¡ No te acerques a mi mami !

Capítulo 10 «Estoy loco»

Capítulo 10
«Estoy loco»

André estaba seguro de que su primer día de trabajo después de tantas vacaciones iba a ser un desastre. No solo porque su madre le hubiera dejado claro que su salario estaba en la cuerda floja, sino porque las horas de la mañana se habían ido volando con reuniones interminables, correos electrónicos urgentes y un sinfín de documentos por firmar.

Nadie parecía tener tiempo para hablar de nada que no fuera trabajo, lo que para él, que solía tener una personalidad de «mejor hablar de cualquier cosa menos de lo que me toca», era un suplicio. Bueno, esa actitud desaparecía por completo cuando se trataba de negocios.

Así que, para distraerse un poco, mientras pasaba de un escritorio a otro con su usual andar despreocupado, André se encontraba mirando al frente cuando, por un breve instante, vio una figura familiar. Era una mujer con el cabello recogido en una coleta elegante, con una blusa que podría haber sido diseñada por alguien muy elegante… y, por un momento, juró que era Marie.

Apenas se detuvo un segundo, sintiendo un nudo que crecía y se instalaba en el estómago, como si alguien hubiera apretado una cuerda en su pecho. No, imposible. ¿Marie? Aquí, en su lugar de trabajo, en la sede de su empresa, rodeada de ejecutivos y analistas que no podían pensar en nada más que en cifras y estrategias de mercado. No era posible.

—Debe ser una broma del destino —murmuró para sí mismo, rascándose la cabeza mientras avanzaba a paso lento, con una mezcla de incomodidad y fascinación.

Lo que más le sorprendió fue que, al acercarse al área donde había visto a la mujer, ya no había rastro de ella. La oficina estaba vacía. André se detuvo frente a una de las puertas de vidrio, observando a través de la cristalera. Nada. Claro, ahora la sensación era de absoluto desconcierto. Se frotó los ojos, se hizo un pequeño masaje en las sienes. Quizá la falta de sueño estaba comenzando a jugarle una mala pasada o el dolor de haber perdido su preciado libro.

—No hay manera. Lo que faltaba. ¿Alucinaciones en mi primer día de vuelta al trabajo? Si es que, hasta yo soy capaz de hacerle competencia a un fantasma —se quejó en voz baja, medio riendo y medio confuso, mientras se tomaba un momento para mirar a su alrededor, buscando alguna señal que le indicara que no estaba perdiendo la cordura. Pero no había nada.

Decidió seguir con su jornada, aunque esa imagen de Marie, tan nítida en su mente, lo perseguía. Claro, nada de lo que estaba sucediendo tenía mucho sentido. Al menos eso pensaba él, pero cuando ya no pudo concentrarse más en los números y las reuniones, comenzó a perder la noción de la hora. Como si su reloj interno estuviera más interesado en encontrar respuestas que en todo lo demás.

Después de una pausa demasiado larga para ser casual, André abandonó la sala de conferencias y comenzó a deambular de nuevo por los pasillos de la oficina. Ya estaba comenzando a preguntarse si tendría que someterse a una revisión médica, o si el estrés lo estaba matando lentamente, cuando de nuevo… la vio.

Una vez más, la figura de Marie apareció en el extremo opuesto del pasillo. ¿Qué era esto, una película de suspenso? André, completamente desconcertado, decidió que no podía quedarse con la duda. No más. ¡Hoy mismo iba a aclarar de una vez por todas si estaba perdiendo el juicio o si había algo más en todo esto!

»¡Señora Bardoux! —exclamó, un poco más fuerte de lo que pretendía. Quiso añadir algo como «¿Qué hace aquí?», pero se le quedó atorado en la garganta. Porque, para sorpresa de André, cuando la alcanzó… ya no estaba.

Respiró hondo. Dio un paso atrás y se frotó la cara, sintiendo que el universo entero estaba poniéndole una broma que no entendía.

»Creo que necesito un café. Un grande. Y también, un psiquiatra. O ambos —musitó, mirando alrededor mientras el eco de sus palabras se desvanecía en el aire.

Pasaron las horas y, aunque André intentó concentrarse en las tareas que tenía por delante, la imagen de Marie seguía rondando en su cabeza. Al final de la tarde, agotado, comenzó a hacer una llamada telefónica para coordinar algunas cosas para el día siguiente. Y, como si fuera parte de algún guion que solo el destino escribiría, vio cómo la figura de Marie apareció de nuevo, esta vez justo detrás de su escritorio. ¡Casi la tocaba!

André dejó caer el teléfono, lo que provocó que se produjera un pequeño estruendo en el pasillo. Instintivamente, miró hacia atrás y… la figura ya no estaba.

—¡Esto ya es demasiado! —exclamó. Miró hacia arriba, mirando la lámpara de la oficina con cara de estar dispuesto a pedir explicaciones. Pero, claro, la lámpara no podía responder.

Decidió que, si las cosas continuaban de esta forma, no pasaría mucho tiempo antes de que lo ingresaran en un centro de salud mental. Aunque, al mismo tiempo, su instinto le decía que debía hacer algo al respecto. Pero lo más extraño fue que, por alguna razón, André no se sentía tan molesto con su alucinación. De hecho, ¿cómo podría molestarse por ver a Marie de esa manera, si había algo en su presencia que lo desconcertaba tanto como lo fascinaba?




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