No Soy Yo

Treinta

Estirada en su cama, Melissa daba vueltas y más vueltas sin poder conciliar el sueño. Estaba demasiado agitada y nerviosa, recordando todos los hechos transcurridos en aquella semana.

            Recordaba como se despidió como un autómata de sus amigos, aquellos quisieron convencerla que continuara con la acampada pero ella no quiso; no se sentía con ánimos de pasar aquellos tres días que les quedaban en el bosque con sus misterios.

            Sus padres le preguntaron porque regresaba tan pronto y ella invento una excusa para que la dejaran tranquila.

            De pronto se sentó en la cama completamente desvelada; ¿pero como había sido tan descuidada? En su precipitada huida se lo había dejado en el hospital. Se maldijo a si misma mil veces y sintió una incontrolable rabia. Se revolvió con furia tirando todos los cojines y algunos muñegotes de felpa que todavía conservaba Carol. Todo giraba en torno al collar y ahora lo tenía Jonathan... ¿pero como podía haber cometido un fallo tan grave? Sin duda aquel aparentemente inocente muchacho la había engañado de alguna manera para quedárselo él. Le había hecho creer que no sabia nada, que solamente era cosa de ella, pero seguro que sabía mucho más de lo que quería hacerle creer... ¡oh Dios... como lo odiaba! — entonces pareció recapacitar. No, Jonathan no sabia nada sobre el collar, solo sabía que ella lo deseaba con toda su alma y ahora lo tenia él,  lo había hecho expresamente para obligarla a volver— volvió a estirarse en la cama y ahogó en la almohada un grito de frustración Ahora la tenía a su merced, no quería pertenecer a nada de lo que aquel chico perverso quería de ella; ¿almas gemelas? conexión mental que les hacia realizar viajes astrales... ya basta... se sentía enormemente agotada y solo anhelaba ser normal, volver a ser ella misma.

            —Por favor... que acabe ya... no quiero todo esto... no quiero volver a oír voces en mi mente ni sentirme tan perdida...

 

            El viernes se despertó bastante tarde; miró su despertador y vio que ya eran las once y media. Saltó de la cama poniéndose la bata y las zapatillas. En la casa reinaba un profundo silencio, no había nadie. Le extraño que ni siquiera Michael estuviera por allí, él también tenía vacaciones en el colegio... ¡claro! Su madre le dijo que se quedaría toda la semana en casa de sus primos, ¿Y Carol? Se habría largado con su amiga Kristie, hacía un día esplendido y en el parque se estaría de fabula. A Gary lo encontró todavía durmiendo. Bajó a la cocina y vio una nota pegada a la nevera. Vaya, sus padres se habían marchado a comer a la costa, y les habían dejado instrucciones detalladas sobre la comida; Melissa sonrió. A veces sus padres los trataban como a bebes y desconocían que sin ellos tampoco iban a morirse de hambre, para eso estaba el restaurante japones que servia comida a domicilio, ¿verdad? Abrió la nevera y vio un tupper con costillas a la brasa y puré de zanahoria. Puso cara de asco ante el puré y reconsideró seriamente lo de la comida japonesa.

            Era demasiado tarde para prepararse un buen desayuno, por lo que se hizo una única tostada que untó con crema de cacao y se llenó un vaso con zumo de manzana. Luego se sentó ante la pequeña tele que había frente a ella en un estante; daban dibujos japoneses, los preferidos de Michael, sí, no estaban mal...

            Al cabo de un rato vio aparecer por la puerta la adormilada cabeza de Gary.

            —Mmmmm... ¿que hora es?

            —Las doce y media.

            —¡Jesús, menos mal que hoy libro en el curro!¿qué hay de comer?

            —Eso que ves allí, pero hoy comeremos mas tarde. El puré podemos obviarlo, ¿verdad? En aquel cajón esta el teléfono del japo... — Gary le hizo caras divertidas y ésta puso morritos:— porfa, porfa, porfaaaa.... hace tiempo que no pedimos japo...

            —Esta bien, callate ya pesada... ¿donde están los analgésicos? Tengo un dolor de cabeza...

            —¿Estuvo bien la fiesta?—éste la miró alzando una ceja como preguntándole como sabía eso, pero ella se encogió de hombros.— la ultima vez que saliste con esas pintas de tu habitación hubo fiesta... ya sabes... música.. alcohol... ¿alguna chica que deba conocer?— cambió su tono de voz imitando a su padre y acto seguido volvió a ver la tele sorteando el paquete de cereales que le pasó volando casi rozándole la oreja.

            —Eeeeh, ¿no tienes la tele demasiado alta?  ¿Como es que hoy toca comida para llevar?

            —Los papas se han ido a comer fuera, somos Carol, tu y yo. Gary marcó el numero del restaurante, quedó unos momento esperando y luego colgó:

            —Mala suerte, deben de estar cerrados.

            —Pues te toca hacer la comida, las costillas las tolero, pero el puré se lo puede comer nuestra mascota, ademas le ira bien, casi no puede masticar.—y le guiñó un ojo.

            —Esta bien, haré algo de primero pero tu recoges el piso de arriba.

            Era ya la una y media cuando llego Carol. Se llevó una pequeña reprimenda del hermano mayor, ya que hacía media hora que la esperaban con la comida en la mesa.

            —Es que... nos hemos confundido de bus, hemos tenido que bajar en otra parada y coger el nuestro.




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