Capítulo 14
«La verdad»
Nico regresó a casa con pasos lentos, aún estaba con la mente revuelta por todo lo que había descubierto esa tarde. Su silla del pensamiento le había ayudado a poner en orden algunas ideas, pero las preguntas seguían golpeando su cabeza como una tormenta incesante.
Cuando llegó a la puerta trasera, se detuvo antes de entrar. Desde la ventana de la sala, las luces encendidas iluminaban la silueta de su madre y de Eleonor. Estaban sentadas, una frente a la otra, con una postura mucho más rígida. Marie tenía los brazos cruzados y dejaba claro que no estaba dispuesta a aceptar evasivas. Eleonor, en cambio, parecía… cansada. Como si la historia que estaba a punto de contar pesara demasiado sobre sus hombros.
Por un momento, Nico dudó. Sabía que escuchar conversaciones a escondidas no era algo correcto, pero esto no era una charla cualquiera. Era sobre su padre. Sobre su familia. Sobre la mentira en la que había vivido sin saberlo.
Así que se quedó allí, pegado a la pared, prestando toda su atención para asegurarse que nadie lo escuchara ni notara su presencia.
—Fue una historia larga —suspiró Eleonor, su voz salió apenas en un hilo, pero lo fue lo suficientemente clara para que Nico la escuchara—. Me secuestraron. Apenas pude salir con vida.
Marie se inclinó ligeramente hacia delante, su expresión se endureció en un gesto de desconcierto y disgusto. No podía comprender en lo absoluto la atrocidad que ella, su cuñada, tuvo que haber pasado.
—¿Quién lo hizo? —preguntó con un tono tan helado que incluso la piel de Nico se erizó—. ¿Tienes los nombres? Podemos proceder de manera legal.
Eleonor negó con la cabeza, una sonrisa amarga cruzó sus labios.
—No importa —contestó lanzó un suspiro pesado, como si intentara alejar los recuerdos de su mente—. La justicia divina les llegó a ellos mismos. Ahora están en un lugar donde no pueden hacerle daño a nadie.
Nico frunció el ceño desde su escondite.
¿Un lugar donde no pueden dañar a nadie?
No era difícil deducir lo que eso significaba.
Marie apretó los labios, claramente tratando de decidir si debía preguntar más. Pero Eleonor continuó sin necesidad de que la presionaran.
—Cuando logré escapar, cuando por fin tuve la oportunidad de regresar… ya era demasiado tarde —susurró en un tono tembloroso de voz—. Descubrí que me habían dado por muerta. Y lo peor… fue descubrir que Nick realmente lo creyó. Él murió sin saber la verdad. Pensando que me había perdido para siempre.
Un nudo se formó en la garganta de Nico.
Por primera vez en su corta vida, sintió el peso de lo que significaba la tristeza adulta. No una simple tristeza por perder un juguete o por no conseguir algo que quería, como acostumbraban a llorar los niños de su edad, sino un dolor profundo, de esos que se clavan en el pecho y no se van.
Su padre… no había mentido.
Nico miró sus propias manos, notando que estaban cerradas en puños sin que se diera cuenta. Todo este tiempo había pensado que su padre le ocultó la verdad. Que le mintió. Pero en realidad… él también fue una víctima. Él también había creído en la mentira.
El niño sintió un leve mareo, como si todo en su cabeza se estuviera acomodando de golpe. Quería entrar, quería decir algo… pero ¿qué?
No estaba seguro.
Así que, sin hacer ruido, se alejó de la casa, dándole la espalda a la sala iluminada. Necesitaba un momento más para ordenar su mente. Porque aunque había encontrado la verdad… ahora tenía muchas más preguntas.
Regresó a su silla del pensamiento, mientras veía cómo las estrellas salían una a una, iluminando el cielo. Su padre no había mentido, y él, por un momento, creyó que lo había hecho.
—Lo siento, papi, juzgué sin prestar atención, me dejé llevar por lo que decía mi corazón, no mi mente —miró en dirección a su casa—. Pero, mira que la tía Eleonor está viva. Tiene que sanar, todos tenemos que hacerlo —soltó un suspiro pesado mientras comenzaba a columpiarse.
Tener de regreso a un miembro de la familia, puede ser una bendición o una maldición. Nadie negaría que, entre tanta gente mala, había corazones nobles y buenas intenciones. Confiar en alguien significaba darle la potestad de romper tal confianza, y Nico estaba próximo a aprender eso, a tomar una decisión para cuidar todos los corazones posibles.
#2011 en Novela romántica
#726 en Chick lit
#708 en Otros
#255 en Humor
hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 28.04.2025