No Soy Yo

Seis

              En ese mismo momento, en casa de Hannah, Carol y Jonathan conversaban conociéndose un poco. El chico explicaba como aprendió a tocar el piano, asistiendo a clases de solfeo; siempre había sido muy bueno con la música y la profesora le decía que era como Mozart reencarnado, un pequeño prodigio.

            Carol por su parte le contaba cosas del colegio, de su día a día, era muy joven todavía y no tenía demasiadas cosas que explicarle. Pero él la escuchaba educadamente y le daba algún que otro consejo.

            -Mi vida tampoco resulta demasiado interesante, dada mi enfermedad bronquial no puedo salir mucho ni relacionarme en grandes grupos, el exterior está lleno de polución, una persona sana no puede darse cuenta, pero a veces hay días que para mí, es verdaderamente insoportable. Nos mudamos aquí precisamente por eso, en la gran ciudad hubiera terminado muy mal, la verdad...

            Carol no quiso preguntarle más por su enfermedad, pero le comentó curiosa sobre sus “poderes telequinéticos”.

            -La mente es muy compleja, pero hay que trabajarla constantemente. Hoy en día hay maquinas que nos hacen la vida más fácil, pero al mismo tiempo nos aletargan el cerebro, como por ejemplo las calculadoras o la tele. En mi caso el poder mover objetos con la mente no me supuso ningún esfuerzo, para mí es tan fácil como hablar o andar, como si formara parte de mi naturaleza. Pero nadie de mi familia lo sabe... ni siquiera Hannah.

            -¿Cuándo te diste cuenta que podías mover cosas?- Jonathan se encogió de hombros:

            -Hace demasiado tiempo, no lo recuerdo.

            - Pues mi vida es tan monótona que saber estas cosas hace que sea más interesante. Es un fastidio ser tan joven, apenas puedo ir a ningún sitio. Los fines de semana, solamente puedo ir al cine con mi amiga Kristie o al parque a patinar, me encantaría poder salir por la noche e ir a bailar a la discoteca como hace Mellisa.

           - Bueno, el salir por la noche creo que está muy sobrevalorado. Durante el día o tarde también se pueden hacer muchas cosas. La naturaleza está ahí para que la exploremos, tenemos todo un mundo por descubrir y es maravilloso, ¿no te gusta viajar?

            - Si, lo tengo pendiente, pero hasta que no trabaje y tenga un poco de dinero… mis padres no me dejarían, soy demasiado joven para eso...- hizo un suspiro de fastidio.

            -Bueno, ya tendrás tiempo para salir, ahora estas en una edad perfecta para aprender.

            -Si, eso dice mi hermano mayor Gary. Aunque a él le dejaban más libertades, en cambio yo...

            -Eso es normal, en la sociedad en que vivimos ser chico es algo diferente, aunque sea injusto admitirlo. Pero yo no soy un claro ejemplo, la verdad, mis padres siempre me han sobre protegido.

            -Me gusta hablar contigo, pareces comprenderlo todo, pareces demasiado maduro para solamente tener diecisiete. Envidio a Hannah por ser tu hermana.

            -Ella hubiera preferido tener una hermana, claro que jamás me lo diría, pero lo sé. Pocas veces me cuenta nada de sus problemas, ya que piensa que estoy como fuera de este planeta y no los entendería. En cierto modo no la culpo y además tampoco tiene la culpa que le haya tocado un hermano tan delicado y enfermizo como yo. Seguramente podríamos haber hecho muchas más actividades juntos y, además, sé que a ella le encantaría tener una mascota, un gato o algún roedor. Yo tengo alergia a casi todo, y no digamos en la alimentación; soy estrictamente vegano, no puedo comer carne de ningún tipo, ni pasarme con la sal ni el azúcar... soy como un anciano en el cuerpo de un chico.

            Se quedaron unos instantes en un silencio incómodo. Carol aprovechó para entregarle su poema, el que le había escrito Melissa. Jonathan emitió una leve sonrisa y comenzó a leerlo.

 

Acabó de golpe lo que le quedaba de cerveza y se dirigió escaleras abajo, estaba increíblemente lucida pese a la cantidad de alcohol que llevaba ingerido. El acosador la siguió y la agarró por el brazo, clavándole los dedos.

            -¿Me puedes dejar de seguir? ¡ya te he dicho que no quiero nada de ti! - y apresuró el paso con el corazón latiéndole con fuerza.

            -Creo que has bebido demasiado, mira ¿ves? Allí están mis amigos, te podemos llevar con nosotros en nuestro coche a tu casa o a donde quieras, muñeca.

            -No estoy sola. - dijo mirando por si localizaba a Toni o al menos a alguno de seguridad. El tipo la arrinconó contra la pared y se propuso darle un beso mientras subía las manos hacia sus senos. Melissa lo apartó rápidamente y quiso escapar de allí. La gente a su alrededor parecía ajena a lo que le sucedía, la mayoría jóvenes que no sobrepasaban los veintiún años de edad, que seguían la fiesta y los miraban riendo como si no tuviera la más mínima importancia.

            -¡Vete a meterle mano a otra!¡estoy buscando a mi novio que vendrá pronto!

            -¡Vamos guapa!¡ese cuento ya me lo conozco de sobra!¿no te gusto? Entonces apareció uno de sus amigos y la agarró por detrás de la cintura. - A mi amigo también le gustas mucho, alomejor entre los dos te convencemos...

            No supo de qué manera consiguió desembarazarse de ellos y llegar aturdida y mareada hacia la salida. Un soplo de aire fresco le dio en el rostro, pero se estaba poniendo furiosa por momentos por aquella situación y porque nadie hasta ahora había venido para socorrerla. Esperaba ver a sus amigos, no deseaba buscar un taxi a esas horas y tampoco localizaba a Hannah. ¿Dónde estaría?




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