Me apoyé en la única ventana del pasillo, cerca de las escaleras y lejos del puerta al departamento de Abbi, y suspiré. Mire la foto la chica rubia en mi pantalla con un nudo en la garganta. Sara sonreía feliz mientras yo le plantaba un beso en su mejilla, fue una foto que tomó cuando estábamos juntos. Era mi favorita, le tenía en portarretratos en mi habitación del pueblo. Solté una mueca. Creí que la borraría.
No quería volver a herirla, no como aquella vez. Fui un idiota.
Atendí.
—¿Hola?
—¡Joshua!—saludó ella contenta.
—Hola Sara. —Sonreí por oírla pero al instante mi animo volvió a decaer.
—Espera, antes de que digas nada quiero que oigas las buenas noticias—dijo con voz alta y una sonrisa que reconocería en aún sin verla.
—¿Cuáles buenas noticias?
—No revisaste tu mail, ¿no?
—Mmmh... No. —Rodé los ojos divertido y la vi sonreírme con esa mueca burlona que le gustaba hacerme.
—Pues que bueno que aún siguen enviado correspondencia a la casa porque sino te enteras tarde.
—Okey, soy un irresponsable—cedí sonriendo—. Dime cuáles son las noticias.
—¡Te aceptaron!
—¿Qué?
—Joshua, felicidades—chillo—. Te aceptaron en la Universidad de arte de Escocia.
—No, espera. Déjame procesarlo—pedí alzando la mano como si la tuviera en frente. Sacudí la cabeza y fruncí el ceño—. ¿Te enviaron una carta de la universidad que decía que me aceptaron?
—"...nos alegra comunicarle que ha sido aceptada su solicitud para la Beca en la Universidad"—leyó con entusiasmo y las palabras comenzaron a cobrar sentido con más fuerza al cabo de unos segundos, cuando Sara calló y yo no supe responder—. Joshua te aceptaron, ¿no estás feliz?
—La verdad, estoy algo aturdido—confesé—. No creí, Dios... Sara tenías razón.
Ella rio y yo volví a aquella noche en su habitación, cuando me dijo que le envié la solicitud a su hermana profesora en Escocia, cuando me dijo que podrían admitirme si ella me recomendaba. No le creí. Dios santo. Ella lleno el formulario mientras yo revisaba mi Instagram desde su cama.
Dios santo.
—Lo sé, es gracias a mí. Me darás las gracias cuando me lleves a París a una de tus tantas muestras en galerías.
Alcé las cejas con ironía.
—Si no fueras tú quien lo dice no te creería.
—Pero no puedes, lo dije y se cumplió. Debes creerme. —Pude ver sus ojos brillar con desafió y satisfacción al responder y sonreí. Pero no tuve valor para responder. No como antes porque ya no era lo mismo. Habían sucedido cosas y nos conocíamos tanto que el silenció que siguió fue suficiente.
Me volteé hacia la ventana apretando los ojos y suspiré.
—Sara, hay algo que debo decirte.
Se tomó unos segundo para responder y mi corazón se apretó por la idea de lastimarla.
—Joshua, ya hablamos de esto—dijo con voz baja—. No estamos juntos, puedes conocer personas y... no es... No quiero oírlo.
Tragué saliva y de todas formas lo solté.
—Encontré a Holden.
Silencio.
—¿Él está bien?—preguntó con voz calma.
—Si.
—¿Puedes darle mis saludos?
Solté una mueca.
—Sara...
—Joshua, te amo, pero no puedes sentirte mal por no corresponderme.
El nudo en mi corazón se apretó.
—Sí te amo...
—Pero él lo amas más, y esta bien—concedió sincera y dulce, quebrándome.
—Sara—llamé cuando creí que cortaría la llamada—, nunca fuiste la segunda.
—Lo sé.
—Te extraño.
Sara río con tristeza.
—No es cierto.
—Claro que sí—dije sincero e intentando que la voz no se me quiebre—, eres la mejor persona que conocí.
—Eres un tonto—respondió riendo y esta vez la oí limpiarse la nariz con disimulo. El corazón se me apretó con más fuerza y apreté los ojos con más fuerza, conteniendo el impulso de subirme al próximo tren para ir a ver que estuviera bien. Aún me importaba. La oí tomarse un momento para recomponerse antes volver a hablar con voz rasposa—. ¿Irás a la universidad?
—No lo sé—admití—, ahora no lo sé. ¿Qué dices tú?
—Esta vez no diré nada. Tú sabes qué hacer y elijas lo que elijas estaré de acuerdo contigo—respondió con dulzura—. Te quiero.
—También te quiero...—respondí sonriendo y volteándome para apoyarme en la pared sin percatarme de Holden a pocos pasos, asombrado y dolido.
—¿Sales con Sara?—preguntó con una mueca y pánico comenzó a llenarme el pecho.
—No, yo...
—¡Joshua!—gritó Sara desde el móvil.—¿Es Holden?
Tragué saliva mirando al tipo con las cejas hundidas, desconcertado, y asentí.
—Si.
—Pásame con él.
Vacilé sin dejar de mirar su decepción como un golpe en el pecho, di un paso hacia él y se lo tendí mirándolo retroceder con miedo antes de detenerse. Me miró aturdido, parecía aturdido, alzo la mano y tomó el móvil.
—¿Holden, eres tú?—preguntó Sara en su oído y él palideció.
—Si—susurró con voz quebrada y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Sara, yo... lamento mucho lo que sucedió ese día. Yo...—Ella dijo algo que no logré oír y él comenzó hablar entrecortado—. No, él... Dios. Debí llegar antes. Lo siento mucho. Yo todavía me atormento porqué no debiste ser tú...
—Holden, no fue tu culpa—le dijo ella con voz firme y audible—. Yo nunca lo hice. Me protegiste, te quedaste conmigo hasta que llegaron a buscarme y luego cargaste conmigo. No fue tu culpa.
Holden bajo la cabeza con los ojos atormentados y varías lágrimas cayeron de sus ojos, pero no me atreví a moverme. Sara hablaba con él y sabía que era un asunto pendiente entre ellos. Ella nunca tuvo la oportunidad de decirle lo que me dijo en el hospital, durante meses preguntó por él y lo defendió cuando los rumores comenzaron a correr.
Me quede allí de pie, mirando a Holden lamentarse y oyendo fragmentos de Sara diciéndole que no fue su culpa. Ambos lloraron, sin oírla a ella pude saberlo, y la impotencia de no poder hacer nada abrió un agujero en mi pecho. Volví a ese día como otras veces, a la mirada que Holden me lanzó antes de volver a su casa, a los sollozos de Sara mientras conducíamos al hospital, a Abbi derrumbándose y a mi desconcierto. Sara tuvo mucha terapia al igual que yo, pero poder hablar con Holden tenía que ser un nuevo punto de partida en su recuperación. Esperaba que la ayudara a dejar de culparse.
Editado: 31.03.2022