Entreabrí los ojos cuando la claridad de la habitación me despertó y miré al chico recostado frente a mí con el corazón hinchado. Sus piernas estaban enredadas en las mías y mis manos descansaban sobre su pecho, cerca de su rostro. Me moví mordiéndome el labio y acaricié su mentón con los dedos, mirando como se revolvía entre sueños antes de abrazarme y hacerme sonreír deleitado.
Una sabana el cubría la mitad del cuerpo y sus ojos permanecían cerrados con calma. Acaricie sus hombros con las yemas ignorando las diminutas cicatrices en su piel y miré sus parpados moverse sin abrirse con el corazón a punto de explotar. Holden apretó los labios en una mueca divertida en cuanto besé su mentón y enterré la cabeza en su cuello, rozando los labios en la piel para oírlo suspirar entrecortado.
Me aleje y lo miré con electricidad recorriéndome el cuerpo. Holden giró y me tumbó encima suyo para observarme con pereza. Sonreí apoyando mis brazos a cada lado de su rostro y lo bese.
—¿Quieres desayunar?—murmuró deslizando los brazos más abajo en mi espalda.
Tragué saliva, su piel estaba cálida y suave a pesar de lo húmedo que estábamos. Cada parte de su cuerpo se rozaba en la mía y quise besarlo de nuevo. Cómo la noche anterior. Con la piel ardiendo y el corazón desbocado, llegando a él con cada parte de mi ser.
Coloque las rodillas a cada lado de su cadera y besé su cuello, su pecho y sus hombros, sumergiendo la mano bajo su espalda arqueada y besando sus labios cuando un jadeó escapó de ellos. Lo sostuve contra mí y él paso sus dedos por toda mi espalda, mi cintura y mi estómago. Me encantaba la calidez que encendía bajo la piel y la manera en que ardía con sus labios. Holden sostuvo mi rostro con ambas manos y unió nuestras bocas en un beso profundo y desesperado, un beso que me robo el aliento hasta el corazón me dolió por la fuerza en la que latía y el calor que comenzaba a sentir. Nuestras lenguas se unieron y de repente allí estábamos, como la noche anterior, tocándonos, explorándonos, permitiendo que el otro sienta tan profundo que los jadeos encendieron el fuego en mis entrañas.
—¿Quieres desayunar?—Volvió a preguntar al cabo de un rato, con su brazo cruzando mi espalda.
—¿Qué hora es?—pregunté con el mentón sobre su pecho.
—Mmmh...—Holden se estiró hacia la mesa junto a la cama y tomó su móvil para encenderlo, apagarlo y volver a su lugar con una sonrisa—. Las diez.
—¿¡Las diez!?—Prácticamente salté de la cama para levantarme y comencé a buscar mi ropa ante su mirada mirada confundida—. Tengo que ir a trabajar y estoy llegando tarde...
Me volteé frustrado por no encontrar la camisa y miré por encima de los muebles antes de encontrarla sobre la cama. La tomé y miré a Holden reírse.
—Joshua, hoy la agencia no abre.
—¿Qué?
—Estaba escrito en la invitación, nadie que se quede en una fiesta hasta pasadas las siete de la mañana tiene ánimos de sacarse fotos al día siguiente.—Soltó una mueca y me miró aún más confundido—. ¿No te enviaron invitación?
Deje caer la camisa.
—Nunca reviso el mail.
—¿Cómo que no revisas el mail?—soltó incrédulo—. Por allí se notifican las cosas importantes.
Rodé los ojos.
—Ya lo sé—bufé sentándome en la cama con la camisa abierta—, ahora ya lo sé. Gracias por recordármelo.
Volvió a reír y se sentó con la sabana cubriéndole las piernas y todo el cabello despeinado. Miré como se movía, elegante, grácil, y de nuevo quedé cautivado por su cuerpo. Quería pensar que sus cicatrices no me preocupaban pero no era así, había distintas marcas en su espalda, marcas de cigarrillo, cortes y algunas quemaduras con figuras extrañas. Holden no parecía darse cuenta de lo incomodo que me ponía pensar en lo que sucedió viendo su piel o quizás lo ignoraba a propósito. La noche anterior vi marcas en sus muñecas y en sus piernas, marcas que mantenía ocultas con facilidad y que me pudieron el corazón el la boca, pero no dije nada.
—¿Vamos a desayunar?—pregunté apartando la mirada de sus brazos hacia sus ojos.
Holden sonrió y asintió.
—Vamos a desayunar.
El piso de Holden era algo sacado de revistas de hogar para jóvenes millonarios que no querían aparentarlo. Grande, espaciosa, con muchos muebles elegantes, limpia y cálida. Sobre todo cálida y cómoda.
Me ofreció ropa más sencilla que ese tonto traje de utilería y me indico dónde quedaba el baño antes de irse hacia el otro lado del pasillo, a la cocina.
Exhalé, me metí en la ducha y evalúe lo que acababa de pasar. Es decir, lo que pasó luego de salir del estacionamiento. Como Holden no sabía donde ir terminamos en los bolos, compitiendo uno contra el otro mientras nos reíamos por lo mal lo hacíamos. No estábamos solos, había algunas familias compitiendo entre ellas también, pero no nos miraron más que para saber que estábamos allí. Luego fuimos por comida chatarra a un autoservicio y Holden pidió todo para llevar a pesar de que acordamos comer en el estacionamiento. Miró misterioso el caminó, negándose a decirme dónde íbamos durante 40 minutos, y luego estacionó frente al mar.
La tormenta había comenzado desde que salimos de la fiesta por lo que no pudimos salir de la camioneta, pero basto con quedarnos sentados mirando la lluvia contra el parabrisas para que recuerde nuestro primer beso. Ya no contenía el calor de mi vientre, no quería hacerlo.
Hablamos de lo que había sucedido en esos 5 años, del pueblo, de todo lo que hizo durante ese tiempo y para cuando terminó mi sonrisa no cabía en mi rostro. Me fascinaba, él me fascinaba. Me dijo que aprendió a conducir con el padre de Maddie y que su madre hacía un pastel de pollo que el encantaba, me contó de la vez que probo marihuana con Maddie y su hermana y terminaron llorando abrazados, me contó de la vez que probo las cerveza y como se rio tanto que se le salió por la nariz. Me habló de lo bonito que fue descubrir cómo vivir y mi corazón se hincho tanto que los ojos se me llenaron de lagrimas. Me hablo de la vez que conoció a un chico que se parecía a mí pero no lo hacía sentir igual.
Editado: 31.03.2022