No te acerques a Holden Scott

Capitulo 19

Hay algo oculto en cada sensación”
Gustavo Cerati.

. . .

Entre abrí los ojos hacia la oscuridad de mi habitación y giré la cabeza hacia la ventana. Se oían pequeños golpes en el vidrio. Debían ser pájaros o hojas de arboles. Me volteé intentando ignorarlo, no sabía qué hora era pero tenía la sensación de que era muy tarde por la noche, la habitación estaba fría y las colchas que cubrían mis pies se habían corrido hacia el suelo. Suspiré, las acomodé y volví a cerrar los ojos, pero el golpeteo no se detuvo.

Me cubrí la cabeza con al almohada, bufé y encendí el móvil para comprobar que eran las 3 de la madrugada. Lo apagué, apreté los ojos con fuerza y al seguir oyendo el estúpido golpeteo me levante arrastrando los pies hacia la ventana y corrí las cortinas, pero no había ni un pájaro ni hojas, sino diminutas piedras que impactaban una tras otra y caían sobre el tejado.

Fruncí el ceño y apoyé la mano sobre el vidrio para avisar a quien lanzaba las piedras que se detenga, abrí la ventana y al asomar la cabeza divisé a Holden parado en nuestro jardín con una capucha sobre la cabeza y su usual chaqueta negra. Me miró vacilante, nervioso, lanzó las piedras al suelo y me hizo señas antes de verlo ocultarse bajo el tejado.

Tomé mi campera y mis pantuflas tan rápido que casi caigo en las escaleras, lancé una mirada hacia la habitación al final del pasillo pero mi madre tenía el sueño tan pesado que Abbi y yo podríamos hacer estallar el calentador y ella no se enteraría (o no se enteró). Corrí hacia la cocina colocándome la campera y abrí la puerta con tanto ímpetu que me sorprendió una ráfaga de viento invernal. No me importo. Di un paso fuera y de repente mí mirada cayó sobre el chico sentado en los escalones de madera a pocos pasos del juego de jardín.

Me acomodé la campera para tener algo que hacer, coloqué una traba para que la puerta no se cierre y me acerqué tragando saliva.

—¿No quieres entrar?—Sugerí vacilante, no parecía tener frío no como yo que comenzaba a temblar—, ¿Puedo ofrecerte algo de té? ¿Chocolate? ¿Café?

Él alzó la cabeza y me miró con arrepentimiento.

—Joshua, no podré ir a nuestra cita.

Asentí temblando por el frío, miré hacia mi casa y me senté junto a él, enterrando mis manos entre mis rodillas para conservar el calor.

—¿Puedo saber por qué?

Miró al frente, a la oscuridad del otro lado del jardín, y musitó por lo bajo:

—Mañana no iré a la escuela.

—¿Por nuestra cita?

—No—negó con una ligera sonrisa triste—, mi tío me llevara a un retiro con sus socios.

—Suena aburrido. No importa, iremos pasado mañana.

Holden bajo la mirada al suelo y volvió a suspirar negando ligeramente con la cabeza.

—No sé cuando volveré.

—¿Qué?—Pregunté desconcertado—, ¿Cómo...?

—A veces los viajes de retiro duran semanas.

Tragué saliva pensando en los días que estuvo fuera mientras hicimos el proyecto y terminé por resignarme a la idea de nosotros en el cine.

—Bien, esperaré que vuelvas.

No me miró pero soltó aire aliviado, como si hubiera esperado otra reacción.

Hubo unos minutos de completo silencio en los que miles de preguntas se agolparon en mi garganta para salir, pero las retuve esperando pacientemente que él tome la iniciativa de hablar, de preguntar, de confesar lo que sea que lo ponía incomodo. Pero en cambio fue otra pregunta la que no se hizo esperar cuando volvió a mirarme con esa tristeza que me revolvía las tripas.

—¿Por qué insistes?

Lo miré confundido.

—¿A qué te refieres?

—A nosotros.

—Porque siento algo aquí—señalé mi vientre con la mano y al alzar la cabeza lo vi observarme confundido.

—¿Qué sientes?

Volví a colocar las manos entre mis rodillas, nervioso, y al suspirar me tome unos segundos para pensar las palabras.

—Es como un calor extraño—confesé—, como cuando sabes que debes hacer algo porque de no hacerlo te arrepentiras luego.

Parpadeo, parecía más confundido que antes.

—¿Cómo se siente?

—¿Qué?

—El calor de tu vientre.

—¿Tu no lo sientes?—Pregunté avergonzado.

—Yo no sé qué siento—Apartó la mirada y nego dejando caer la mirada hacia sus manos en su regazo—. Antes no sentía nada.

—¿Como es posible no sentir nada?

—Cuando pasas por ciertas cosas es como si dentro tuyo un interruptor se desactivara y de repente todo lo que te hace el mundo se apagara. Es como un vacío aquí—señalo su pecho con su mano y al mirarlo encontré nuevos moretones y cortes, solo que estos estaban recién hecho y de algunos aún había sangre.

La dejo caer sobre su regazo y me estremecí titubeando al acercarme y tomarla con suavidad y delicadeza, esperando que la aparte. Pero no lo hizo.

—¿Entonces no sientes nada?—Susurré acariciando sus dedos ásperos y lastimados con delicadeza para no generarle dolor.

—No...

Holden me miró atento mientras pasaba mis dedos sobre su palma suavemente. Allí había otro moretón, uno que se estaba curando pero no dejaba de parecer doloroso. Volteo la mano cuando se lo indique con suavidad, todo su cuerpo pareció relajarse mientras pasaban los minutos. Revisé sus cortes con el corazón en la boca y evitando temblar por la impresión, miré sus uñas perfectas e inmaculadas y luego subí la manga de su chaqueta hasta dónde cardenales rojos rodeaban su muñeca repetidas veces y dejaban en un tipo de extraño patrón en su piel.

—¿Qué te sucedió?—Pregunté sin poder evitar que mi voz suene lastimera.

Holden apartó su mano y oculto su muñeca con la chaqueta, cerrando los ojos en un suspiro profundo antes de levantarse.

—Nada. Debo irme.

También me levanté.

—¿Por qué siempre debes irte? No estas obligado a responder.



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En el texto hay: misterio, suspenso, boy love

Editado: 31.03.2022

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