5 AÑOS DESPUÉS.
Di un cabeceo a la ventana cuando el tren dio una sacudida y desperté con una mueca, mirando alrededor frustrado de encontrarme en otra estación. Bufé levantándome cuando las puertas comenzaban a cerrarse y grite que las detengan antes de saltar al anden con el bolso y mis cosas buen sujetas al brazo.
Suspiré, me volteé y saqué el móvil al percatarme de que estuvo sonando.
—¿Hola?
— ¿Llegaste?—preguntó mi madre del otro lado del auricular y solo por no darle la razón cuando se ofreció a acompañarme, dije que sí y forcé una sonrisa molesta que de todas formas ella no iba a ver.
—Estoy en camino—comuniqué acercándome a la taquilla para comprar el boleto de vuelta. El vendedor me miró confundido desde el otro lado del vidrio, me pidió que le repita el destino y me entregó el recibo hablando alto y claro, lo suficiente para que mi madre escuche. Fruncí el ceño—. Muchas gracias.
—¿Te quedaste dormido?—preguntó mi madre con suficiencia.
Rodé los ojos.
—Viaje por 12 horas en el asiento más incomodo del mundo, no dormí y tengo hambre, no pidas demasiado.
—Si hubieras dejado que viaje contigo no te dormido.
—¿Claro, y quedar como un niño de 12 años que tiene que viajar con su madre en mi primer trabajo formal? No, gracias.—Ignoré la risa de Patrick del otro lado del móvil y caminé hacia la estación correspondiente entregándole el recibo al policía junto al anden. Agradecí y me acerque al banco para esperar. Miré la hora de mi móvil y suspiré volviendo a colocármelo en el oído—. Ma, estoy bien. Llegaré en unas horas al trabajo y luego iré al departamento de la abuela, ¿bien? No te preocupes.
—Deberías llamar a Abbi—sugirió al oír la ultima parte.
Solté una mueca.
—No compartiré habitación con ella y su roomie.
—¿Por qué no?
—No sé—encogí los hombros, irritado—, ¿por dignidad?
—Cariño, ellas no tendrá problemas con apoyarte pero debes pedírselo.
¿Y arrastrarme como dijo que lo haría? Jamás.
—Estaré bien en lo de la abuela—aseguré mirando el tren avanzar poco a poco por las vías. Sonreí—. Debo irme.
—Bien, suerte—dijo ella.
—Suerte—oí gritar a Patrick, sonreí y colgué.
Esta vez usé el móvil para entretenerme y no dormir. Estaba agotado, quería un emparedado y de ser posible un baño decente, pero ya no había tiempo para ir al departamento de mi abuela. Estaba llegando tarde.
Una semana antes una agencia de modelos se había comunicado conmigo para una entrevista de trabajo. Me había postulado hace meses, ni siquiera recordaba porqué lo hice, pero acepté porque necesitaba el dinero para el viaje que tenía planeado. Ya había conversado con mi madre y Patrick la convenció para que me permita viajar, pero quedarme dormido el primer día no era de confianza.
El móvil volvió a vibrar y abrí el mensaje de Sara con una sonrisa ansiosa. La llamé.
—¿Llegaste?—preguntó luego de primer tono.
Me reí, ella parecía más emocionada que yo.
—Aún no, me dormí, pero estoy cerca.
—¿Crees que te digan algo si llegas tarde y con cara de dormido?—bromeó y una punzada de miedo se encendió en mi estomago.
—Espero que no.
—Es broma—rio—. Estarás bien.
—Lo sé—creo—, pero estoy algo preocupado por llegar y no saber qué hacer.
El tren dio una sacudida y tuve que sujetar el asiento y mi bolso al mismo tiempo.
—Claro que sabes—continuó Sara con tono tranquilo—, tienes que tomar fotos.
—Una boda no es lo mismo que un modelo, Sara.
—¿Cuál podría ser la diferencia de invitados ebrios y sudados a personas serias y profesionales portando ropa linda y accesorios caros?
Hice una mueca.
—La profesionalidad.
—Estarás bien—repitió confiada, y pude verla sonreír con dulzura a través de mis recuerdos. Sonreí a pesar de la tristeza de no volver a verla, pero ninguno lo menciono. La mañana mejoró considerablemente y pasamos el resto del viaje hablando de como seguían las cosas en el pueblo. En realidad no me importaba porque me fui la noche anterior, pero ella creía que la ciudad era tan lejos como Escocia y me enternecía que me extrañe. Le comenté un par de cosas sin sentido, las fotos que tomé durante el camino y me levanté cuando el tren avanzó lento por el anden, deteniéndose en la plataforma—. Avísame cuando llegues con tu hermana.
—No iré con Abbi—bufé levantándome con cuidado de no golpear el bolso y caerme de rostro el suelo.
Oí un suspiró del otro lado del auricular.
—Joshua, estas siendo demasiado orgulloso.
—Lo sé.—sonreí traspasando las puertas con energía renovada y me encaminé hacía la salida—. Debo irme, te quiero.
Sentí una punzada extraña en el pecho, me preocupaba por ella desde que le dije que me iría, me preocupaba las lágrimas que soltó la noche anterior a mi partida y la manera en que me hablaba. Pero lo solté sin intensión, para mí era una costumbre decirle que la quería.
Espere en silencio, sintiéndome un idiota, y oí su respuesta con alivio.
—También te quiero. Adiós.
. . .
Llegué a la agencia con el tiempo justo. Iba sudado y algo despeinado, pero nadie lo menciono cuando me paré frente a la amable secretaría frente a las puertas de cristal y dije mi nombre junto con mi motivo de estar allí. Había pasado mucho desde la ultima vez que viví en la ciudad y no tener un auto para transportarme parecía impredecible por las largas distancias. Ella me observó por encima de los anteojos, sonrió y me indicó sentarme mientras se comunicaba con el encargado.
Obedecí.
Poco después se acercó otra muchacha con un moño encima de la cabeza, me sonrió y preguntó si podía ofrecerme algo mientras esperaba. Pedí un vaso de agua para pasar el hambre y la sed y agradecí con mi mejor sonrisa. Tenía los músculos entumecidos, me dolía el trasero por el viaje y el estomago por no comer, pero no parecía correcto quejarme en mi primer día de trabajo. Aún así debió ser obvió porque, junto con el vaso de agua, colocó un par de galletas dulces que hicieron a mi estomago apretarse con más fuerza. Volví a agradecerle con sinceridad, ella sonrió y se fue por una puerta lateral.
Editado: 31.03.2022