No sueltes mi mano

Capítulo 1: Dos años

Isabella
¿Se puede tener el mundo a tus pies y a los dos segundos no tener nada? ¿Se puede pasar de ser la persona más grande a pasar a ser nada? ¿Cómo un mundo se derrumba tan fácilmente? ¿Cómo puede la vida de alguien acabar tan rápido y de repente?
Lo tenía todo, fama, amigos, riqueza, una vida perfecta y envidiable, era feliz, pero ahora simplemente no soy nadie, perdí la comunicación con el resto del mundo, ya nada ni nadie me importaba, antes todos me conocían, ya nadie me recuerda.

— Señorita Sullivan, su desayuno—la empleada deja la bandeja donde siempre mientras me arreglo frente al espejo, dos años y no fueron suficiente para seguir adelante — ¿Va a salir? — se asombra al verme arreglada, así parezco la de antes

— Así es Ofelia, saldré — ella se queda estupefacta, normal, llevo dos años encerrada sin salir de mi habitación, solo era llevada a ver médicos y más nada

— Necesita algo? — pregunta saliendo de su shock, la miro

— Mi auto, que esté listo por favor — asiente y sale sonriendo de la habitación, mi última salida

— ¡Hija! — se sorprende mi padre al verme fuera de mi habitación — estás preciosa— me halaga, me dolerá no volverlos a ver, pero ya no puedo seguir así, muchos me dijeron que el dolor se iba, pero el mío sigue como el primer día

— Iré a dar una vuelta papá— lo abrazo sabiendo que será el último abrazo que le daré

— Eso es fantástico mi amor— se alegra mi madre que camina hacia mí— ¿Estás bien? — coloca sus manos en mi rostro, no, no lo estoy quisiera decirle, jamás volveré a estarlo madre

— Estoy bien mamá

— ¿Y a dónde vas? — cuestiona Fabio interesado

— Solo a dar una vuelta papá, no te preocupes

— Hoy tienes cita con el psicólogo hija— asiento, se quedará esperando

— Volverás a la empresa?

— No mamá, eso ya es pasado

— Hija, no puedes dejar que todo se destruya así, sabemos que lo que pasaste fue malo, todos sufrimos, pero debes continuar con tu vida

— Eres la diseñadora más famosa de esta ciudad— halaga papá y lo miro

— Lo era padre, ya nadie me recuerda, ya nadie habla sobre mí, prácticamente ya no existo y claro, morí hace dos años

— No digas eso Bella

— Adiós mamá — beso su mejilla, luego la de mi padre

— Vuelve para la cena— grita esta—prepararé tu plato favorito— yo solo salgo de la casa y voy hacia mi auto, mi vida perdió sentido, ¿Qué sentido tiene seguir luchando entonces?

Llego al primer y único lugar que visitaré hoy, me arrodillo ahí viendo su foto, dos años en los que no quise venir porque aún no me creía lo que había pasado, dos años en los que solo quería volver a ver su hermoso rostro, su sonrisa angelical, sus ojos expresivos y esa voz hermosa diciendo mamá

— Hola Ruth— digo con un nudo en la garganta pasando la mano por la lápida — lamento haber tardado dos años para visitarte... soy la peor de las madres, lo sé— sonrío y unas lágrimas escapan de mis ojos— volveremos a estar juntas pequeña, lo juro—me pongo de pie y seco mis lágrimas, aún no sé cómo me quedan algunas luego de pasar los días llorando

Ruth, mi pequeña hija la cual ahora tendría seis años, ¿por qué ella? me he hecho la misma pregunta mil veces, debí ser yo quien muriera ese día, pero no, los médicos quisieron salvarme, ¿para qué? Si todo murió dentro de mí, juro que quise salir adelante, pero no lo conseguí, fui débil quizás, al parecer no era la chica valiente y guerrera que todos decían que era.

Llego hasta el lugar ideal, ella decía que era su lugar favorito, un puente hermoso que por debajo pasa un arroyo, no muchos vienen hasta aquí, está alejado de la ciudad y sé que hoy el hermoso parque está cerrado, pero unos pocos billetes mueven al mundo y a las personas y así me dejaron pasar

— ¡Joder! — murmuro mirando hacia abajo y trago en seco, está alto esto, pero era lo que quería ¿no? Me preparo para subir a la baranda de este pero

— ¿Isabella? — respiro hondo y volteo para quedar justo frente a la que era mi mejor amiga y a la cual llevo dos años sin ver— Waw eres tú de verdad

— Hola Valeria— le sonrío

— ¿Cómo estás? — me esfuerzo por no hacer una mueca, odio esa pregunta

— Bien

— Sigue igual que antes— la miro confundida — el parque digo— asiento— venías mucho, me alegra verte aquí — sonrío, no se alegrará mucho cuando haga lo que vine a hacer

— Qué haces aquí Vale?

— Trabajo aquí — trago en seco, ella se acerca y mira hacia el arroyo— uf odio las alturas— se aleja maldición! si es que ni para morir voy a tener suerte— ¿tú como entraste? Hoy está cerrado

— Dinero— me encojo de hombros

— Claro, quieres comer algo o

— Me encantaría estar sola— la interrumpo, no quiero ser borde, pero ya está molestando— vine para estar sola Valeria, si no te molesta

— Oh no, entiendo— me sonríe, siempre fue una gran amiga, pero alejé a todos de mi lado— si necesitas algo estaré en el hotel— señala este que está un poco lejos

— Gracias— esta se acerca y toma mis manos

— Me alegró verte aquí Bella— asiento, estoy segura de que en breve no se va a alegrar tanto, la veo alejarse, cuando desaparece de mi vista vuelvo a lo mío, ha llegado la hora, miro hacia abajo, está claro que no sobreviviré a esta caída, no debo tener tan mala suerte, como puedo y sin dejar de mirar el vacío me coloco del otro lado de la baranda, sigo sujeta a esta y miles de recuerdos vienen a mí, el día en que la vi por primera vez, tan pequeña e indefensa, el día en que me dijo mamá, sus primeros pasos, cierro los ojos, lentamente me dejo de agarrar de la baranda del puente, ahora solo debo dejarme caer y podré estar junto a ella esté donde esté o al menos sé bien que ya no sufriré

— No sueltes mi mano— abro los ojos de golpe, alguien acaba de tomar mi mano, me tenso al escuchar esa voz y vuelvo a agarrarme con la mano libre, giro un poco mi cabeza y ahí la veo, ¿ahora veo visiones?

— Ruth— murmuro al ver a la niña que me sonríe y que tiene mi mano agarrada, su cabello rubio cae en sus hombros, sus grandes ojos azules me miran y su sonrisa me ha dejado hipnotizada, es mi hija, es igual a ella solo que se nota debe de tener unos cinco o seis años

— Vanesa— dice con su preciosa voz— ese es mi nombre y no te preocupes no soltaré tu mano, estarás bien— yo simplemente me pierdo en sus ojos, ¿Cómo puede ser posible?




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