No te amaré #2

Capítulo 8

El hombre de cabellos rubios estaba tendido en la cama, que le habían dejado los señores Madison para que el doctor le revisara.

Cuando se despertó, estaba desorientado. No se acordaba por un momento de lo que había sucedido. Alzó una mano hacia su frente cuando notó un pinchazo clavarse en las sienes. ¿Se había dado un golpe? Imágenes fugaces rodaron por su mente. Evidentemente, no había sido la mejor cacería de su vida.

Una mueca se dibujó en sus labios, sin ser consciente aún de la joven que tenía a su lado, que murmuró preocupada:

— ¿Te duele? — localizó la dueña de esa voz, no pudo evitar que su corazón diera un vuelco al verla.

Estaba ahí, con él.

— No mucho — se fijó que los dedos de su otra mano estaban enlazados con los de ella.

Le reconfortaba ver sus dedos juntos. 

— Siento daros un susto — no quiso que su mano se apartara —. ¿Cassie?, ¿Matthew?

Diane negó con la cabeza.

— No te preocupes, el médico dijo que estabas bien cuando vino a revisarte. Cassie y Matthew han venido antes a verte. Estaban preocupados al igual que yo. Ahora están en otra habitación cuidando del pequeño Patrick.

Ambos se dieron cuenta de la falta de mención de cierta persona. Julian no quiso mencionarlo a propósito. No le importaba, ni le preocupaba ese señor. 

— El médico nos ha dicho que te diste un golpe... ¿Qué te ha pasado allí a fuera? — Julian apartó la mirada y se quedó un rato pensativo.

Se acordó del sonido de un disparo, lo que provocó que su caballo se asustara y encabritara. Después, no se acordaba de más. Por suerte, fue más que un golpe.

— Parece que algo asustó al caballo — no le dijo nada del disparo, sería el descuido de alguien —. Lo que provocó que me cayera al suelo.

— Por favor, la próxima vez ten más cuidado — suplicó y Julian se fijó en los ojos brillantes de la joven.

Una sensación cálida explotó en su pecho. ¿Cuánto tiempo había pasado que una persona tan querida como ella se preocupaba por él? No se acordaba de ello. 

Julian apartó sus dedos y, para sorpresa de Diane, él se irguió de la cama y se acercó a ella.

— Diane, no me ha pasado nada grave. Por suerte sigo entre los vivos — ese comentario parece ser que produjo el efecto contrario, porque su hermanastra empezó a derramar alguna que otra lágrima.

—  No bromees sobre ello —  le regañó con suavidad.

— Te prometo que no bromearé más — se puso serio y miró a Diane.

Ella malinterpretó su mirada. Creyó que estaba molesto por su llanto. 

— Lo siento — se disculpó aunque para el hombre le pareció lo más adorable.

— No tienes que sentirlo — la joven contuvo un jadeo cuando sintió las puntas de sus dedos atrapar las pequeñas gotas que recorrían por su rostro.

No hablaron más rato, sino que se quedaron mirando como si el tiempo no hubiera pasado. Como si volvían a ser los jovencitos de antes, en la época que no existían lady Howard, los miedos y la vergüenza de querer. Sin embargo, los años habían pasado... Ella no era libre.

"Dante", de pronto la magia que sintió en esa habitación se desvaneció al acordarse de Dante. No sabía nada de él desde esa mañana que había comenzado la cacería. ¿Estaría preocupado?, ¿estaría preguntándose dónde estaría ella?

— Me tengo que ir, luego Cassie vendrá a ver cómo estás — se notaba a mil leguas que estaba nerviosa.

Julian asintió un poco apenado aunque aparentó estar bien. Le hubiera gustado que se quedara, pero decidió callarse. 

Diane no se entretuvo más tiempo y se marchó de la habitación con el corazón latiéndole como un tambor. Aún podía notar las mejillas ardiendo. Con pasos apresurados llegó a la habitación, donde se suponía que estaría Dante. Intentó tranquilizarse. No quería que su marido viera su repentina agitación. Antes de girar el pomo de la puerta, tuvo que hacer una respiración profunda. 

Quizás, no debería haber estado más tiempo en la habitación de Julian. Pero su corazón no entendía de la lógica, ni de la razón. No supo qué hacer desde el momento que lo vio tan mal en el jardín. Sintió desvanecerse por dentro. Pero quiso ser fuerte. Lo necesitaba. No quería que nadie la viera derrumbada. Por fortuna, Julian solamente había sufrido una caída. Aunque había estado un breve tiempo angustiada, temiendo lo peor. 

Ahora estaba enfrente de otra puerta y temía abrirla. Era una idea estúpida tener miedo a lo que se podía encontrar detrás de esa puerta. Dante no iba sospechar de sus pensamientos. Quiso reírse. No tenía porqué preocuparse. Había estado ausente unas cuantas horas. 

Estaba tan pensativa que sus ojos no se dieron cuenta que su marido estaba en la habitación. Él ni se percató de su presencia. Estaba tan tranquilo quitándose las prendas de la parte superior del cuerpo.




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