"Todavía creo que nuestro mejor diálogo ha sido el de las miradas. Las palabras, consciente o inconscientemente, a menudo mienten, pero los ojos nunca dejan de ser veraces."
Mario Benedetti.
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El lunes por la mañana tenía claro que debía hablar con Sara acerca de lo que sucedió en la cita. Ella era una chica muy atractiva y agradable, no dudaba en que podría gustarle a alguien, solo que ese alguien no era yo y jugar con sus sentimientos no era algo que quisiera hacer.
Abbi estuvo hablando durante todo el domingo sobre cómo podríamos ser pareja y lo feliz que sería si lo éramos, no estaba segura de si la más feliz era ella o Sara pero me preocupaba y solo cuando vio el móvil el lunes temprano se calló.
—Dice que está enferma—musitó leyendo el mensaje con desilusión.
Exhalé, me ponía nervioso la idea de rechazar a alguien pero que ella falte a clases me hacía sentir levemente más aliviado.
—Deberías dejar de vivir tu vida amorosa a través de mí.
Abbi me ignoró y pase por su lado hacia el salón con las manos en los bolsillos. La profesora no había llegado aún y mis compañeros retomaron sus conversaciones cuando vieron que era yo. Algunos me saludaron, otros chocaron puños conmigo y vi algunas chicas murmurar ente risas mirándome sin disimuló. Supongo que mi cita con Sara se hizo viral, era de esperar.
Me encamine hacia el fondo del salón arrastrando la silla de junto para sentarme. Ese era mi lugar desde que comenzó el proyecto y planeaba que lo fuera el resto del año. No solo por Holden sino por los beneficios que traía, como oír mejor, poder comer e ignorar ciertas tontería que se decían por estar lejos de los demás. Me ayudaba a concentrarme.
Estuve así todo el fin de semana inquieto, mirando la pantalla, la buzón de mensaje, desarmando y quitando la batería para volver a armarlo y no encontrará nada. No estaba seguro de qué quería ver pero estaba seguro de que cuando lo viera me sentiría mejor. Le había enviado un mensaje a Sara para comprobar que llego bien con su madre y luego de unas horas de conversación me dormí, pero tampoco era ella quien quería que me respondiera.
—¿Joshua, estás oyendo?
Parpadeé y alcé la cabeza hacia la chica del otro lado de mi banco, quién me miraba con los labios apretados.
—Si, lo siento.
—Olvídalo—se volteó y volvió junto a sus otras amigas que me miraba con recelo.
Miré la ventana a mi lado esperando a la profesora para comenzar y divisé un auto negro deteniéndose frente a la escuela. Lo conocía, era el auto del señor Hope, pero al observar mejor caí en cuenta de que había algo extraño en la persona que bajaba, una leve cojera que no había estado allí el sábado.
Fruncí el ceño y me aproximé al vidrio pegando la nariz. El señor Hope bajo junto a su sobrino y ambos intercambiaron palabras frente a la escuela. Holden parecía molesto, tenía la misma expresión que el sábado cuando abrió la puerta del auto, pero su tío se veía aún peor, enojado y desalineado lo sujetaba por los hombros y le decía algo por lo bajo.
Lo vi retroceder cojeando de vuelta a su auto y luego arranco, dejando a Holden de espaldas a la escuela con los puños apretados a cada lado del cuerpo.
—¿Qué miras?—No oí a Christoper acercarse hasta que lo tuve junto a mí, mirando la ventana con curiosidad.
Exhalé previendo la conversación.
—A Holden.
—¿Por qué te llama la atención?—Sus ojos se clavaron en mí pero lo ignoré sin poder comprender por qué Holden no entraba a la escuela.
—No lo sé—encogí los hombros—, lo veo muy solo.
—Te da lástima.
—No—negué sin apartar la mirada del chico que se volteaba hacia la entrada de la escuela, todo su rostro seguía magullado y lleno de golpes, pero estaba mejor que el viernes. Inhaló, vi sus hombros moverse de arriba a abajo, y luego comenzó a caminar hacia la entrada.
—La amiga de mi tía fue su niñera cuando era pequeño—contó Christoper al verme acercar la nariz más, buscando a Holden—, una vez me dijo que él hablaba solo en su habitación.
Suspiré, de nuevo esos rumores.
—¿Tu tía también dijo que asesinaba animales?
Él negó.
—Me dijo que se hacía daño, todas las mañanas amanecía con rasguños en los brazos y una vez lo encontró su cama cubierta de sangre. Él estaba sangrando.
Lo miré sin comprender.
—¿Sangrando?
—Si, él se sentía culpable por lo que le hizo a sus padres.
Tuve ganas de decirle que no era cierto, que Holden no mato a sus padres ni los volvió loco ni mucho menos lo abandonaron porque estaba endemoniado, pero no lo hice.
Me aparte de la ventana sintiéndome un idiota por detenerme a oír con interés lo que dijo la amiga de su tía. Me sentía absurdo de solo recordarlo y al mirarlo comprendí que realmente creía lo que me decía. Le daba miedo Holden, como a todos los demás.
Esperé unos minutos mirando la puerta a qué Holden aparezca pero cuando no lo vi tomé mis cosas del suelo, colgué la mochila al hombro y me levanté.
—¿Dónde vas?
No respondí, me encamine hacia la puerta ignorando las miradas de mis compañeros y salí, chocando con la profesora a punto de entrar.
—¿Joshua, qué hacés fuera del salón?
Negué haciéndome el perdido.
—Le entregué mi carpeta a Abbi, mí hermana, para que tome apuntes y olvidó devolvermela, iba a buscarla.
Ella me miró con los ojos entrecerrados, no parecía creerse mí mentira, pero luego de una exhalación asintió y se apartó.
No sabía dónde ir, pensaba en buscar a Holden pero no sabía dónde estaba y tampoco quería volver al salón a encontrarme con las miradas indiscretas de los demás. Estaba harto de tantos rumores.
Caminé hacia la puerta principal sacando los auriculares del bolsillo de mi mochila, en la ciudad no era gran cosa, cualquiera que te veía hacía señas antes de hablarte, por precaución. Si es que querían decirte algo. Pero en ese pueblo parecían cosas sacadas del futuro. O ellos parecían haberse quedado en el pasado.
Editado: 31.03.2022