No soy una princesa

Capítulo 18

–Su alteza —enarco una ceja y sigo recorriendo el salón real, sus paredes estaban tapizadas con las pinturas de los reyes que gobernaron Albatros, sus esposas.

Escuchaba los pasos detrás de mi, me detuve frente a la pintura de papá, majestuoso e imponente, tal como lo recordaba.

—¿Sabes quién soy? —No me giré, cruce mis brazos en mi espalda, mientras analizaba la pintura.

—Príncipe Aurus, quizás no me recuerda, pero nos vimos de niños —la veo, ella está de pie, lleva un vestido discreto pero realza su belleza, su cabello suelto, cayendo sobre sus hombros —Soy Sabrina.

—Disculpa, pero tienes razón, no te recuerdo —ella baja la mirada.

—Quizás no, yo ayudaba a mi madre a servirles el té, soy hija de la sirvienta de la finada reina.

—Lo dices como si fuera una vergüenza, ser la hija de la sirvienta.

—Por supuesto que no —pasa su mano por la falda de su vestido.

—Bien por ti —me separo de la pintura y ella avanza —Disculpa, pero quiero estar solo.

—Lo entiendo —se dirige a la puerta.

Claro que sabía quien era, lastimosamente mamá aún estaba enamorada del rey y seguía muy de cerca lo que pasaba en el palacio. Sabia que había dejado que mi hermano se enfrentara al rey por ella y luego traicionarlo por dinero. Quizás pensó que yo era una presa fácil por ser un bastardo... bueno ya el rey me había dado su apellido y oficialmente ya estaba inscrito en el libro de los nacimientos reales. Así que Sabrina debía olvidarse de tratar de engañarme. Sonrei al escuchar los pasos que esperaba, me giré y me cruce de brazos al verla avanzar con cautela, su cabello suelto, su vestido ceñido en la cintura, se sujetaba un brazo.

—Alteza —hizo una reverencia con mucha gracia, no podía negar que era elegante.

—Soy Aurus ¿tú eres? —ella abrió los ojos como plato, sonreí y me acerqué más, aspire su olor, me gustaba. Me acerqué a ella y sujete su rostro entre mis manos, su labio interior temblaba. Sus ojos eran preciosos, bordeados de largas pestañas.

—No se a que se refiere —recorrí su rostro con mi mirada.

—Puedo besarte y no estaría cometiendo ningún pecado, por que no eres mi hermana.

Ella dio un paso hacia atrás, pero rápidamente sujete su mano.

—Tranquila, no soy el enemigo —me acerque y lleve un mechón de cabello, detrás de su oreja —No se que está pasando aquí y no me importa, pero debes saber que la verdadera princesa tiene un lunar en este lado —con mi dedo toco su pecho arriba de su seno —Todas las veces que nos vimos a lo largo de nuestras vidas, terminaba en aruños, con mechones de nuestros cabellos en nuestras manos y con las camisas rasgadas —sonrió, mientras sacaba de uno de los bolsillos de mi pantalón, aquel recorte de periódico y lo abrí.

Ella miró la foto, estaba con la niña en su regazo en el hospital, una de sus manitos al estar sujeta al frente de su vestido, lo había hecho a un lado, mostrando piel.

—Acá —señaló la foto y el pecho —Existe un lunar, y en ti no está.

Se separa de mi, y la dejó.

—Sea lo que sea que estés tramando, detenlo. El rey no te perdonara que le hayas hecho algo a su hija para usurpar su lugar 

—No es lo que piensa —ella baja la mirada.

—Dimelo entonces —suspira y sin mirarme me comenzó a relatar su historia, cuando termino la observe en silencio por un momento, luego tomé su mano entre las mías y la lleve a mis labios para besarla. —Estas salvando a Albatros —ella no dijo nada —No dire nada.

—¿Lo promete? —asiento.

—Lo prometo, la verdadera Annabella, no es como tú. Es egoísta, me preocupa su paradero pero honestamente si ella estuviera, posiblemente el príncipe Adrián ya hubiera terminado el compromiso. Gracias por haber atendido mi petición de reunirnos.

Ella se gira pero se detiene con mis palabras

—Puedes tener un gran parecido con mi hermana, pero jamás me siento atraído por ella, de hecho toda la vida me pareció insulsa.

—Su alteza —me interrumpe 

—Desde que te vi en el periódico, en el programa de televisión sosteniendo a Milagros, no he dejado de pensar en ti.

—Me retiro —salió casi corriendo, metí las manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón y segui viendo las pinturas de mis antepasados.

 

 

 




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