No te amaré #2

Capítulo 11

Diane se levantó aquella mañana con un mal presentimiento aunque pensó que podría ser que dicha mala sensación era debido a las noches que no dormía bien.

El distanciamiento de Dante hacia ella se estaba prolongando más de lo que le gustaría. Es verdad que le hablaba, le saludaba cuando la veía por los pasillos pero ya no le cogía de la mano como antaño. Aún no sabía la razón de ello. 

Estaba pensando en Dante cuando sus pasos se dirigieron hacia la biblioteca. Quería coger un libro para distraerse. En mala hora que decidió bajar. No se esperó ver en ella a la señorita Ophelia. Recordaba perfectamente su obsesión por Julian. Su presencia allí no traía nada bueno. No se equivocó por desgracia. La muchacha rezumaba veneno y rencor por los cuatros costados. Cuando Ophelia la vio, supo que no podía escapar de su maldad. 

— Vaya, vaya a quién me encuentro por casualidad — aplaudió y la miró sin atisbo de amabilidad — El perrito faldero de Julian.

Sintió un agarre fuerte de su brazo. No había tardado Julian en acercarse y agarrarle fuertemente del brazo.

— Vete, Ophelia y trágate ese veneno que despides por esa boca — su mirada se posó en la mano de Julian.

— ¿La sigues defendiendo? Ella puede defenderse sola, Julian.

Diane, al principio que estaba impactada por ver a Ophelia allí mismo, reaccionó:

— No me haces daño, señorita Perrowl. Tus comentarios no tienen ese efecto en mí.

—¡Bravo! — dijo con ironía y se soltó del agarre del hombre —. Me alegro, querida Diane. ¿También, has superado ese amor... por él?

Una sonrisa triunfadora se dibujó en sus labios al ver a la joven palidecer.

—Se acabó, ¡vete! — Julian la cogió de nuevo y la sacó de la biblioteca sin delicadeza — . Sin duda, más que nunca, no te daré ese préstamo. Eres una bruja.

Diane se quedó sin aire en los pulmones. Parecía que las paredes se cerraban alrededor de ela. No podía ser. Su peor pesadilla se había hecho en realidad. No fue consciente cuando se fueron. Asustada corrió hacia su habitación creyendo que podría estar a salvo. Pero nada más lejos que la realidad. 

Cassie la vio entrar tan agitada que se preocupó al momento de ella. 

— Eh, ¿Diane? — entró y le angustió ver a su hermana con lágrimas en el rostro. 

— ¿Ha sido Julian? —  de inmediato fue hacia ella y la cogió de las manos para sentarse en la cama.

— No, él no ha sido. Pero él sabe —  le costó hablar — que yo le quería...

— ¿Cómo? — Diane le pareció casi cómico la cara de Cassie, estaba muy sorprendida — ¿Se lo has dicho?

— Nooo. No ha sido por mí, sino por la señorita... 

No llegó a contárselo porque les interrumpió una persona que conocía demasiado bien.

— Cassandra, nos puedes dejar un momento a solas —  las dos dieron un respingo al escuchar la voz de Julian.

Diane agarró la mano de Cassie y le dijo con la mirada que se quedara.

Pero Julian se lo impidió.

— Por favor, Cassandra — ante ese ruego, su hermana no pudo decirle que no. 

Le dio un apretón de manos antes de irse. 

Diane apartó la mirada y buscó una salida aunque sabía que no había alguna. Bueno, podía esconderse debajo de la cama.

Se tensó cuando notó el cuerpo de su hermanastro a lado de ella.

  — Lo siento por lo que ha dicho lady Perrowl, no merecías recibir su ponzoñoso veneno.

Ella asintió  sin mirarlo. 

— Toma, me duele verte así —  le tendió un pañuelo que ella cogió con mano temblorosa   —. Si lo hubiera sabido, le habría obligado marcharse antes.

— Julian — negó con la cabeza — . Sobre lo que ha dicho ella... — le faltó valor para decírselo — . Yo...

— ¿Si me querías? —   Diane asintió sin emitir sonido de sus labios. 

Julian aprovechó el silencio de la joven y le levantó el rostro con la mano, acariciando con ternura la mejilla.

—   ¿Por eso te fuiste cuando anuncié mi compromiso? — Diane hizo un esfuerzo, lo miró a los ojos.

Los de él estaban anegados de lágrimas pero sin derramar alguna.

  — No puedo decirte que no porque te mentiría — pudo decir Diane con un nudo en la garganta, abordada por los sentimientos que punzaban en su corazón.

  — Diane, mi Diane —  la abrazó sobrecogido por su confesión — . Lo siento, por haberte causado tanto sufrimiento. No quise que sufrieras... Me casé sin llegar imaginar lo que sentías.

Ella suspiró y apoyó la cabeza en su cuello.

  — ¿Crees que hubiera cambiado algo? —  preguntó con un hilo de voz.




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