Saqué todo el contenido del bolso y la campera desparramandolo sobre la cama de la habitación y bufé frustrado.
Juraría haber puesto el móvil en el bolsillo solo que no lo encontraba y eso, junto con mi mal humor, me estaba volviendo loco.
No había dormido en toda la noche por las pesadillas, me despertaba sudando y con escalofríos que me aterraban y por mucho que lo intentará no lograba apartarlas de mi memoria. Me recostaba pensando en blanco, cerraba los ojos y estaba allí de nuevo, parado a mitad de una tormenta, incapaz de hacer que Holden entre al auto por la distancia que había entre nosotros. Quería tocarlo, tomar su brazo y hacer que me siga, pero cuando estiraba los dedos su cuerpo aparecía a metros de mí, desganado y herido. Le hablaba suplicando que me acompañe y de repente alzaba la cabeza hacia su tío observarnos de la ventana con una sonrisa de suficiencia y las manos detrás de la espalda.
Me despertaba cuando veía a Holden entrar en la casa solo y la puerta se cerraba con la fuerza para sobresaltar me. Sacudía la cabeza con el corazón desbocado y enterraba la cabeza entre la manos. No podía detenerlo. Quería tomar su mano y ordenarle entrar, pero él repetía que no podía. Se me partía el alma de volver a ver esa tristeza, ese dolor con el que me observó.
Intenté volver a dormir un par de veces más con el mismo resultado hasta que me harté. Aparte las mantas con fuerza y me levanté por un vaso de agua.
Mi abuela dormía en su habitación y mis tías aún no volvían de sus vacaciones por lo que solo éramos nosotros y el gato naranja con cara de pocos amigos que dormía sobre la heladera. Me serví un vaso con agua tome algunas galletas y volví a la habitación en silencio. Busqué el móvil entre las sábanas y las mantas bajo la almohada hasta recordar que no lo use al llevar porque estaba muy cansado.
Volteé el bolso, mi campera y algunas cosas más en vano y para cuando termine la frustración había llegado a mi límite. Pero lo ignoré. Caminé hacia las cajas de mudanza que Abbi había llevado hace semanas y rebusque la vieja laptop del interior junto con algunas otras cosas de mi casa en el pueblo. La encendí y me recosté a ver una película para entretenerme.
No podía estar pensando en ese día de nuevo, no me haría bien volver a culparme y esos fantasmas deberían haber permanecido enterrados hace tiempo, tenía que seguir adelante.
. . .
Corrí el resto de la calle sujetando el bolso contra el pecho y maldiciendo al metro subterráneo. Me había dormido, de nuevo, y mi abuela había olvidado despertarme antes de salir a hacer las compras. Me bañe, tomé un pan y salí olvidando la botella de agua.
La secretaria me saludo con una sonrisa avergonzada cuando entre y sin emitir palabras me señaló el pasillo que llevaba al estudio. Asentí y corrí por ambas puertas tan rápido y tranquilo como podía sin levantar sospechas y regaños.
Pero del otro lado me esperaba Jefferson con cara de pocos amigos.
—Lo siento, perdí mi móvil.
—Me parece que tienes una idea equivocada de esta agencia—gruñó él mirando su tableta y pasando los dedos por encima sin dejar de apretar los labios—. Esto no es la boda de un amigo ni un perfil amateur de Instagram.
Asentí y agache la cabeza.
—¡Jefferson, ahí estas!—Ambos dimos un respingo al oía la voz de Viv y nos voltearnos para verla a ella y una mujer de rostro amargo acercarse. Viv me sonrió—. Joshua, que bueno volver a verte. Esperé las fotos ayer por la noche.
Me revolví incómodo.
—Lo siento, perdí mi móvil.
La sonrisa en su rostro volvió a brillar con picardía pero no dijo nada. La mujer a su lado rodó los ojos suspirando y dio un paso al frente para presentarse como su manager y madre. Nos habló de cómo manejar sus redes y mencionó que vio mi portafolio y le impresiono lo bueno que era a pesar de mi edad. Viv en todo momento me miró sin dejar de sonreír y tuve la impresión de que quería decirme algo.
Luego le mostré las fotos que hice de Viv el día anterior y, tras un largo momento de silencio incomodo y labios apretados, dio el visto bueno.
Jefferson quedó contento con la presentación y asintió cuando la mujer se volteó para responder una llamada. Exhalé y me volteé para dejar mis cosas en el pequeño despacho de fotógrafo. Jefferson me había dicho que tenía más entrevistas y aún no encontraba mi móvil. Estaba cansado, hambriento y nervioso, pero tenía que ser amable y sonreír.
Suspiré y me di aliento.
—Tú puedes con esto Joshua.
Me volteé para volver a las presentaciones y, justo antes de salir, golpeé a alguien parado del otro lado.
—Lo siento.—Bufé confundido y al alzar la cabeza encontré a Holden parpadeando con la mano el rostro por el golpe. Fruncí el ceño—, ¿qué haces aquí?
Él me miró avergonzado.
—Olvidaste tu móvil. —Metió las manos en su chaqueta y lo sacó ahogando una mueca.
Parpadeé reconociendo el aparato en sus manos y lo tomé asombrado. Sí era el mío. Tenía la batería medio llena y la pantalla rota y bloqueada. Los mensajes de Patrick y Sara aún estaban allí junto con las llamadas urgentes de mi madre la noche anterior y ese día por la mañana. Una oleada de alivio me recorrió el cuerpo.
—Gracias—murmuré a Holden y le sonreí sin querer, percatándome de que él me observaba en silencio. Había algo nuevo en su expresión, algo que no parecía del viejo Holden y que yo solo había visto una vez en el auto de Tobias, justo antes de besarnos. Aparté la mirada ruborizado—, Holden...
—¿Quieres ir por un café?
Parpadeé.
—¿Tú me estás invitan...?—Sacudí la cabeza—. Sí, digo, claro.
Sonrió con todo el rostro, como nunca lo había visto antes y asintió volteándose hacia el estudio con las manos en los bolsillo y paso enérgico antes de detenerse, mírame por encima del hombro y desaparecer en la puerta a los vestuarios.
El resto las entrevistas fueron lentas y aburridas. Conocí a los modelos que tenía que fotografiar ese día, hable con promotores para oír sus ideas o peticiones. Por suerte no tuve que trabajar y use los pocos momentos que tuve entre conversaciones para responder los mensajes de Patrick y de Sara, aunque no les conté sobre Holden. Mi madre me ordenó llamarla cuando estuviera libre y accedí para que no llamé a Abbi.
Editado: 31.03.2022