecho túnel, nunca imagine que el castillo era un portal para el más allá.
Senti que caminamos un largo camino, hasta que al fin se detuvo para abrir una puerta, lo seguí y me di cuenta que entrábamos a una lujosa habitación.
Mire a mi alrededor y cada objeto me dejaba con la boca abierta, no entendia que hacíamos aquí.
— ¿Porqué estamos aquí? —la muerte sonrió malditamente sexy
—Es tu primer palabra coherente, supongo no estabas tan borracha — lo mire sin entender
—¿Borracha? —asiente, lo veo tomar asiento frente a mi, sus ojos eran oscuros y para mí mala suerte su mirada me recorría de pies a cabeza
—Estás aquí para ayudar a la nación
Lo miré confusa, desde un inicio pensé que se trataba de la mismísima muerte que se había presentado para llevarme al más allá, por que seamos honestos ¿qué haría un hombre de su clase debajo del puente, buscando a una mujer sin hogar?. He despertado frente al palacio real, estoy en una habitación de lujo y este hombre elegante me está diciendo que estoy ahí para salvar la nación, pasó mi mano por mi rostro, este hombre debía estar loco. Lo miró bien y me doy cuenta que me parece conocido, frunzo el ceño y suelto una risita, él me mira con molestia pero no sabe que cuando estoy nerviosa puedo reír como loca.
—Esto es una broma —miro hacia todos lados, debía salir de aquí. Me pongo de pie y su voz autoritaria me detiene.
—¡Siéntate!—abro más los ojos y me dejó caer en el sillón
—Yo no puedo salvar la nación —me encogi de hombros —mírame, ¿qué podría hacer para salvar el país? Quizás me confundiste pero no tengo nada que ofrecer y si estoy aquí es por que crei que eras la muerte que había llegado por mi.
Editado: 11.08.2022