No Soy Yo

Treinta y ocho (Final)

Abrió los ojos y el sol la cegó. Se encontraba estirada en la hierba y le dolía la cabeza; ¿qué hacía allí?lo ultimo que recordaba era que se había apartado de sus compañeros en aquella estupida excursion al bosque.

Tardó en medio incorporarse, todo le daba vueltas pero oyó un sonido de motores a su espalda y al girarse vio a las tres enormes naves que despegaban. De inmediato, tan subitamente que casi le dolió, todos sus recuerdos pasados le vinieron, como en diversos flashes.

—Adiós. —solamente pudo articular en voz baja. Las naves tomaron velocidad y finalmente solamente vio tres puntos de luz que se perdían en el cielo.

Ando de regreso y una voz que reconoció como la de Jonathan le dijo mentalmente:

—”Ahora eres libre. Dagga te agradece mucho que le hayas cedido tu personalidad por este tiempo, sin tu ayuda jamás hubiera podido encontrarme. Debemos regresar a nuestro mundo y reconstruirlo, pero muy pronto tendrás noticias nuestras”.—ella asintió y se preguntó conmocionada, cómo era posible que los recuerdos de Dagga en La tierra, todavía siguieran en su interior.

— “Sí, así debe ser. En el intercambio de mentes, ambas se han fusionado y las dos recordáis lo mismo.”

— “Así lo siento, como si todo lo sucedido desde el accidente en el bosque me hubiera sucedido realmente a mi, aunque no recuerdo nada de la vida de Dagga anterior a ese día”.

—”Es que todo lo que vivió Dagga desde que te encontramos te sucedió a ti. Aunque no fueses tu físicamente, eran tus recuerdos y te corresponde a ti conservarlos. Ten en cuenta que el cuerpo sin la mente no son nada”.

—”Y los guerreros Suñiga, ¿no volverán a molestarnos?

— “Por el momento han perdido la guerra y se ha establecido una tregua entre las dos razas. Firmaron un tratado de paz y dejaran tranquilos a los dos planetas, Antarea y el vuestro, con nuestra promesa que trataremos de ayudarles a recuperar su propio mundo de la devastación."

Melissa sonrió sumamente aliviada. Ahora podía continuar con su vida normalmente aunque tenía una espina en lo más fondo de su corazón; Toni estaba con otra porque Dagga lo había rechazado y eso que una parte de ella, la que correspondía a Melissa, lo amaba.

—”No tengo derecho a estar resentida, se que no debe haber sido fácil vivir con una mente extraña, tratando cada día de sacar parte de ti. Que seáis muy felices Kutler y Dagga, reinando en vuestro lejano mundo.”

Cuando llegó a casa, lo primero que hizo fue ir donde estaba su hermana pequeña; tenía que acabar algo que había dejado a medias para poder estar completamente en paz. Carol al verla acercarse la miró de soslayo. Melissa sin decirle nada, se sentó a su lado y le tomó de la mano.

—Cariño, deseo profundamente que me perdones, no fue mi intención tratarte de la manera en que lo hice, no sirve de justificación ni mucho menos, pero estaba bastante confundida. Ahora vuelvo a ser la misma, tu hermana mayor, la que siempre ha cuidado de ti y te ha querido con locura. No espero que me creas ahora, pero deja que te lo demuestre, por favor, volvamos a ser hermanas y amigas.— Carol la miró tristemente y suspiró, dejando ir buena parte de sus sentimientos internos, luego, se giró hacia ella y la abrazó. Estuvieron así un buen rato y al final le confesó:

—Ya ha pasado mucho tiempo de eso y la verdad ya no estoy enfadada, pero me asustaste, nunca has actuado de esa forma y no entendía tu comportamiento con los chicos. Supongo que exploté y en ese momento no supe de qué manera decírtelo.

—No quiero que tengas esa opinión de mí, porque a quien quiero es a Toni y... — negó con tristeza— … no podré volver con él nunca más y me lo merezco, porque no lo he reconocido hasta hace poco, cuando ya lo perdí. Jonathan era algo “especial” porque ambos sentíamos una conexión y empatía muy fuertes y eso confundió nuestros sentimientos. Pero ahora esta bien, ha encontrado la estabilidad que necesitaba en su vida, con una persona extraordinaria. —Carol cambió por completo la expresión de su cara:

—¿Sabes donde está?

—Sí, pero de momento no puedo decírtelo, es una sorpresa que quiere compartir con todos nosotros. Me ha dicho que dentro de unos días vendrá con unos amigos muy especiales.—A Carol por lo visto le bastó con eso, ya que pareció satisfecha y se centró en ellas dos.

—¡Oh Melissa! tenía tanto miedo a perderte... claro que te perdono hombre... —y ambas rieron.

Melissa luego llamó a Hanna, le anunció muy contenta que dentro de pocos días recibirían una grata sorpresa, para ella y para sus padres.

—¡Jolines “Mel”!¿No puedes darme alguna pista?

—Ni hablar, “es secreto de Estado”, si te lo cuento estaré bajo amenaza de muerte.— bromeó para darle menos importancia.— pero puedes confiar en mí, es algo bueno... la verdad es que bastante bueno.

Hanna la miró frunciendo el ceño:

—No estarás embarazada y te vas a casar en secreto, ¿no?— Melissa lanzó una carcajada y le amenazó con colgar.

—Eso no sería bueno en absoluto... por lo menos ahora, para eso necesitaría un novio ¿no? y lo de casarme, prefiero esperar al menos quince años.

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Cuando el esperado día llegó, Melissa reunió a todo el mundo y marcharon hacia el claro. Sus padres estaban bastante angustiados, el doctor que atendió a Melissa había llamado para hablar con ellos referente al tema del suicidio, pero esta los abrazó sin dejarlos decir ni una palabra, les aseguró que estaba bien ahora y que les tenía que enseñar algo de vital importamcia. Iban las dos familias y no faltó el pequeño John acompañando a una nerviosa Hanna.

Mientras caminaban, todos iban bromeando, pensando que sería una de las rarezas de Melissa. El pequeño Michael iba dando saltos, super emocionado, tomándose aquello como una gran aventura y dejándose llevar por su imaginación de niño de diez años. Quien más puso objeciones fue Gary, ya que había quedado con un ligue, pero como hermano mayor y bajo las peticiones estrictas de sus padres, al final pospuso su cita y los acompañó, escéptico como todos.




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