No te amaré #2

Capítulo 1

La llegada de un carruaje en Devonshire causó mucha expectación. Hacía tiempo que no entraba uno, dando que los señores Lombart y el duque Werrignton recibían pocas visitas en la época del año. Cuando el lacayo fue a abrir la puerta de ese elegante vehículo se quedó sorprendido al ver los ocupantes bajar.

¡La señorita Diane había vuelto a casa!

La joven alzó la mirada a la que fue su hogar, no había cambiado nada, parecía que seguía igual desde que estuvo por última vez. Tragó el nudo que se le había creado en la garganta. ¡Estaba en casa! Eso significaba muchas cosas para ella. 

Por un momento quiso huir ante el atropello de sentimientos que estaba sintiendo. Sintió la presencia de su marido a su lado, una pregunta se hizo en su mente, ¿cómo él iba encajar en su mundo?, ¿su familia lo aceptaría o lo miraría como un extraño por se extranjero? Frunció el ceño, no debería preocuparse por él, pero sí lo hacía, él le había ayudado a adaptarse cuando estuvo en Roma, y luego, la acompañó durante la enfermedad de su tía, y posteriormente, su muerte. 

— ¿Este es tu hogar? —la voz de Dante se impuso sobre sus pensamientos.

Ella asintió y él no dijo nada más respetando su silencio. Antes que alguien bajara a recibirles, Dante se giró sobre ella y le cogió con suavidad la mano.

Sorprendida lo miró y él no apartó su mirada de ella. Se sonrojó ante su escrutinio como siempre le pasaba. Le daba la sensación que él podía mirarle  el alma. 

El mayordomo interrumpió ese momento anunciando a Cassie y a su primo. Dios, ¡Cómo los había echado de menos!

La joven de cabellos rubios al saber que su hermana estaba ahí no se lo pensó dos veces y salió corriendo. Al salir en las escaleras se quedó parada unos segundos pero luego fue hacia el encuentro hacia ella. 

Diane intentaba contener las lágrimas pero no pudo. Cassie se abalanzó directamente hacia ella y la abrazó, casi se cayeron al suelo.

—¡Diane! ¡No sabes cuánto te hemos extrañado! —su hermana estaba igual de emocionada —. No sabíamos cuando íbamos  a verte.

Cassie se apartó con las lágrimas en los ojos y una sonrisa en los labios. Matthew fue bajando las escaleras y no se separó del pequeño ya que tenía miedo que cayera por los escalones de la entrada. Sabía caminar pero era un torbellino en dos patas. Cuando vio a su madre cerca fue hacia ella casi corriendo, lo que le permitían, sus piernas cortas y rechonchas.

— ¡Mami! — llamó el pequeño y la madre abrió los brazos para cogerlo. Lo besó en la mejilla y este rio encantado.

Diane parpadeó al ver la estampa familiar. ¿Qué se había perdido todo ese tiempo?  

Matthew no tardó en saludarla y abrazarla como lo hizo Cassie. 

— Me alegro que hayas vuelto, pequeña. 

— Yo también. Os echaba mucho de menos. Creo que me he perdido muchas cosas.

Cassie asintió con el pequeño aún en brazos. Se dio cuenta que estaba mirando al hombre que tenía al lado.

—Os tengo que contar algo  —inspiró y cogió la mano de su marido, ahora fue ella la que se la cogió y como una especie de calambre sintió extenderse por los dedos —A mi marido, Dante Caruso.

—Encantado de conocerlos —dijo en un perfecto inglés aunque se notaba su acento inglés y los saludó con correcta elegancia.

Tanto Cassie como Matthew tardaron en reaccionar.

— Mami, ¿quiénes son? — le susurró a su madre para que los desconocidos imaginando que no le escucharían.

Diane se guardó una sonrisa. 

— Pues — miró a Diane esperando respuestas porque le había caído como una bomba la noticia que se habían casado —  Son tus tíos, Diane y Dante.

En ese momento fue interrumpido por un fuerte ruido que procedía del interior de la casa. Cassie contuvo un gemido y Matthew fue a ver lo que pasaba. Se imaginaba lo peor y era que Julian había descubierto que había escondido todo el alcohol.

— ¿Qué pasa? — preguntó Diane asustada. 

Escuchó otro golpe.

Cassie no supo qué contestar, no quería preocupar a Diane, pero tarde o temprano lo vería con sus propios ojos.

—Es Julian — suspiró y su voz se denotaba cansancio.

Diane sintió el corazón detenerse por unos segundos. No fue consciente que Dante rodeó sus hombros con un brazo. Parecía notar su agitación. Lo miró asustada que él pudiera descubrir sus sentimientos de antaño por Julian.

"No seas tonta, Diane", él no lo sabe, ni lo sabrá. 

Los cuatro fueron hacia dentro sin imaginar que Julian estaría destrozando casi el inmobilario de la biblioteca. Furioso porque le había escondido su apreciado whisky. 

— Puedes controlar tu genio — le dijo Matthew a un rabioso Julian que lo miró con ojos de odio.




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