No soy una princesa

Capítulo 12

 —¿Qué esta pasando? —Milagros se aferra a mis brazos, mientras mira hacia todos lados.

La abrazo más, mientras los flashes no dejan de parpadear.

—La niña está asustada —Levanto la mirada y junto a nosotras esta el príncipe Nader, con su cuerpo está cubriendonos —Por favor señores, creo es suficiente.

Los murmullos se escuchan en la habitación pero cesan los flashes.

— Anabelle, ponte de pie —él ha extendido su mano, titubeó un momento, pero le doy la mano, era grande y firme, extrañamente al tomarla me sentí reconfortada. 

—Gracias su majestad —enarca una ceja y suspiro, quizás noto mis mejillas sonrojadas.

La niña rodea mi cuello con sus brazos

—Me da miedo la gente — susurra

— Los reporteros ya están saliendo, espera un poco —El tiempo que estuvimos esperando el príncipe no se aparto de nosotras, me parecía un gesto tierno él preocuparse del bienestar de una pequeña, algo muy diferente de lo que se decía de él, un hombre sin sentimientos.

—Su majestad, el príncipe Adrián, les concedió una entrevista a la prensa para sacarlos de aquí.

Suspiró un poco, levantó la mirada y me encuentro con aquellos fríos ojos, su expresión había cambiado, la máscara de frialdad estaba nuevamente en su rostro.

Una enfermera se acercó, su rostro era amable, su voz suave, puso su mano sobre su espalda y la acaricio.

—Vamos a tu habitación Milagro —su tono era alegre.

Milagro se separo y le sonrió, giró su cabeza hacia mi, en su rostro se había dibujado una gran sonrisa.

—Iré con Doris —era una niña muy linda y muy cariñosa, llevo un mechón rebelde de su cabello, detrás de su oreja  —Eres una linda princesa, cuando sea grande quiero ser una princesa.

—Ya lo eres —toque la punta de su nariz con mi dedo — Y una muy bonita —Con cuidado deposite un beso en su mejilla.

—Gracias princesa —susurro la enfermera, mientras la tomaba en sus brazos —Milagro estará bien.

Asenti y con pena las vi marcharse, me sentía identificada con Milagros.

—Vamos —Nader puso su mano en mi codo y me guió a la salida.

Al salir de la habitación, el grupo de periodistas estaban rodeando al príncipe Adrián, escuché su voz varonil y fuerte, hablaba muy seguro de si mismo.

El príncipe Nader no se detuvo, pero yo lo hice.

—¿Qué pasa? —pregunto 

—El príncipe aún sigue con la prensa, debemos esperarlo, después de todo esta atendiendoles por la tranquilidad de Milagros.

—Debemos salir de aquí —respondió —No has dejado de salir en la televisión nacional, temo por tu seguridad.

—Entiendo y agradezco su preocupación, pero el príncipe Adrián también debe estar en peligro.

Él guardo silencio, su mandíbula estaba apretada, se que estaba molesto pero no podía marcharme y dejar atrás al príncipe. 

Nader era un hombre muy guapo, varonil y elegante, su traje hecho a la medida le quedaba a la perfección, mordi mi labio inferior, ya que mi curiosidad me llevó a recorrer con mi mirada sus facciones, me detuve en sus labios bien perfilados, el recuerdo de sus labios sobre los míos, me hizo ruborisar. 

Desvíe la mirada hacia el príncipe Adrián, me sentía avergonzada, ya que fui atrapada mirándolo.

—¿Estas bien? —mi rubor fue más intenso, sentía mis mejillas arder, llevo su mano a mi frente, deseaba que la misma tierra se abriera y me tragara de la vergüenza —Tienes las mejillas rojas pero no te siento caliente. Llamaré al médico real para que la revise.

—Estoy bien —declaró bajo

Nader no respondió, metió sus manos en sus bolsillos delanteros de su pantalón, suelto el aire.

Prefería el silencio entre nosotros. Su guardaespaldas se acerca y le susurra algo que sólo él puede escuchar, asiente y levanta su mano para mirar su reloj de pulsera.

—Vamos — me indica, sin siquiera mirarme —Regresa conmigo en mi auto.

No dije nada, sólo lo seguí, los guardaespaldas rodeaban al príncipe Adrián mientras avanzaba hacia la salida, solo alcancé sonreírle.

Subi al auto del Príncipe Nader, me hice en un rincón para observar por la ventanilla la ciudad, tampoco él se molestó en hablar, se dedicó a revisar su tabla.

Senti mi corazón aletear al ver el imponente palacio, sólo en sueños anhele llegar a él, pero al pasar el tiempo y mi circunstancia empeorar en la calle, la esperanza de que me pasara algo genial y me sacará de las calles, había muerto, sin pesar que se iba a hacer realidad.

La limusina se detuvo en la entrada, el valet abrió la puerta y extendió su mano para ayudarme a bajar, no evite admirar nuevamente el palacio y la gente que trabajaba en él.

El valet con su espalda bien erguida, llevando con elegancia y orgullo su uniforme, no me miró, mantuvo su mirada hacia el frente, dobló su espalda una vez el príncipe Nader descendió de la limusina, todo parecía tan sincronizado y salido como de un cuento de hadas 

—Gracias Princesa por la mañana de hoy, puedes subir a tu habitación, estaré en mi despacho —enviada a la habitación como una niña,  hice una reverencia mientras caminaba con mi cabeza en alto hacia mi habitación.

*****

—¡Princesa!— frunzo el ceño al cerrar la puerta de mi habitación y ver a la mujer inclinarse —Lamento haber estado tanto tiempo fuera por mi accidente, pero ya estoy de vuelta para servirle.

Avance dos pasos y urgue en mi memoria alguna palabra de Nader acerca de esta mujer, pero no había nada.

—Lo siento  —ella levanta la cabeza —Tuve un accidente y he perdido la memoria, no se quien es usted.

Su mirada recorre mi rostro, por un momento tuve la impresión de ver dureza en ellos, pero creo me he equivocado por que su ancha sonrisa ilumina todo su rostro.

—Soy Leah, estoy a su servicio desde que tiene diez años, además de su sirvienta me convertí en su confidente, conozco todo lo que su majestad siente y como piensa... bueno antes de su fatídico accidente, espero que mi regreso sea de gran ayuda para recuperar la memoria.




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