—Hoy saldré—informé sin dar mucha importancia durante el desayuno.
Abbi me lanzó una mirada pero la ignoré. Mi madre le lanzó una mirada a Patrick quien encogió los hombros y mi abuela puso su habitual cara de disgusto antes de mirar a mi madre con reproche.
—¿Cariño, estás seguro?—Preguntó mi madre, insegura—, aún no esta del todo recuperado.
Asentí.
—Iremos con Charlie al ver unos libros a la biblioteca—mentí—, de paso él me entregará las tareas y voy a ponerme al día.
En todo momento evite la mirada de Abbi a pesar de que quemaba en mí rostro. Ella sabía que era mentira pero no tenía la confianza para interrumpir. Además, mi coartada estaba segura porque Charlie faltaría al colegio para ir al dentista y de surgir alguna duda él también mentiría para cubrirme. Lo calculé a la perfección.
—Sabes que no es necesario—aseguró Patrick y lo miré agradecido, desde el accidente pasaba menos tiempo con su móvil y más presente en comidas y convenciones.—Puedo pedirme el día y acompañarlos por si necesitas ayuda.
Negué.
—No es necesario, debo aprender a andar solo y además creo que ya le agarre la mano a las muletas y el yeso.
Todos los adultos intercambiaron miradas inseguras mientras continuaban con el desayuno y más de una vez intentaron hacer que no vaya, pero yo me mantuve tranquilo y contento para aparentar que por fin saldría. Y si, algo aliviado me ponía, tener que salir y caminar a pesar del yeso era mejor que estar todo el día entre cuadro paredes y miradas de lástima.
Poco después mi madre me ayudó a vestirme para salir. Me aseguro que podría llamarla en cualquier momento, que podría no ir (de nuevo) y que si sucedía algo, lo que sea, debía avisarle. A lo que yo accedí. Me dio algo de dinero por si debíamos comprar algo, un beso en la frente y salió de mi habitación para encerrarse en la suya.
Exhalé.
—¿Dónde irás?—Preguntó Abbi entrando sin avisar.
La miré irritado.
—Que te importa.
—Joshua...—comenzó insegura, pero la detuve volteándose para tomar las muletas y caminando hacia la salida, fingiendo no tener grandes dificultades para abrir la puerta y saliendo sin emitir palabras.
Escaleras abajo mi abuela me esperaba con los ojos fríos de la preocupación. Me preguntó si estaba seguro y asentí caminando hacia la puerta, asegurándole que no sucedería nada malo, que solo estaríamos en la biblioteca y que volvería temprano, aunque no sabía si era cierto.
Me detuve en la entrada y saqué el móvil para mirar la hora, faltaba poco para las doce y los nervios me estaban consumiendo las tripas.
Apenas había dormido la noche anterior, tenía la sensación de que por fin tendría respuestas a las preguntas de Holden y me sentía incómodo. Ese chico conocía a Holden, Sara dijo que fue violento y que tuvieron que contenerlo, pero también dijo que murió. Si el chico que me habló por teléfono era Tobías Robinson, ¿Quién era el que todos creían muerto? ¿Por qué lo creían muerto? Quería creer que era otro de esos tontos rumores pero no sabía cómo expresar la inquietud desde que lo oí pronunciar el nombre.
Abrí la casilla de mensajes y escribí a Charlie para confirmar mi coartada. Me respondió con un dedo arriba y exhalé. No sabía qué esperar de ese encuentro pero algo me decía que tenía que mantenerlo en secreto.
Pasaron dos minutos de la doce cuando un auto azul brillante se detuvo frente a mi casa. Los vidrios iban polarizados, apenas lograba verse dentro. A simple vista parecía un auto viejo con pintura nueva, pero no fue eso lo que me inquieto sino el conductor que bajo el vidrio para verme con desdén.
—Sube—ordenó y tragando saliva obedecí. Coloque la muleta entre mis piernas, apoyada en mi hombro, subí mi pie enyesado y cuando el auto aceleró le lancé una mirada a Abbi observándome desde la ventana. Exhalé—. ¿Sabes quién soy?
Lo observé. Tenia el rostro pálido y los ojos rasgados, como un actor asiático de las novelas. Llevaba un aro en la ceja, el cabello revuelto y el ceño fruncido. Iba con una campera de cuero similar a la que Holden usaba y unos jeans claros con las rodillas rasgadas. No parecía de nuestra edad, parecía unos años mayor, pero lo reconocía de las fotos en el perfil de Tobías Robinson.
—Eres Tobias Robinson, ¿no?—Respondí cauteloso y él asintió apretando los labios y acelerando. Me sujete al asiento—. ¿Por qué me llamaste?
Entrecerro los ojos hacia adelante.
—Me enviaste una solicitud.
—Si. Comentaste todos los mensajes del perfil de Tobías Robinson con un punto irónico, sentí curiosidad por el cinismo a un muerto.
—Yo soy Tobías Robinson—bufó sonriendo con burla—. Puedo ser todo lo cinico que quiera conmigo.
Llegamos a la salida del pueblo y el auto desacelero, miré como giraba en la entrada, sumergiendose en un camino apartado que nos alejaba del pueblo y la civilización y luego aceleraba por un camino de tierra apretando los labios en una mueca extraña.
—¿Por qué estás muerto?—Pregunté cuando los árboles a nuestro alrededor desaparecieron y el césped comenzó a llenar todo a excepción de la carretera y las vallas de alambres.
—Ya lo sabrás.
Saqué el móvil para comprobar que Abbi me había enviado un mensaje y lo ignoré deslizandolo a la derecha. Revisé la batería, la señal y cuando comprobé todo volví a mirar al frente, dónde todo, menos el césped, desapareció.
—¿Dónde vamos?—No respondió. Genial, me iban a asesinar y yo ni siquiera podría huir.
Me recosté sobre el asiento apoyando la cabeza en la ventana y miré hacia el césped por un largo rato hasta que el chico a mi lado volvió a hablar.
—Tú conoces a Holden, ¿no?—Lo miré dubitativo y asentí—, ¿son amigos?—Asentí.—¿Y nunca sentiste curiosidad por él?
—Él no habla de su vida.
—Lo sé—musito sonriendo con nostalgia—. Holden es muy reservado. ¿Pero dime, eso que dijiste por mensaje es cierto? ¿Crees que los rumores no son verdad?
Editado: 31.03.2022