Capítulo 28
«No lo permitirá»
Las últimas semanas se habían deslizado entre la rutina habitual de la casa. Nico seguía en su mundo de libros, matemáticas avanzadas y observaciones críticas hacia los adultos, aunque, de manera casi imperceptible, había comenzado a dejar pequeñas grietas en su coraza de intelectual precoz.
A pesar de su resistencia inicial, su encuentro con Alex había añadido una dinámica nueva a su vida. Cada tarde, de manera casi rutinaria, la buscaba en el parque, aunque nunca lo admitía en voz alta. Su madre había notado el cambio, pero no lo presionó.
André, por su parte, parecía haber encontrado un equilibrio extraño entre su usual actitud despreocupada y un interés cada vez más evidente en la vida cotidiana de la casa. Si bien al principio su presencia había sido meramente circunstancial, ahora era como si se hubiera vuelto parte de la estructura de su día a día, y lo más desconcertante de todo era que eso no parecía molestar a Marie.
Fue en una de esas tardes, cuando el sol comenzaba a teñir el cielo de un anaranjado suave y la casa estaba envuelta en la calma de la rutina, que André irrumpió en la cocina con el aire de alguien que está a punto de soltar una gran revelación. Con su teléfono en mano y una media sonrisa en el rostro, se apoyó contra la encimera, observando a Marie con la confianza de quien ha encontrado la solución perfecta a un problema.
—Encontré algo que podría interesarte —anunció, su tono casual, pero con una chispa de expectativa en los ojos.
Marie levantó la mirada de los papeles que estaba revisando, apoyando la barbilla en la palma de su mano mientras lo observaba con curiosidad.
—¿Ah, sí?
—Un campamento —respondió, alzando el teléfono en señal de que ahí tenía toda la información—. Para niños como Nico.
Ella frunció el ceño por un instante, como si intentara descifrar qué significaba exactamente «niños como Nico».
—¿Niños como Nico?
André asintió con convicción, cruzándose de brazos.
—Sí. Niños pequeños con cerebros de adultos que probablemente podrían ganar un premio Nobel antes de saber atarse los zapatos —explicó con una leve sonrisa—. Es un campamento especializado en ciencia y tecnología, con actividades diseñadas para estimular su inteligencia, pero también para que socialicen con otros niños que compartan sus mismos intereses.
Marie parpadeó, procesando la idea, y poco a poco su expresión pasó de la confusión al interés genuino.
—¿Y crees que a Nico le gustaría?
—No lo sé con certeza, pero creo que le haría bien. Sé que tiene a Alex ahora, y eso ha sido un gran cambio, pero sigue prefiriendo los libros a las personas. Tal vez esto lo ayude a abrirse un poco más.
Marie dejó escapar un leve suspiro, asintiendo con la cabeza. No podía negar que, a pesar del vínculo que Nico había formado con Alex, todavía parecía más cómodo con las palabras impresas que con la interacción humana. La idea de que pasara tiempo con otros niños que compartieran su forma de pensar era tentadora.
—Tienes razón… Me gustaría que hiciera más amigos.
—Exacto. Y quién sabe, tal vez Alex también vaya.
La mención de la niña provocó una sonrisa en los labios de Marie. La idea de que Nico llegara al campamento y encontrara a su amiga ahí era más que suficiente para entusiasmarlo.
—Eso definitivamente lo motivaría. ¿Tienes más información?
André deslizó su teléfono sobre la encimera hacia ella.
—Aquí está todo. Fechas, costos, ubicación. Es un campamento de verano, dura dos semanas y…
Pero no pudo terminar la frase.
En el pasillo, una pequeña sombra se había detenido en seco. Nico, que había salido de su habitación en busca de un libro, se quedó completamente inmóvil al escuchar las palabras que flotaban en el aire.
«Campamento de verano… Dos semanas… Socializar…»
Su cerebro comenzó a procesar la información con la misma precisión con la que resolvía ecuaciones complejas. Pero esta vez, no encontró una respuesta lógica. Solo un torrente de pensamientos acelerados que se mezclaban en su mente a una velocidad alarmante.
«¿Un campamento? ¿Para mí? ¿Dos semanas lejos de casa?»
Y entonces, como un relámpago, la conclusión más devastadora golpeó su mente con fuerza.
«¿Me van a mandar a un internado?»
Su corazón, normalmente indiferente a emociones innecesarias, dio un vuelco en su pecho.
«¿Por qué? ¿Acaso piensan que soy una molestia?»
Sus pequeñas manos se cerraron en puños, la mandíbula apretada con una mezcla de incredulidad y rabia contenida.
«No… mamá no haría eso. Ella no… ¿o sí?»
La duda se deslizó en su mente como una sombra insidiosa, envenenando cada pensamiento racional con una incertidumbre dolorosa. Y entonces, otro pensamiento emergió, más aterrador que el anterior.
«¿Y si esto es idea de André?»
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hombre de negocios, pequeños genios traviesos, amar otra vez
Editado: 28.04.2025