No Soy Yo

Veintiocho

Melissa regresó exhausta hasta el bosque. Allí se paró y miró el collar apenada.

—¡Oh, de quien eres!¡tengo que saberlo!

Un rayo de sol se filtró por entre el ramaje y apuntó directamente en su cabello castaño, volviéndolo dorado. Se enjugó las lágrimas que no había podido evitar y regresó hacia el campamento. Allí recogió sus cosas y las metió en la mochila; para ella las vacaciones habían acabado.

Vio su walkman destruido y sintió que una intensa ira la invadía. Miró hacia todos lados temblando de rabia:

—¿Quien eres tu?¡quien demonios eres tu, déjate ver y no te escondas mas!¡ya no te tengo miedo!—sus gritos resonaron por todo el bosque espantando a unas aves que se alejaron volando asustadas.

Pero solamente le respondió el silencio. Se quedó un rato esperando pero no vio a quien ella esperaba; ninguna figura alta de uniforme, ningún rostro felino. Así que, cargando con la pesada mochila se fue caminando un poco desanimada hasta su casa.

Pero en vez de tomar el camino hacia la urbanización de casas blancas fue derecha hacia el pueblo y una vez allí, parada en medio de la calle y preguntándose desorientada porque había elegido esa dirección, oyó mentalmente como alguien la llamaba. No supo distinguir quien era, pero supo de inmediato que era alguien familiar.

Ando apresurada siguiendo aquella llamada y muy pronto llegó frente a las puertas del hospital. Subió intrigada por el ascensor y al llegar al ultimo piso, paró frente a la habitación donde estaba Jonathan; así que era él quien la llamaba.

Llamó con los nudillos y oyó la voz del chico que la invitaba a pasar. Una vez allí, Jonathan la esperaba de pie frente a la puerta transparente y ella dejó sus cosas.

—¿Jonathan?

—Te he llamado porque se que has descubierto algo importante.— ésta lo miró desconfiada y apretó su pequeño tesoro contra ella. Jonathan hizo un gesto con la mano y la chica notó como si alguien la empujara por detrás suavemente hasta llevarla cerca del chico.

—Pero que... ¿cómo has hecho esto? ¿cómo sabes que...?— pero él hizo un gesto con sus manos para que callara y examinó el collar a través de la pared transparente:

—¿Es esto lo que te produce tanta desazón?— ella asintió.—se que el collar es importante para ti, aunque de momento no sepas la razón. Aun así has de hacerle caso a tus impulsos, guárdalo y no dejes que nadie, por ningún motivo te lo arrebate.— Melissa suspiró y miró los trajes colgados.

—¿Puedo entrar?

—Claro que si.

Una vez en el interior, se abrazó llorosa a él diciendo:

—¡Oh Jonathan, he robado el collar!¡se lo he quitado al señor de la joyería, se lo quería quedar y yo... tenía que impedírselo a toda costa!

—Has hecho bien, no te sientas mal por eso. Has hecho justo lo que tenías que hacer.

Melissa se separó un poco de él, levemente azorada y se sentó en una de las sillas.

—¿Cómo has podido llamarme?

—Tengo poderes con la mente, ya lo sabes.

—¿Cómo sabes que conozco tu secreto?

—Simplemente lo se, pero ahora ya no tiene importancia, aunque no tenías que decírselo al hipnotizador ese.— ella se quedó de piedra.

—¿Lo sabes todo?— este sonrió.

—En absoluto, no lo se todo. No se el porque de mi extraña enfermedad, ni porque siempre he sido diferente al resto. Pero como dice mi padre, supongo que debo conformarme con lo que soy, si este es mi destino, entre cuatro paredes dentro de un hospital.

—¡Pero puedes lograr curarte! Dice Hanna que...

— ¿… que me darán otros pulmones y podre salir de aquí? sí, sería un bonito sueño, aunque absurdo. Ese doctor no tiene ninguna intención de transplantarme nada, piensa tenerme aquí encerrado como un animal de laboratorio y dejar que sus amigos científicos estudien mi comportamiento. Nunca habrá ningún donante para mi Melissa y además no creo que mi “dolencia” se cure con eso.— Melissa miró hacia el suelo y el chico le puso una mano en la espalda.— ¿tu quieres que salga de aquí?

—Oh, ¿como puedes preguntar eso? Claro que lo deseo, yo y todos los que te queremos.

Entonces Jonathan se quedó serio, tendido en su cama, con la espalda apoyada en unos almohadones.

—Tengo la certeza de que pronto saldré de aquí.

—No pensaras escaparte...

—¡Oh no!¿me crees idiota? Se perfectamente que no llegaría muy lejos respirando vuestro oxigeno.

—¿Entonces?

—No te lo se explicar, es como algo que presiento, como si alguien me estuviese avisando. Melissa asintió; desde aquel fatídico día en que presintió que los chicos iban a tener un accidente de coche, creía realmente en ello.

—Te entiendo perfectamente, yo también presiento cosas y noto como si alguien me estuviera observando y hasta tratando de comunicarse.

—¿Sabes? En realidad somos bastante iguales, estamos confusos y nos asusta seguir. A veces nos da la sensación que no dirigimos nuestra propia vida.

— Por eso me siento tan segura hablando contigo. Mis amigos de la infancia se ríen de mi cuando saco el tema, piensan que soy rara y que todo son imaginaciones mías Toni no quiere decírmelo a la cara, pero piensa que me comporto así a raíz de la muerte de Billy pero no es verdad, eso ya lo he superado.

Entonces, Melissa poniéndose lo más cómoda que podía a pesar del traje, que aunque no muy grueso le molestaba, comenzó a explicárselo todo.

Le relató el incidente en la vieja ermita con aquel monstruoso ser de rostro gatuno, como lo pintó sin darse cuenta y ganó el concurso.

—Estoy segura que no fui yo, fue como si alguien me obligara a dibujarlo, como avisándome que aquella figura es real y estaba allí, acechándome en algún lugar.

—Creo que ese ser se habrá marchado en la nave que visteis en el bosque, si era tan extraño posiblemente no sea de este planeta.

Se quedaron en silencio contemplando el techo de la habitación, perdidos en sus propios pensamientos, pero luego Jonathan comenzó a explicarle cosas sobre su niñez, sus inesperados sueños que poco a poco le iban revelando cosas que él había olvidado hace mucho tiempo.




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