No Soy Yo

Uno

Filadelphia, 1987

          Mellisa Scott arrastraba pesadamente su cartera de ruedas por el camino polvoriento que conducía a su casa, una de las que componían la urbanización de casitas blancas, todas iguales, a las afueras de la ciudad. Llevaba el cabello castaño recogido en una cola alta y una vez parada frente al jardín, saludó amigablemente al viejo San Bernardo de la familia: "Bernie", el cual se le acercó despacio para olerla, ya que estaba medio ciego ya.

            -Hola,  ya eres un anciano, ¿eh? Mírate, si casi no puedes con tu viejo cuerpo- sonrió al recordar como hace 9 años solía salir corriendo desde no se sabe qué rincón del jardín y casi siempre tenía que guardar el equilibrio mientras este se le ponía encima a cuatro patas.

            Una vez en el interior de la casa, dejó su cartera y fue a saludar a su madre que estaba en la cocina preparando la comida. Su hermano menor Michael también entró y saludándola distraídamente fue directamente hacia un armario donde cogió una bolsa de patatas chips.

            -¡Ehhh, que luego no te comes lo del plato!- le recriminó su madre, pero entonces centró toda la atención en su hija- ¿cómo ha ido la excursión?

Mellisa se sentó en la mesa de la cocina y recordó cómo había ido la mañana.

            -Sí, ha ido bien, hemos ido al bosque, el que se extiende más allá del instituto, hemos desayunado sentados en unas piedras y las profesoras nos han hecho dibujar árboles. Unas compañeras y yo nos hemos apartado de los otros para poder dibujar los que estaban cerca del río pero... - detuvo su explicación mientras, cerrando los ojos recordaba aquella quietud, de golpe los pájaros habían parado sus trinos, la cálida brisa se había detenido de improviso haciendo que las ramas y las hojas dejaran de moverse, abrió los ojos mirando a su madre- ... creo que nos separamos yendo por caminos diferentes.

            -¿Os perdisteis?

            Mellisa se quedó pensativa, ahora que se lo preguntaba... creía que sí, recordaba el sonido de las voces de sus compañeros llamándola y ella que se levantaba del suelo de hierba y hojas caídas sacudiéndose de tierra los tejanos. Aunque todo aquello había sucedido hacia unas cuantas horas, la verdad es que estaba bastante confundida y se le mezclaban imágenes y recuerdos. Cuando por fin su amiga Hannah y los otros estuvieron a su lado, aunque tenia el vago recuerdo de que algo la había hecho caer y mancharse de hierba y tierra, mientras caminaba hacia su casa, se dio cuenta que sus tejanos estaban impecables.

            -Bueno, la cuestión es que ya estoy aquí y tengo un hambre voraz.- dijo sonriente mientras se disponía a ayudar a su madre a poner la mesa.

            -¿Y de los árboles qué? ¿has podido dibujar algo?

            -Bueno... mamá, ya sabes lo pésima dibujante que soy.

 

            Cuando terminó de poner la mesa subió a su habitación, que compartía con su hermana     Carol, y la vio sentada en una de las dos camas muy apenada.

              -Qué te ha pasado? ¿algo va mal en el colegio?- dejó su cartera y se sentó a su lado.

            -No, es que... se trata de aquel chico que tanto me gusta, hoy me ha pedido que vaya a su casa a repasar las mates y.. no me atrevo a pedírselo a mamá porque no me va a dejar ir, sus padres no estarán.

   -Va, tu tranqui que ya estoy yo para convencerla, ademas ella también fue muy precoz para algunas cosas, ¿sabes a qué edad se casó?- Carol negó-¡pues a los diecinueve!¿ves como no tiene porque negarse? Anda, vamos a comer.

            Carol salió de la habitación primero, Mellisa sacó su carpeta de la cartera y miró su dibujo frunciendo el ceño; ¡vaya desastre! Lo dejó de malos modos encima de su escritorio y entonces notó un fuerte pinchazo en la cabeza., se tambaleó agarrándosela con ambas manos y chocó contra el colgador de pié tirando algunas prendas. Le pareció oír un leve murmullo que creció de intensidad hasta volverse un pitido, pero cuando creyó que no podría aguantar más, de inmediato desapareció como si nunca hubiera comenzado y la chica, una vez recogió lo que había tirado, se dispuso a bajar al comedor.

            Su hermano pequeño Michael se encargaba de poner la mesa y oyó el sonido inconfundible de la moto de Gary, el mayor que volvía del trabajo en la gasolinera. El corpulento joven (en sus ratos libres le encantaba ir al gimnasio) se sacó el casco dejándolo por ahí.

            -Hola familia, ¿qué hay para comer? ¡traigo un hambre de lobo!

            Una vez todos sentados a la mesa, Carol miró nerviosa a su hermana, pero ésta le señaló con gestos que lo dejaran para más adelante y anunció:

            -Mañana viernes por la noche vamos a hacer una fiesta, es el cumpleaños de Jonathan, el hermano de Hannah.

            -¿A si? ¿Donde la haréis?-preguntó el padre sirviéndose de un bol de verdura.  

            -En su casa, claro.- Carol preguntó ilusionada si podía ir ella también, pero su madre le dijo que ya sabia su opinión sobre salir de noche.

            -La verdad es que estarán sus padres y Carol conoce a casi todos los que asistirán, son compañeros del instituto y algunos familiares. Vamos, dejad que venga...




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