Después de comer estuvieron un buen rato jugando a las cartas, no habían traído mesa, pero las pusieron en el suelo y ellos sentados con las piernas cruzadas. Toni también hizo algunas fotos y las dos chicas posaron cuál modelos de revista. Cuando se hizo oscuro, los chicos salieron con sus respectivas linternas hacia el bosque, abrigados con chaquetas, Hannah los siguió no muy convencida, pero le daba más miedo quedarse sola de noche en la tienda que acompañarlos.
Andaban uno detrás del otro por un camino de piedras lleno de maleza, iban en silencio oyendo los grillos que cantaban en la oscuridad y enfocando hacia delante con el haz de luz para no tropezar.
Y en la otra parte del bosque, una mole de metal oscuro cubierta de ramas para evitar ser descubierta, guarecía del frio de la noche a sus tripulantes.
— Debemos coger provisiones para el camino de vuelta, no creo que la nave vigilante nos siga hasta aquí, puede que nadie haya dado la voz de alarma.— dijo uno de ellos con voz grave. Cargó su fusil y sonrió enseñando sus incisivos perfectamente blancos.— por fin logramos eliminar a su reina.
— Pero la nave quedó intacta y los demás lograron escapar, aquí estamos en peligro.
—Bueno, iré a cazar algo de comer, he visto animales voladores por los árboles y creo que son comestibles. Me sorprende todavía la gran cantidad de fauna y flora que hay en este lugar tan remoto.— una de las figuras se puso el arma a la espalda y salió a grandes zancadas, perdiéndose entre las sombras.
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—Ya verás como será divertido— animó John a una intranquila Hannah una vez llegaron al cementerio, que estaba fuera del bosque.
— Aquí podría rodarse una peli de terror, sería un decorado perfecto.— comentó Toni observando aquellas criptas, algunas con estatuas de ángeles y flores medio secas. Las chicas asintieron inquietas.
Philip se separó del grupo y John lo llamó diciéndole que no se alejara.
— ¡Ssst! no hagas ruido, podrías despertar a alguien.— le dijo Toni y acto seguido se rió por su chiste.
— No deberíamos haber venido, si nos descubre el guarda se nos puede caer el pelo.
— Va, debe de estar durmiendo, ¿y si jugamos al escondite?— sugirió John. Todos lo miraron ladeando la cabeza.
— Qué pretendes, ¿esconderte en un ataúd?— le dijo Melissa.
— Pues no se me había ocurrido, es una buena idea, aunque algo morbosa.— Philip se encogió de hombros sopesando la idea.
— No hace gracia, es un pecado burlarse de los muertos.— dijo Hannah muy seria.
— ¿Y desde cuando crees en los pecados? además no hacemos nada malo, tenía razón Melissa al decir que ya no nos pueden hacer nada.— dijo Toni. Philip fingió quedarse pensativo:
— Ellos en persona no, pero sí sus espíritus, quizá alguno nos mande una maldición por profanar su tumba, o algo por el estilo.— y al ver el efecto que sus palabras habían causado en las chicas, se apresuró a rectificar— pero no creo que haya ninguno suelto por ahí a quien le sobren las maldiciones.
— ¿Y si nos vamos ya?— preguntó Hannah temblorosa— ya hemos venido como queríais, ahora volvamos a la tienda.
— ¡Eres una miedica!— dijo Philip subiéndose al pedestal que guardaba una de las tumbas, con un ángel en actitud de reposo, con las alas plegadas, como rezando.
— ¡Bajate de ahí, rápido!— le estiró Hanna, mirando a todos lados temerosa por si los descubrían.
Melissa, Toni y John se habían sentado en un banco y comenzaban a explicar películas de terror que recordaban haber visto. Al parecer, el estar allí, en aquel lugar y con la oscuridad casi absoluta, los hacía mirarse los unos a los otros con nerviosismo, sintiendo una extraña agitación.
En algún lugar aulló un búho y Philip aprovechó para señalarlo fingiendo terror:
— ¡Mirad!¡un espíritu que se ha reencarnado en un búho!— y gritando saltó frente a ellos. El animal espantado alzó el vuelo y desapareció entre los árboles.
Todos siguieron con la vista el vuelo del animal y entrevieron a lo lejos una figura envuelta en las sombras, los observaba inmóvil tras los árboles.
—¡Ah!¡allí hay alguien que nos está mirando!— dijo Hannah temblorosa.
— Será el guarda o algún vagabundo.— dijo Toni sin ninguna pizca de temor— he oído hablar de hombres que entran en las iglesias para robar.
— Pero mirad, es muy alto y está tan quieto que parece una estatua.— dijo John preocupado.
— No, no es ninguna estatua.— susurró Melissa, notando como el corazón comenzaba a latirle con fuerza.
— ¡Oiga!— gritó de pronto Philip adelantándose y sobresaltando a los demás— ¿Quien es usted y que hace aquí?
La figura se apartó rápidamente a un lado, escudándose en el tronco del árbol que lo guarecía. Toni y las chicas lo enfocaron con sus linternas, pudiendo ver claramente su rostro. La figura rugió y se tapó los centelleantes ojos con una mano, luego se alejó corriendo entre los árboles con una velocidad pasmosa. Todos se quedaron bastante sobresaltados ante aquella aparición.
— ¿Habéis visto? ¡Parecía una persona deforme!— gritó Hannah.
— ¡No, era el hombre—gato!¡Era él!— exclamó Melissa presa del pánico y haciendo amago de salir huyendo; Toni la abrazó contra su pecho impidiéndoselo.
—¡Déjame, quiero irme a casa!— exclamó llorosa, tratando de zafarse de sus brazos.
Philip, que había ido tras la figura, pero no había podido seguir su rastro, vino poco después.
— No perdáis la calma, puede que fuera un deforme o quizás un salvaje que viene de la otra parte del bosque.— les dijo a sus amigos, que se miraban con caras de temor, sin decir nada. Toni acariciaba la cabeza de su amiga y le dio un cariñoso beso en la frente tranquilizándola. Notaba su corazón latir desbocado y no podía controlar su llanto. Le levantó el rostro suavemente:
—Melissa ya se fue, no debes temer nada, aquí estamos todos contigo para protegerte.