No supe olvidarte

13

Al despertar, caliento una de las comidas que deje hechas acompañadas con agua de naranja, la ropa de la maleta la vuelvo acomodar en el closet, acomodo todo lo que tengo que hacer.

 

Después de la comida limpio el departamento, al terminar me baño y me preparo para hacer la despensa. Me he puesto un lindo vestido verde militar con un delgado cinturón en la cintura, con unos zapatos de piso en color café claro, he recogido mi cabello en una cola alta y un maquillaje básico pero que resalta un poco mes facciones. Tomo mi teléfono y la cartera la pongo en el bolso.

 

Al abrir la puerta me encuentro con una mujer de tés clara, cabello rubio platinado como si fuera de una muñeca en capas su lacio cabello, ojos verdes preciosos, un cuerpo atlético, bien cuidado pero sin resaltar mucho los músculos, un vestido negro con zapatos con un tacón de unos diez centímetros en color beige y bolso negro, su maquillaje es mínimo pero la hace lucir bien. Y la he encontrado justo en el momento en que tocaría mi puerta.

 

—¿Necesita algo? ¿Busca alguien? — todos mis sentidos están alerta y lo bueno que tengo mi faja puesta.


—Soy Ingrid Dennison y quiero hablar contigo.

 

Los bellos de mi cuerpo se erizan al escuchar su apellido y si, no estaba equivocada, ese rostro nunca lo olvidaría, ella es su esposa, la mujer por la que me dejo, la mujer que prefirió por enésima de mí. ¿Qué hago? ¿La dejo en la entrada de mi departamento y la corro? O ¿Dejo que entre? No tengo porque huir de ella, no le debo nada, así que mejor de una vez.


Me hago aun lado dejando libre el espacio para que pase, primero mi educación no dejare que piense que soy una mujer sin educación.
Ella pasa y lo estudia todo con la mirada ¡Claro, está acostumbrada a lo mejor!


—Siéntese — señalo el sofá — ¿Quiere algo de tomar?


—No, gracias.

 

Camino hasta el otro sofá quedando justamente enfrente de ella ¿Qué querrá?


—La escucho — tengo que hacer un gran esfuerzo por no acariciar mi abdomen.


—Sé que lo que te diré no lo vas a creer pero aun así lo diré. Yo no sabía de tu existencia hasta después, lo supe el día de la fiesta de nuestra boda, cuando Evan regreso con un labio roto, en ese momento supe la verdad y que vino a verte horas después de que acabara todo. Nuestra boda fue arreglada, nuestras familias lo arreglaron todo, él siempre me decía que estaba enamorado, pero ni siquiera conocía el rostro ni el nombre que tendría la mujer que lo había enamorado. Evan ha tenido un accidente y los médicos dan pocas esperanzas de que sobreviva, él quiere verte.

 

Me he quedado ida al escuchar que no hay posibilidades de que no viva y en lo único en lo que ha pensado es en verme, no puedo evitar que mis ojos se cristalicen por las lágrimas, me siento culpable. No he pensado en nada más ni en lo que tendrá que decir esta mujer solo sé que quiero ver lo, acariciar su rostro. Limpio mis mejillas con los dedos y es en ese momento en que por instinto acaricio mi vientre.

 

 

—¡Vamos! — me levanto del sofá al mismo tiempo que ella.


Entramos en el elevador en silencio, hasta que ella rompe el silencio.

 

—Estoy segura de que se alegrara cuando se entere que será padre, que su amor ha dado frutos, siempre me decía que te quería para la madre de sus hijos, estaba tan ilusionado contigo, pero tuvo que dejarte sin decir nada, estaré a tu lado en todo momento, sé que quizás no lo quieras pero él me ha encargo cuidarte y eso hare, nunca hubo interacción intima ni nada que se le parezca, solo tenía ojos para ti, siento mucho que tu salieras lastimada en todo esto.


Parpadeo varias veces para que no me vea llorar pero es imposible, recuerdo todo lo que le dije cuando volví a ver, las vez que le dije que no volviera a buscarme, me siento culpable. Las emociones que había guardado con llave, han salido sin mi permiso para demostrarme que sigo queriéndolo, amándolo, recordando esos momentos en los que estábamos juntos sin que nadie lo impidiera. Las veces que vimos juntos las estrellas.
Al salir del elevador caminamos hasta la salida del edifico, donde están estacionadas dos camionetas negras con guarda-espaldas.


Entramos en la segunda camioneta mientras que en la otra van los hombre. En todo el camino solo pienso en él, haciéndole una promesa a dios a cambio de que lo salve, rezando para que se salve, que sea feliz aunque no esté conmigo. En que pueda ver a su hijo crecer, que pueda estar con él en los momento importantes de su vida. 




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